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viernes, 20 de diciembre de 2019

RETRASAR EL RELOJ Y VOLVER A DORMIR

Me despierto, abro los ojos y con una somnolencia brutal miro la hora en el móvil mientras intento que no se me caiga y que golpee el suelo como si fuese un adoquín. 

Es pronto, muy pronto, ni siquiera son las 8, apenas está amaneciendo y ya estoy despierto, así un día y otro sin necesidad, aún puedo dormir, y eso quiero, quiero cerrar los ojos y quedarme profundamente dormido toda la mañana, y mientras vuelvo a coger el sueño solo pienso en una cosa, en retrasar el reloj y volverme a dormir como un niño. 

Quiero que vuelva a ser las dos de la madrugada, o la una, y volver a dormir toda la noche, seis o siete horas más de sueño si puede ser, abrigado, bien tapado y roncar en un sueño tan profundo que si sopla el viento como si no hubiese un mañana, o si cae un diluvio universal como si fuese un castigo bíblico, no me entere absolutamente de nada hasta el mañana o la tarde siguiente en la que me despierte y al mirar whatsapp alguien lo haya comentado, y ahí decirle que no me enteré de nada, y entonces que flipe con el sueño tan profundo que puedo llegar a tener. La putada es que siempre me desvelo al despertarme tan pronto, y ese rato tan rico que todavía tengo para dormir, se me va intentando volverme a dormir, y cuando quiera hacerlo, será cuando ya si me tenga que levantar con todo el aplatanamiento de este sueño enorme que tengo. 

Solo sé que quiero retrasar el reloj y volver a dormir.

lunes, 16 de diciembre de 2019

CARTA SIN RELATO PARA QUIEN ME QUIERA LEER

Querida lectora, estimado lector, a vosotros os escribo hoy porque ya hace días y semanas, dos, que no lo hago, y no por dejadez, o quizá si haya cierto punto de cansancio que me he de quitar, pero sobre todo creo que ha sido y es cierta falta de inspiración. 

Supongo que es algo absolutamente normal, que le pasa a todo escritor, creador...etc. Estoy en ese punto en el que estando frente a la pantalla del ordenador, no sé que escribir, no sé sobre qué o quien. 

No fluyen las ideas, no afloran los personajes, estos no me dicen nada al oído, no me vienen momentos que contar o con los que fantasear. Puede ser también el tiempo que me tiene como él, oscuro y gris, con la mente nublada y encapotado, será que, como en esta época del año, mi imaginación se oscurece y en ella anochece temprano y todas mis ideas, todas las fantasías que te pudiera relatar se van a dormir, y francamente no sé cuando despertarán. Tampoco quiero molestarlas, quiero dejarlas dormir y que cuando estas quieran, se despierten y vuelvan llenas de energía y de ideas que contar. 

¿Y si fueran los años?, tal vez estos empiecen a pesar tanto que aplasten todas esas ideas y fantasías que antes hasta se acumulaban y se agolpaban empujándose unas a otras ansiosas por salir y dejarse leer por ti. Antes se escapaban y salían a chorros y a borbotones, hasta se me caían de tal manera que si no las apuntaba donde fuera, por cualquier camino se perdían. 

Ahora solo espero a que vuelvan, espero que se dejen ver otra vez, y en ese in pass de espera dejo esta carta sin relato para quien me quiera leer.

lunes, 2 de diciembre de 2019

FIN DE CURSO, UN VIAJE INOLVIDABLE

Hoy, no sé por que, me acordé de mis años de colegio y en concreto de mi viaje de fin de curso. Creo que me apunté a última hora, no lo recuerdo bien pues fue hace tanto que por mucho que uno se quiera acordar, siempre se le escapa algo. En cualquier caso me acordé de ese viaje, un viaje para el que me tuve que sacar el DNI, ese carnet con esa foto de tu cara que siempre sale tan mal que más bien parece el carnet de se busca, como si la poli fuera detrás tuya. 

Continuando con el viaje, recuerdo que salimos un día por la mañana, creo que fue un sábado. El autobús estaba aparcado en frente del colegio, donde teníamos un jardín y un parque bastante guapo, y donde ese día estaban regando unos jardineros que casi nos mojan, bueno de echo nos mojaron, no sé si fue adrede o no, da igual, lo que importaba era el viaje, un viaje que como todos los de fin de curso, estuvo guapo y con mucho lío allá donde fuimos. 

La primera parada fue a Andorra La Bella, un lugar que recuerdo muy pequeño y del que recuerdo que allí todos hablaban castellano y andorrano, lengua que se entendía muy bien, o eso creo, porque bien podrían estar dos personas hablando en ella y tu enterarte de lo que decían. También recuerdo que casi nos echan porque algunos de mis compis se dedicaron de madrugada a llamarse de unas habitaciones a otras y creo que a armar lío en el pasillo del pequeño hotel en el que estábamos, y claro los demás clientes se quejaron, porque le apareció el profe que vino con nosotros al viaje, que además era el jefe de estudios del cole, diciendo que si seguían así nos volvíamos a Madrid de inmediato y se acababa el viaje, asegurando que no era broma, que bien era capaz de hacerlo. Así pues y con la misma inmediatez, se acabaron las llamadas y todos a dormir la única noche que pasaríamos allí. 

De allí nos fuimos a Lloret de Mar, a un hotel bastante mejor que el de Andorra, para que negarlo, donde pasaríamos los siguientes tres o cuatro días, tal vez cinco. Allí lo pasamos guay, lejos de casa, de los padres..., bueno que te voy a contar de las sensaciones adolescentes en esos momentos. En Lloret también la liamos, como no, buena tropa fuimos, y también en el pasillo del hotel donde teníamos las habitaciones. No recuerdo la planta, pero si que alguien, no sé quien, tuvo la feliz idea de jugar con uno de los extintores, y en ese juego el extintor se abrió y todo se llenó de humo que no olía precisamente bien, así que nos metimos en las habitaciones como pudimos, y no cada uno en la suya, sino en la del compi que pillase abierta y allí nos quedamos hasta que el humo se disipó. Cuando el humo desapareció, salimos y como no, nos tuvimos que comer otra charleta del profe y la consecuente amenaza de volvernos a Madrid, lo cual a ninguno nos apetecía una mierda. A parte de eso, no recuerdo nada más que nos amenazase con volver antes de tiempo y la verdad es que lo pasamos guay el resto de los días. 

Recuerdo que en esos días fuimos de turisteo por Barcelona, como no, hubo parada en la interminable Sagrada Familia, a la que un compañero y yo por la silla de ruedas no pudimos entrar, pero de la que mis compañeros, al volver de ella, nos dijeron que no nos habíamos perdido nada, tal cual. También fuimos a Ampurias, la vieja ciudad greco-romana de Gerona, entonces se pronunciaba así en castellano y no se catalanizaba, la recuerdo chula, ambientada por otros grupos de turistas, me gustó. Y fuimos al lago de Banyolas, en la misma ciudad, montamos en barca, en plan Parque del Retiro, recuerdo que el agua estaba fría aún siendo casi verano porque nos dedicamos a echarnos agua unos a otros. 

Y luego estaban las noches en las que salíamos, íbamos a la playa y por le paseo marítimos, y alguna vez fuimos a alguna disco de esas para menores y en las que el dj no nos nombró a nosotros y varios grupos más que estaban allí. Además nunca olvidaré que llendo por sus calles de noche, de repente apareció de entre la gente un tío enorme vestido de blanco y con el pelo largo, le recuerdo como si fuese un indio, impresionó. No pasó nada con él, simplemente nos cruzamos, pero me quedé con su imagen para siempre. 

En definitiva fue un viaje muy guay que, como nos pasa a muchos, nunca olvidaré, siempre me quedaré que los recuerdos de aquellos maravillosos años.

lunes, 25 de noviembre de 2019

JOJO, MEMORIA PERDIDA, RECUERDOS OLVIDADOS

Como cualquier día desde hace no sabía cuantas décadas, JoJo se encontraba en el jardín de su casa arreglando sus flores y petunias a las que tanto mimaba, saludaba y sonreía a las mismas caras cada vez y seguía con su rutina, inmersa en sus pensamientos. 

Ese día, tras tomarse su té mañanero, había decido no leer el periódico, no tenía de seguir las mismas noticias de cada día, no quiso saber nada del politiqueo ni de cualquier mala noticia que en él pudiera leer, y perdida entre sus plantas, ignoraba que su pasado se le acercaba en un coche negro metalizado, guardado en una carpeta color canela, impoluta, como si fuese nueva. Cuando se percató de la cercanía del coche, este se detenía frente a su puerta suavemente, sin mucha estridencia. De él se bajó una mujer de pelo muy negro, y detrás de ella, un hombre de piel pálida, se notaba que no le daba mucho el sol, ambos no tendrían más de cuarenta o cuarenta y pocos años. La mujer, con la carpeta en la mano, se le acercó a ella y de manera educada pero firme, le preguntó si ella era Kelly Thompson, un nombre que hacía años que no escuchaba, un nombre por el que ya nadie la llamaba. 

Al principio quiso negarlo, negaba ser ella hasta que la mujer abrió la carpeta y sacó una foto en blanco y negro algo amarilleada por el tiempo de una muchacha que no tendría más de veintipocos años y media melena. Al verla, a JoJo le cambió la cara, era evidente que la mujer sabía que era ella, sabía muy bien a por quien iba, habían dado con ella. Asintió. 

Su pasado había vuelto a por ella como cincuenta años después, tal vez más, había pasado tanto tiempo que todas las imágenes y los recuerdos de esa generación que pudiera haber, eran en blanco y negro, y eso suponiendo que quedase alguno. Había llegado el momento en el que tenía que pagar las cuentas que creía haber dejado atrás, perdidas en el tiempo, como si el mar se las hubiese llevado, sin pensar ni contar con que ese mismo mar tarde o temprano te devuelve todo lo que en él arrojas. JoJo miró a su casa diciéndose a si misma que sabía que este día llegaría tarde o temprano, aunque con los años, a su avanzada edad, tal vez ya no le tocaría rendir cuentas ante nadie de su pasado, eso pensaba cada vez con más frecuencia y más convencida de ello, sin embargo no era así. Sus fantasmas, como los de cualquier otro habían vuelto a por ella, y por ellos ahora tenía que dar muchas explicaciones de cuanto había hecho en su momento, a espaldas de todo un país que apenas tenía conciencia de ella. 

Sin coger nada, nada más que con lo que llevaba puesto, acompañó a la pareja al coche sin poner resistencia alguna a su destino. Su vieja y arrugada cara había cambiado, ya no era JoJo, volvía a ser la joven Kelly Thompson de hace medio siglo que creía haber dejado perdida y olvidada en el tiempo. Se subió al coche, se abrochó el cinturón al tiempo que le cerraban la puerta, y en silencio, desapareciendo en aquel coche negro metalizado, calle arriba, se dejó llevar hasta su pasado perdido y olvidado.

lunes, 18 de noviembre de 2019

INOCENTES PECADOS DE PALACIO

Llegó a palacio de forma inesperada sin ser anunciado por nadie en ningún momento, acompañando a aquel con quien la obligaron a casarse casi siendo niña y sin tan siquiera haberle conocido, y así, de esa manera le idealizó a él y a eso que llamaban matrimonio, sin embargo nada fue como ella pensó, ni él, ni el matrimonio, sin embargo ese hombre que al llegar a penas la miró y ni tan siquiera, a pesar de ser entonces la reina, la saludó, acabó siendo todo lo que ella había imaginado que sería su propio esposo, era todo lo que pensaba que sería y debería de ser un hombre. 

El entonces desconocido, llegó para servir de manera personal y directa al rey y a nadie más aunque el juramento que había hecho y sus propias convicciones morales, le impedían dedicarse de forma exclusiva y única a él, así pues también lo hacía con quienes de una forma u otra le pudieran necesitar. Su forma de ser pronto llamó la atención de la reina hasta el punto de encandilarla como ni su infantil marido lo había hecho nunca. 

El nuevo servicio del rey era un hombre sencillo y muy cabal que sabía cuando callar y sobre todo escuchar, sabía aconsejar muy bien a los demás cuando le contaban sus problemas o simplemente sus pensamientos, en seguida sabía que le convenía o que necesitaba cada cual, y así fue con ella, de quien más pronto que tarde le atrajo su juventud y al mismo tiempo su madurez y valentía para afrontar el mundo que le había tocado a pesar de su temprana edad, a la cual ya era madre de un niño al que le tocaría en un futuro heredar el país a modo de corona sobre su cabeza. 

Ambos, reina y el servicio del rey, conectaron bien pronto el uno con el otro, tanto que practicamente era uno de los confidentes de ella en asuntos tan personales que nada tenían que ver con ese mundo que la rodeaba, y no solo intercambiaban confidencias, ambos tenían gustos similares como la literatura, y compartían pareceres respecto a los asuntos del país y la política, tanto así que se podía decir que gobernaban a la sombra de un rey vacío que hacía lo cualquier otro dijera que tenía que hacer. 

Más allá de eso, reina y servil intimaron tanto que llegaron a compartir el lecho en el que el rey no dormía cuando este pasaba la noche en casas de mujeres de vida alegre, emborrachándose sin preocuparse de nada más. Los dos eran la mano derecha e izquierda del rey y ambas se estrechaban y enlazaban de cuerpo entero cada noche entre los enormes y altos muros que callaban y guardaban el secreto de aquellos inocentes pecados de palacio.

lunes, 11 de noviembre de 2019

ESA RUBIA QUE NO ME DEJA DE MIRAR

La conocí en una noche de invierno, creo, iba disfrazada de dulce aunque cada uno de sus besos amargaba, rubia de abundante pecho pero frío y espumosa su pasión, y bebía mucho, bebía en lata, botella y vaso, bebiendo aguantaba largo rato.

Su llegada era siempre oportuna, convirtiendo los días feos y malos en días de fortuna. Era de apariencia helada, aunque a veces estaba caliente, de cualquier manera iba bien para una fiesta o después de la siesta.

Esa rubia me refrescaba y con el sabor de sus labios me embriagaba, y en los malos momentos me consolaba. Con ella engordaba y aún así me amaba.

Indigno soy de ella bebiendola en lata, pues el sabor de sus labios no es el mismos que el de las botellas o los vasos. 

Le da igual si yo soy un cursi y ridículo burgués o un burdo obrero, sabe que yo la quiero. Sabe que la celo, y en ese celo con ganas la beso y la quiero. Me gusta cuando viste de dorado, y más aún con su color de piel tostado. 

No me resisto a esa cerveza rubia que no me deja de mirar.

lunes, 4 de noviembre de 2019

MADRID, SON LAS 18 H Y ES DE NOCHE

Madrid, son las 18 h, seis de la tarde para los milenials, y es ¡de noche!. Muy lejos queda ya el verano, estar a plena luz del sol a estas horas, e incluso más tarde, muy lejos quedan ya las terrazas de los bares, el calor y el sudor, el poder ir en manga corta y sin los consabidos tres kilos de ropa que toca ya llevar. 

Ya nada es igual, la cerveza fría ya no sabe igual, ya no son tarde de helado ni agua fría, por las calles ya no se va igual. Ahora capas y capas de ropa como si fuéramos cebollas, nos envuelven hasta convertirnos en muñecos de nieve andante, apretados con nosotros mismos hasta que nos recogemos en casa hechos un ovillo con un café o un té hirviendo entre las manos. Las luces de la noche nos mal alumbran en las calles oscuras mientras la pagamos a millón sin que Madrid sea la jodida Las Vegas. 

Y por delante nos queda aún más frío en noches más largas, más capas de ropa nos queda por poner, más cafés, más tés, más estrés, más coches, más de todo, y el moco colgando como adorno de árbol de Navidad hasta que ya bien entrado el año próximo, el sol, que no el calor, por más tiempo nos quiera acompañar. 

Y aquí me quedo, al calor de mi habitación oscura en esta noche de otoño que aunque fría, por suerte no es lluviosa, aquí en Madrid, son las 18 h y es de noche.

lunes, 28 de octubre de 2019

CUANDO DESTAPAS LA CAJA DE LOS TRUENOS

Estaban a punto de soltar la bomba, de dejarla caer como un pesado y gigante pedrusco sobre las cabezas de todos ellos, y Antonio, quien siempre estuvo al frente de todo desde el principio, sabía muy bien que pasa cuando destapas la caja de los truenos. Es justo lo que iban a hacer ahora, destaparla y dejar salir todos los truenos que había en ella, y con los truenos, sus consecuencias, que serían muchas e imprivisibles, consecuencias desde lo profesional, lo político e incluso lo personal, porque él y todo su equipo se movía en ese ambiente, entre políticos y gente poderosa que manipulaba y mentía si lo tenía que hacer, gente que daba y quitaba, que hacía favores y los pedía de vuelta, se nutría de todos ellos, y esa vez en la que en ese momento tan tenso iba a hacer tanto daño, había decidido, después de mucho debatir, que iría con todo. 

Su diario, era un diario pequeño y humilde, de barrio que se guisaba y se comía su propio trabajo porque no tenía los medios que tienen los grandes y poderosos para poderlo hacer, y aún así, con aquel plato tan gordo, había decidido jugársela y soltar todo lo que sabían y tenían, porque ese era su cometido, por eso llevaba tantos años contando a la gente la realidad de todo lo que a su pequeña redacción llegaba. 

Llevaban meses jugándosela con todo ese material, meses e incluso años con algunas de las personas que en él había implicadas. Era un pez pequeño peleando en el océano contra peces enormes que a veces se lo querían comer, y esa vez iba a ponerse en boca de algunos de ellos consciente del peligro real de que de un bocado, o algo peor, le hicieran desaparecer. Se la jugó y aquella madrugada, mientras buena parte de la ciudad dormía, soltó el bombazo, todos aquellos soñadores se encontrarían el petardazo a la mañana siguiente al ir a trabajar, y a partir de ahí, a aguantar el chaparrón, a aguantar todo el enorme ruido que iba a generar y que levantaría una enorme polvareda. Ese día sería lo más parecido a la caída de Pompeya, sería como si llovieran piedras sobre ellos, sabía que casi con toda seguridad acabaría con la carrera política de más de una y de uno, había mucha gente implicada, y no era una implicación menor, en esa caja de Pandora se hablaba de delitos graves, delitos que implicaban cárcel y en la que había vidas en juego, la suya y las de los suyos también, porque bien sabía que se movían entre una mafia oculta, bajo una nube tóxica muy grande, pero estaban todos dispuestos a dar la cara y afrontar el riesgo, aunque tampoco tenía mucho donde elegir, sus nombres iban en el bombazo, y todo el mundo sabían quienes estaban detrás de las páginas que leían cada día, ahí no valía el anonimato.

La tensión era palpable en él que apenas había dormido, en él y en todos sus compañeros de batalla, pero estaban convencidos de que eso era lo que tenían que hacer y en ningún momento, a pesar de la tensión y los muchísimos debates que habían tenido y discutido mil veces, se echaron para atrás, la conclusión al final siempre era la misma, y con ella tiraron para delante, hasta el final, y ese final había llegado ya, el punto y final a tanto trabajo, y a pesar de todo lo pasado y de todo lo que hubiera que pasar, estaba la satisfacción del deber cumplido, aún sabiendo que pasa cuando destapas la caja de los truenos


lunes, 21 de octubre de 2019

UN LUNES AL SOL DE OTOÑO

Lunes, jodido lunes, ese que viene después del plácido Domingo, y le tocaba madrugar. Se despertó temprano, más de lo habitual, y sin ganas, sin ninguna gana, sin las mismas con las que se arregló, se tomó su café sin prisa, sin mirar el tiempo, le daba igual. Al rato, teminó de coger sus cosas y salió de casa, a lo que fuera que tuviese que ser. 

Hacía fresco, ese verano que se le hizo tan corto ese año, se fue hace mucho, ahora ya solo habría frío y lluvia, la misma que le hacía pensar en mandarlo todo a la porra volver a su casa aunque el fresco de la mañana apenas le molestaba, había un vocecilla que le hacía quitara importancia a ese día, a ir o no ir, daba igual; sin embargo se quedó, y esperó a que pasara un taxi al que parar, y no tardó en para uno. 

Se subió a él sin pensar en nada más, simplemente en subir y tirar p´adelante, y a partir de ahí, desde que arrancó, sin darse cuenta ni saber como, todo cambió, aquel lunes ya no era tan jodido, desde ese momento todo fue rodado, rápido y sin muchas vueltas, al fin y al cabo pensó, "bueno, que pase pronto lo que tenga que pasar". 

No tardó en llegar a su destino más de lo habitual, solía ir con cierta frecuencia, ni pagó la carrera más cara de lo que la solía pagar, su bolsillo lo agradecía, y todo se dio sin mucha espera, sin mucho pensar. La mañana pasó rápida, sin pesares ni excesivos fríos para las temperaturas que se anunciaban. Se mezcló entre toda la gente que le rodeaba, todo ese calor infernal que proyectaban, los miraba yendo de un lado a otro, decenas y decenas de mundos cruzándose unos con otros casi sin mirarse. Y al acabar, tan pronto como pude se fue, salió de ese calor asfixiante, de ese ir venir intenso como si llegaran o se fueran tarde. Se subió a otro taxi, parecía que ese día todos estuviesen cerca, esperando su llamada e ir en su busqueda con tan solo doblar la esquina, y se fue sin mirar atras.

Al final, sin esperarlo ni buscarlo, ese fue un buen lunes al sol de otoño.

sábado, 19 de octubre de 2019

CAMINANDO ENTRE LAS LLAMAS DE LA OSCURIDAD

Aquel caos le despertó de su larga paz,  para acabar volviendo a la oscuridad, y ahora camina por ella, entre sus llamas, en esa ciudad de locos. Caminar por sus calles era peor que caminar por las calles de la última película de El Corredor del Laberinto, como si un virus hubiese contagiado a toda la ciudad y los hubiese vuelto locos a todos. 

La ciudad entraba en un estado apocalíptico al llegar la noche, alteraba a todos, igual que lo hace la luna con el hombre y lo convierte en lobo. Los enfurecía y sacaba de ellos su yo más agresivo. Todo lo que uno se encontraba a su alrededor servía de arma arrojadiza contra cualquiera y en cualquier parte, todo servía de barricada y lo hacían arder, tanto que casi se queman así mismos en el intento. Las llamas y el humo negro y denso subían tan alto que se colaba en el hogar de todo aquél que se intentaba refugiar de aquella barbarie. 

¿Y la policía?, ellos hacían lo que podían en medio de aquella locura irracional que llenaba periódicos y minutos en los telediarios, cortaban cualquier programación para hablar de ellos, de la ciudad, de nosotros. Las imágenes que se podían ver eran alarmantes, era como estar en plena guerra, entre calles arrasadas y destrozadas, como si las hubiesen bombardeado y luego un enorme tanque las hubiese pasado por encima. 

Las noches se hacían eternas en la ciudad, cada noche la misma pesadilla, desde cualquier punto la veías arder tanto que bien la podías llamar La Ciudad Infierno o Pandemónium, la capital del infierno. Caminar por sus calles, entre su gente psicótica, era caminar entre las llamas de la oscuridad.

lunes, 14 de octubre de 2019

LA MUERTE QUE VINO DEL MAR

Andaba por las calles de París, a casi mil kilómetros de su casa, inmersa en su trabajo, codeándose y retozando con la alta sociedad, con lo más granado del mundo del arte, ajena e ignorante de todo lo que ocurría en su querida cosa de Niza, ajena a lo que el mar, tanto tiempo después le devolvía. 

Le encontraron en la orilla, medio cubierto por el mar, envuelto con la vela de un barco, prácticamente irreconocible, tanto que lo único que pudo poner a la policía sobre su pista, fue un reloj que le regaló su madre hacía mucho tiempo. Apareció cuando nadie lo esperaba, cuando ella creía que había pasado todo, cuando pensaba que todo el mundo creía que de un momento a otro y sin dar ni encontrar explicación alguna, simplemente se había ido, había escapado de todo y de todos. Por que él era así, era el más débil de sus hermanos, o al menos y al contrario que ellos, no sabía o no tenía como escapar de las cosas, de toda la mierda que rodeaba a su flamante y rica familia. 

Su madre, gustosa de tener el poder y el control de todo, de saberse, y a ratos creerse más poderosa que nadie, escapa rodeándose de lujos y superficialidad, a la vez que se tiraba todo lo que respirase. Su hermana, con tendencias a la autolesión, retozaba con su mejor amiga, aunque él nunca tuvo claro de que palo iba; y su otro hermano, se metía en una habitación que pocos conocían para aparecer en los grandes eventos familiares, todo colocado. Por lo tanto ninguno le servía de apoyo ni escape de nada. 

Solo su madrastra, que no estaba contaminada por nada de todo aquello, y que para él supuso un poco de aire fresco, era la más cercana y por tanto, era quien mejor le podía dar un poco de aquello que buscaba, o al menos así lo pensaba, y tanto se acercó a ella que en no sabía que momento acabó distorsionando las cosas, confundiendo una mano tendida con otras cosas que ella no le ofrecía. Lo que terminó siendo locura y tragedia para ambos.

Tras la desaparición y con el tiempo, ella pasó de haberse sumado a la preocupación familiar por él, a intentar cobrar la normalidad en medio de todo aquello, y en la medida de lo posible, tratando de disimular, tratando de no pensar en él, y por eso volvió a su trabajo, al igual que tuvieron que hacer los demás, por eso se fue a París. Pero tenía que volver, y volvería sin saber que la muerte que le dio al mar para que se la tragara y se la llevase lejos, le sería devuelta.

lunes, 7 de octubre de 2019

UNA LARGA DESPEDIDA PARA NO DECIR ADIÓS

En sueños estaba ahí, contigo, con todos, una vez más. Sin embargo no era un día más, no era un día para soñar, y aún así lo soñé. 

Soñé que aunque estábamos en el mismo sitio, aquel era otro lugar, nada era lo mismo, era todo más grande, había más pasillos, pasillos más largos, y tantas habitaciones que entre todas ellas, perdí la mía y me equivoqué, y me equivoqué tanto que de repente nos vimos todos en otra habitación, en la misma habitación, todos haciendo la maleta, la maleta que indica que era el punto final, la maleta en la que sin querer, nos debíamos decir adiós. 

Y no queríamos, nos resistiamos a despedirnos, a no vernos más, y por ello lo alargabamos y retasábamos sin para de hablar, conversaciones banales para hacer de aquella, una larga despedida para no decir adiós

Maleta en mano me fui, no quería pero me tuve que ir, y otra vez entre tanta salida y tanto pasillo, me perdí, salí por donde no debí, por la salida más lejana que había, por la que no iba a ningún lugar, más que a quedarme allí, en ese sitio perdido del que ni siquiera sabía exactamente donde estaba, pero tuve que volver por donde llegué. Me di la vuelta a ese laberinto de pasillos para ir a donde me esperaban, para ir por donde no quería salir, y francamente, jamás supe si lo logré o me quedé para siempre en medio de ninguna parte. 

Me desperté sin saber que pasó, sin ver a nadie más, solo, desandando el camino que mil veces volvería a andar. Así que es posible que si nos dormimos, en uno de esos pasillos, en alguna habitación, tú y yo, todos nosotros, nos veamos un día más, o al menos, un momento más.

lunes, 30 de septiembre de 2019

UNA MUJER CALVA EN EL ESPEJO

Se levantó a no sabía que hora, temprano pero no mucho, con más sueño y pereza que otra cosa. Fue al baño con los no sabía cuantos kilos de más que le proporcionaba el enorme sueño que aún tenía, era casi como si fuese dormido con los ojos abiertos, se paró frente al espejo, intentando despertarse y empezar el día, se miró, y la pereza que le daba lo que veía en él, no ayudaba mucho. 

Llevaba barba de unos pocos días, no le apetecía afeitarse, eso le daba aún más pereza que todo lo demás, le resultaba un auténtico coñazo, algo bastante tedioso cuando le tocaba hacerlo, y no solo era eso, se miraba y veía el alboroto que tenía sobre su cabeza, el pelo ya le crecía, y lo hacía más rápido y en una cantidad que le pesaba, ese era otro coñazo. Tenía una buena mata de pelo a pesar de haber entrado ya en los cuarenta, y tener que domar y peinar todo ese alboroto tampoco le apetecía mucho, por no decir nada, otro rollo más sumado a la barba, todo pelo que solo daba trabajo, trabajo y nada más, porque tanto con él, como sin él, no era un adonis, no sabía que era mejor, si tener más pelo o menos, pero si sabía una cosa, al menos así lo había decidido en ese momento, querría ser una mujer calva, si calva. 

Se decía frente a su reflejo aún medio dormido que eso sería lo mejor, ser una mujer y calva, así no tendría que afeitarse, ni peinarse, sería un problema que no tendría, ni problema ni gasto. Todo sería más rápido y fácil, e incluso cómodo, así no se pincharía sobre si mismo al dormir de un lado u otro, ni le picaría, ni nada, no habría nada, solo cara y cabeza sin un solo pelo con el que lidiar. Y así se imaginaba frente al espejo, jugaba a verse como una mujer calva, y no es que se viese de maravilla con su cara, no sería una mujer muy guapa, pero si sería una mujer sin nada que afeitar ni que peinar. 

Le gustaba fantasear con ver a una mujer calva en el espejo.

lunes, 23 de septiembre de 2019

UNA CORONA GRANDE PARA UNA REINA PEQUEÑA

     Por esas crueles leyes de la vida, siendo niña, muy niña para algunos, se vio obligada a dar la cara frente a su gran nación, muy grande para ella según algunas bocas, se vio obligada a madurar y crecer casi de un día para otro, a ser mujer.

No se podía negar ni ocultar que tenía cierto miedo y vértigo ante todo lo que estaba sucediendo, y lo que estaba por venir, pero ella, al igual que su antecesor, y quien bien la enseñó, era valiente y osada, era una guerrera rebelde que a pesar de las enormes circunstancias, no se dejaba amilanar.

A pesar de la inocencia que en ella veían los demás, sabía que tendría que librar mil batallas fuera, y sobre todo dentro de su palacio, que muchos veían y querían que fuera de cristal, y a buen seguro mucho harían por conseguirlo. Sabía que de casi nade se podía fiar, carroñeros y leones deseosos de devorarle el poder la rodeaban agazapados esperando poder darle caza en cuanto ella se descuidara. Bien era cierto que no todas eran alimañas, habrían quien la cuidaría y bien la aconsejaría para su buen hacer.

Muchos pensaban que aquel reino, el más grande entre los reinos, era una corona grande para una reina pequeña, y ya maquinaban como ser reyes y reinas bajo su sombra, como dirigirla para hacer esto y aquello, e incluso, ya tan joven, con quien casarla para dominarla, y de paso asegurar un heredero, su heredero, el de todos ellos que resabiados pretendían ser más que ella. Sin embargo, pocos vieron que era un corcel salvaje, a quien no podrían domar, y más pronto que tarde soltó coces y voces, haciéndose grande y tomando su lugar, en un palacio más grande y menos de cristal.

Quisieron implantarle una mano derecha con la que señalar, olvidando que con la izquierda, bien podía azotar a esas moscas cojoneras revoloteantes, dando paso a un todavía joven ministro que se hizo amigo y casi algo más, para envidia y recelo de caras largas y casi sorprendidas. Y hasta en su coronación eligió su canción con la que bailar, y a todas esas hienas, unas ya gordas y viejas, abofetear, demostrando y haciendo ver, que aquel reino de reinos que portaba en su cabeza, no era una corona grande para una reina pequeña.

lunes, 16 de septiembre de 2019

CARTAS DE UNA PÁGINA EN BLANCO

    
        Hacía horas que había anochecido, tantas que pareciera que pasaban el día de noche, habían terminado de cenar, y cada cual había ido a sus últimos quehaceres antes de dormir. La criada, una noche más le subía el último té a la señora, que se encontraba en ese despacho que se había apañado en el piso de arriba, cuando al entrar, se la encontró en el suelo, con un gran charco de sangre bajo su cabeza, y gritó, impresionada, llamando la atención de toda la familia.

Eso fue lo que le contó Bill, el marido de la señora, a la policia, cuando fue cuestionado por lo sucedido. Mientras, la policia se encontraba en el lugar del crimen, inspeccionándolo todo, tratando que no se les escapara ningún detalle de la escena que se encontraron. No estaba todo tan revuelto como pensaban que se lo encontrarían, normalmente, los familiares de las victimas, con los nervios, suelen revolver y tocar cosas, cambiarlas de sitio, al menos eso se comentaban los agentes entre sí. Tan solo vieron bastante lío en la mesa del despacho, que estaba llena de viejas cartas escritas en fránces, y algunas fotos de lo que parecía ser París en la misma época en la que se escribieron.

Entre tanta carta dispersa por toda la mesa, hubo algo que les llamo mucho la atención, un boligrafo con una gran pluma artificial en un extremo, una vieja llave con unas iniciales, muchas postales y fotos de París, lo que hacía pensar que eran recuerdos de toda una vida allí, o al menos buena parte de ella, también había lo que parecía ser una agenda, o un diario igual de antiguo que todo lo demás, abierto casi por la mitad, en dos páginas en blanco, con una foto pillada por un clip a una de ellas, y en medio de estas, parecía que faltase una página, parecía que la hubiesen arrancado. No pudieron evitar preguntarse que tanto contendría esa página, para que suscitase tanto interés como para que la arrancaran, y ¿matar por ella?.

Cada uno de los miembros de la familia, su marido, sus cinco hijos, tres mujeres y dos hombres, además del marido de una de ellas, fue interrogado por separado, y luego en conjunto para confrontar las distintas versiones de cada uno, y sus coartadas que les eliminase como sospechosos. Todos dijeron lo mismo acerca del montón de cartas esparcidas sobre la mesa, parecían ser parte de una pobre herencia que le había dejado su padre, recientemente fallecido, aunque nada pudieron aportar sobre ellas, ya que ninguno conocía su contenido, solo la victima las pudo abrir, y eso lo hizo a solas.

Menos, dijeron saber nada acerca de niguna agenda o diario, decían saber bastante poco acerca de lo que le dejó su padre, de quien apenas habló nunca, algo que les parecía un tanto extraño, tratándose de un familiar, pero no imposible. Tras una larga noche de idas y vueltas, y de preguntar una y otra vez, el inspector a cargo del caso y sus agentes, se hacían varias preguntas que aún quedaban en el aire, ¿todo aquello tenía que ver con la página arrancada?, ¿estaban relacionadas las cartas, con la página que les faltaba?.

Para la policia, hasta que no supieran más, eran cartas de una página en blanco.

lunes, 9 de septiembre de 2019

NUNCA DIGAS QUE NO ME HAS VISTO

             Estaba ahí, lo sabes, a penas unos pocos metros que se contaban con los dedos de una mano nos separaban, y me viste, así que no digas que no. Por capricho del destino, que a veces es así de cabrón, coincidimos en el mismo espacio, el mismo día y a la misma hora. 

Dios, el diablo o no sé quien, quiso que tú, precisamente tú, estuvieras en la presentación, y para rizar el rizo y hacerlo aún peor, en primera fila, para que se te viera bien, para que me vieras bien, sin perder detalle. Y nos vimos, porque era imposible no vernos, no mirarnos estando tan cerca el uno del otro. 

Fue un segundo, poco más, poco menos, tu mirada y la mía se cruzaron en tan pequeño espacio, y tú rápidamente la apartaste fingiendo no haberme visto, haciendo como que no estaba ahí, pero estuve, y nos vimos aunque no quieras, como no quise yo. Me ocupaba de los pequeños y últimos detalles de la presentación, y te vi, y ella te también te vio, que coño, ¡el mundo entero te vio!. Todos sabían que estabas ahí, porque te encanta hacerte notar, te encanta que te vean, eso si, de puertas para afuera, pura fachada todo, y con esa fachada ser el centro de atención, aunque ese día eras puro relleno y nada más, eras un figurante más de una película, mi película, y con el mismo silencio con el que llegaste, te irías, porque ese momento no era para ti. 

Y en ti me quedaría yo, en tu mente, en tus pensamientos y en tus temores ante lo que yo pudiera decir de ti después de haberte visto, porque temes y te importa mucho el que dirán de ti, te importa si hablarán de ese puro envoltorio con el que te muestras al mundo, o de ti dirán la verdad. En cambio tú no quedarás en mi, ya no, ya pasé la página de ese libro que no leeré más, un libro empolvado en ricón que solo está ahí para tirar, regalar, o simplemente para olvidar, en cualquier caso y  de cualquier manera, nunca digas que no me has visto.

lunes, 2 de septiembre de 2019

LA NOVELA FANTASMA DE UN AUTOR INVISIBLE

      Hacía buena tarde, tan buena que decidió que era el momento perfecto que tanto tiempo había estado esperando, era el momento en el que contaría todo lo que tenía en su cabeza y a lo que tantas vueltas le había dado. 

Había pensado en todo mil veces, en cuando contarlo, como hacerlo, y donde. Sabía a donde tenía o al menos donde quería hacerlo llegar, solo le faltaba decidir como, aunque eso casi lo tenía decidido también, como casi todo lo demás. No tenía del todo claro si hacerlo con su nombre real o con un pseudónimo, como tantos otros escritores habían hecho a lo largo de la historia, no sabía si ser uno más, aunque eso no era lo más importante, lo que importaba, si lo sabía. Tenía todos los detalles de principio a fin, tantos que no sabía cuantas páginas pudiera ocupar, y más o menos, sabía en el orden en que los quería contar, lo tenía todo, solo le quedaba hacerlo realidad. 

Así, con todo decidido y, digamos que sobre la mesa, cogió su chaqueta, la cartera, él móvil que no pretendía mirar, un bolígrafo, y un cuaderno casi sin usar y en el que alguna vez tomó notas. Con todo ello salió de casa y bajó hasta la terraza de un bar situada bajo unos soportales, algo retirada de la carretera, allí, en la primera mesa que vio, se sentó de cara a la calle y la vida del barrio, y sin perder de vista a los camareros. Abrió el cuaderno, y sin ponerle título aún, aunque practicamente lo sabía, empezó a escribir, sabiendo como quería dar a conocer su historia; lo haría desde la raíz, desde el principio, empezando por los antecedentes, básicamente, y como si de una serie se tratase, se podría decir que era el capítulo piloto, lo cual daría más sentido a todo lo que vendría después, o al menos así lo veía él. 

A medida que lo hacía, pensaba en como lo mostraría al mundo, a ese mundo desconocido que no le había leído aún y que nada sabía, pensaba en ese pseudónimo que le daría misterio y tal vez suspense a todo, y le hacía sonreír, y sonriendo le pilló la camarera al preguntarle que iba a tomar. Casi no se percató de la vuelta de la camarera cuando le traía su copa, un brandy que le daría otro color y otro aroma a esa tarde medio bohemia y misteriosa en el que las primeras líneas del borrador empezaban a tomar forma.

Según escribía, pensaba en que en ese momento era como si fuese invisible, y se imaginaba como sería todo, en como les hablaría de sonrisas de mentira, les hablaría de complices y de victimas, y en que respuesta tendría todo aquello, pensaba hasta donde llegaría, si es que llegaba a algún lugar, al fin y al cabo, casi ni se le podía considerar escritor novel, pues nadie le conocía, pero como todo, la cuestión era empezar, y él empezó, aunque para el mundo pudiera ser, si le leían, La Novela Fantasma De Un Autor Invisible.

martes, 27 de agosto de 2019

KARLA: RETRATO DE UN CRIMEN

    Entró en la habitación como buenamente pudo, tambaleante, tanto que se tuvo que apoyar en el marco de la puerta para introducir la llave. Ya dentro cerró casi de un portazo al que, de la borrachera que llevaba, no puso atención, dejó la llave caer sin mirar donde y fue directo a la persiana, la bajaría para que por la mañana el sol no le despertase, quería dormir sin hora, necesitaba dormir la mona.

Tenía la cabeza muy pesada, abotargada, todo él se sentía pesado, había bebido más de lo que en él era habitual. Se dio la vuelta para sentarse en la cama cuando y a pesar de la caraja que llevaba encima, se percató de la sangre que había por toda la cama, por la colcha, las sábanas y hasta en la lamparilla de noche, y entonces, y sin saber que leches estaba pasando, la vio a ella, a Karla, Karla con K, como decía ella.

La vio tendida en la cama sobre su propia sangre, ya algo pálida, estaba como dormida, aunque evidentemente era un sueño del que no despertaría. Tampoco sabía de donde había salido tanta sangre, con la borrachera, estaba tan aturdido que no pensaba con claridad. Lo que estaba claro, o al menos lo parecía, es que cuando se descubriese todo, él tendría todas las papeletas para ser el culpable de aquello, y quien sabe si lo fuese, no tenía nada claro.

Karla era la chica con la que se llevaba viendo un tiempo en aquel hotel que ella misma le había recomendado, y aún con la tremenda borrachera, sabía que era ella, porque un buen rato antes, habían estado tomando una copa, o varias, en el bar del hotel. No sabía cuantas copas fueron, si fue una o fueron más, aunque por su estado, probablemente fueron más de una y más de dos, tampoco recordaba cuando se fue ella dejándole solo en el bar, no sabía nada, salvo que quería que todo aquello solo fuese una mala pesadilla provocada por el alcohol, solo sabía que quería despertar y estar muy, muy lejos de allí.

Él no era de mucho beber, alguna copa de tarde en tarde, en alguna celebración o en alguna comida familiar, raramente bebía en alguna otra ocasión más, y mucho menos era de irse con desconocidas, ni de serle infiel a su mujer, pero con Karla, todo fue diferente, tenía algo que le embriagaba más que las propias copas que se tomaba, tenía un magnetismo del que el primer día no supo escapar, y lo peor es que esa atracción le gustó tanto, que en ningún momento lo intentó, simplemente se dejó perder y llevar por él, por ella. Recordaba todo de ella, menos como acabó así en su habitación.

Bloqueado por la borrachera y la situación, solo pensaba en escapar de allí, y solo con ese pensamiento en su aturdida cabeza, buscó y cogió la llave de manera un tanto aparatosa, y salió de la habitación, arreglándose como pudo, aunque sin poder evitar la evidencia de su lamentable estado, solo quería irse de allí sin que nadie le viera, sin que nadie le pudiera relacionar con aquella escena cuando, por la mañana, encontrasen el cuerpo de Karla tendido en esa cama toda salpicada de sangre.

lunes, 19 de agosto de 2019

EL DIABLO BAILA CONTIGO

      El diablo baila contigo, no lo dudes, baila contigo, camina contigo, come contigo, e incluso duerme contigo. 

No importa si no lo crees, si no le sientes, e incluso si no le ves, siempre está ahí, contigo, a tu alrededor, cerca de ti. Es el que te confunde, el que te hace cometer errores, el que te hace fallar, e incluso el que te hace pensar mal. 

El diablo siempre está ahí, ante ti, aunque no se mostrará como tal, te parecerá guapo, simpático, y de confiar. Tendrá una apariencia dócil, tierna o aburrida, nada que te haga sospechar, ni desconfiar. Sin embargo, siempre te mira, no te quita ojo, y mientras te mira, maquina, trama y elucubra contra ti. 

El diablo, con cara de niño, o de ángel, con cara de no haber roto un plato, es el que te hace pecar, te lleva por calles y pasillos oscuros, te embriaga, y lleva de la mano, te pierde, hará que todo parezca un sueño, y tus sueños los convertirá en pesadillas, una vez lo ha hecho, te abandona a tu suerte. 

No se va, pero te abanadona, te deja en un rincón, y se queda mirándote, deleitándose en tu mala suerte, divertido y risueño. Y en ese camino en el que te ha llevado de la mano, con toda su maldad, el diablo baila contigo.

lunes, 12 de agosto de 2019

DE FIESTA EN FIESTA, Y UNA MISTERIOSA INVITACIÓN

  Celebraba una fiesta en su propia casa, con incontables invitados y todo tipo de lujos, no escatimó en nada, al fin y al cabo, daba una cada mil años. En un momento de la fiesta que ya ni recordaba, uno de sus mayordomos llegó a ella, sobre en mano, y al entregárselo, le dijo al oído que un hombre que parecía ser también mayordomo, se la entregó con la premisa de que se la diera a ella personalmente, y dejó un coche aparcado en la puerta, yéndose el emisario a pie sin mediar mas palabra. 

El sobre era algo abultado, evidenciando que traía consigo algo más que una carta. Al abrirlo sacó de él una rosa roja, sin espinas, y con ella una pequeña carta en la que se leía:  

"Disculpa el atrevimiento, sé que no es el momento, ni la forma de sacarte de tu casa, ni de tu fiesta, pero no puedo dar la mía sin tu presencia, ruego aceptes esta invitación a mi humilde mansión. Te dejo mi coche y en él, mi dirección, y como llegar. Deseo y espero que aceptes. Te espero.". 

La invitación no llevaba firma, no tenía forma de saber quien la enviaba, tampoco reconoció la letra. Dudó si ir o no, tenía ciertos recelos, pero no era mujer de quedarse con la duda, siempre necesitaba respuestas, necesitaba saber quien se ocultaba tras la máscara de la invitación, así que decidió aprovechar la distracción y la embriaguez de sus invitados, para escapar y ver quien había puesto los ojos en ella. Se fue sin decir adiós, salió, se acercó al coche que le habían dejado, admirándolo y estudiándolo a partes igual, percatándose de que con toda probabilidad, sería de un hombre, pero..., ¿quién?. Daba igual, se subió, buscó la dirección que encontró en la guantera, el lugar al que ir estaba algo lejos, pero sabía donde era, y aun así no acertaba a adivinar quien la había invitado a tan altas horas de la noche. 

Condujo por las serpenteantes carreteras de la isla, colina abajo, medio temerosa de perderse o caer por los acantilados que la rodeaban. Llegó hasta la flamante casa a la que había sido invitada, siguiendo las instrucciones de la nota, que la llevaron a la parte de atrás. Se detuvo, bajó, no había nadie, así que decidió seguir a pie el ruido y la música que oía de fondo, expectante y con cierto nerviosismo ante lo que se pudiera encontrar. Cuando llegó, se encontró con un jardín, y la misteriosa mansión que recordaba abandonada, había bastante gente en él, gente que no conocía, gente bebiendo y hablando, más embriaguez, pero seguía sin dar con el misterioso anfitrión, miraba a todas partes sin ver nada, hasta que una voz masculina que intentaba no asustarla, carraspeó a espaldas suyas. Se dio la vuelta, y ojiplática reconoció por fin al misterioso hombre que tanto suspense le había puesto a la noche. 

Era Carlo, un viejo amigo, con edad de ser su padre, al que no veía hacía mucho tiempo. Sorprendida le dio un abrazo, haciéndole mil preguntas. Él le contó que había comprado la mansión, decidiendo vivir allí, que necesitaba cambiar de aires, y que el clima de la isla, le iba mejor que tanta urbe en la que vivía. Resuelto el misterio, se enfrascaron en una conversación interminable, acompañada de buen champán y mil desconocidos a los que saludar.

lunes, 5 de agosto de 2019

LA TRISTE ESTRELLA A LA QUE TODOS MIRAN

    Se encontraba cerca de la puerta del lujoso hotel que ese día era el centro de atención de todo el universo, estaba en medio del gentío formado alrededor, no sabía como había logrado colarse y llegar hasta ahí, pero lo había hecho, estaba casi en primera fila, esperando como todos, a poder ver pasar a su estrella. Todos la querían ver, todos hacían por estar los primeros, al pie del cordón de seguridad para verla pasar. 

Había cámaras de televisión y fotógrafos por todas partes, un cordón policial que parecía insuficiente ante la que había montada, intentaba controlar aquel descontrol que se formó por ella, por la estrella que todos querían ver, tocar, y saludar. Era como una reunión de tiburones salvajes. Para los que estaban ahí, era como un día de fiesta, un día especial, un día de esos que pasan cada no se cuantos años, y en un momento en el que todos miraban a todas partes, y a ningún lugar, apareció su estrella. 

Llegó en un monovolumen de alta gama, espectacular, era de color negro, muy negro, se podría decir que era de color carbón oscuro, era metalizado, y a la luz del sol brillaba mucho, casi tanto como los tropecientos flashes que saltaron como chispas al verla llegar, y no la dieron tiempo ni a salir de su flamante vehículo. El monovolumen se detuvo en frente de la puerta del hotel, a la gente se le disparaba la adrenalina, gritaban su nombre, o simplemente gritaban locos ante ese fenómeno social, que casi parecía sin precedentes, aunque no lo fuera, recordando un poco a la llegada de Ava Gardner a España, cuando se vino a vivir aquí, huyendo del devorador Hollywood, de hecho a ella la comparaban con Ava, y su llegada también, la comparaban en casi todo, como si fuera un déjà vu todo lo que estaba pasando, pareciendo que la historia se repitiese. Un guardaespaldas del tamaño de un gorila gigante se bajó del asiento del copiloto, y cuando pudo, abrió la puerta de los pasajeros, y unos treinta segundos después, apareció ella, radiante, más brillante que el monovolumen y que la lluvia de flashes; intentaba pasar despercibida ante tal marabunta, imposible, solo si fuese del tamaño de una hormiga, podría lograrlo. Se quitó sus enormes gafas de sol y se esforzó por sonreír un poco, y en ese momento ella miró hacia su lado, se miraron, ella más bien miró a todo y la nada, un poco al vacío, pero por un breve instante, se miraron, y se dio cuenta, o le pareció ver su verdadera mirada, una mirada triste, como de no querer estar allí, ni todo aquello en lo que se veía envuelta, como si quisiera escapar. 

Escapar, imposible salir de esa jaula de tiburones psicóticos y hambrientos de ella, estaba en un lugar donde abundaban y rebosaban los paparazzi que la acosarían día y noche. 

En los mismos segundos o menos de los que tardó en bajarse de ese carbón oscuro con ruedas, se metió en el hotel y despareció de casi todos los ojos que allí se encontraban, y allí trataron de aislarla de todo aquel alboroto, mientras la gente no cesaba de llamarla como si la quisieran devorar, la prensa intentó hacerle mil fotos en un momento, saltaron tantos flashes que ya no sabía se estaba cegado por ellos o por el sol. En cualquier caso todo pasó en un momento, ya la vio, y probablemente no la volvería a ver como en aquella ocasión, no volvería a ver a la triste estrella a la que todos miran.

lunes, 29 de julio de 2019

INSPIRACIÓN, TRANSPIRACIÓN

  Llevaba un rato sentado en su escritorio, delante de su ordenador, con la hoja en blanco, sin saber que escribir, sin ideas, y casi sin ganas, pero algo debía de hacer ese día. En la editorial esperaban sus páginas, aquellas que no podía retrasar más, o todo el proyecto se iría a la mierda, pero no sabía que escribir. Leía y releía lo escrito en busca de ideas, en busca de inspiración, le daba mil vueltas, pero estaba bloqueado, y nada salía de su enorme cabeza. 

Miraba por la ventana, miraba a toda esa gente al sol, que iba y venía, que se abrasaba al calor de aquel mes de Julio, les veía abanicarse, y buscar la sombra como él buscaba la inspiración, sin embargo, él como ellos, padecía los calores del momento y solo lograba transpiración. Aquello era frustrante y agotador, casi tenso, porque el tiempo corría y se le echaba encima, aplastándolo, dejándolo casi sin respiración. 

Sentía, o al menos pensaba, que ya no era la misma persona de antes a la hora de escribir, parecía que las ideas que antes rebosaban en su cabeza, ya no le llenaban, ya no estaban ahí, como si hubiesen emigrado, cual bandada de pájaros que se va al llegar el invierno, yéndose estas, sus ideas, en verano, huyendo del infernal calor de Madrid.

Antes era como si las líneas, atrajesen a mas líneas, y esas a muchas más, llegando casi a agolparse y apelotonarse en aquellas páginas en blanco, dejándolas casi pequeñas, casi insuficientes para todo lo que salía de su cabeza, como si de una caja de llena de ellas se tratase. Antes casi no necesitaba pensarlas, llegaban solas, y se quedaban ahí, era como si estas invitasen a muchas más, era como una fiesta de ideas, en las que invitas a unas pocas, y esas pocas invitan a más, hasta llenarlo todo y superar el afóro. Sin embargo ya no lo sentía así, no le llegaban, ni le llamaban. Era como si necesitase que alguien le dijera que escribir. 

Por un lado, a veces le daban ganas de dejarlo todo, de no seguir, e incluso de dedicarse a otra cosa, por otro, quería y deseaba ser como aquellos a los que leía o había leído en su día, deseaba ser conocido y reconocido como ellos, e incluso influyente para los demás, sentirse que estaba sentado un escalón por encima de ellos, lo cual no dejaba de ser ególatra y hasta pedante, pero se sentía así y no podía evitarlo. 

Sin embargo no daba el nivel, tal vez, por mucho que lo quisiera, aquello no era lo suyo, y se estaba metiendo en un mundo que no le correspondía, aunque quienes le conocían, siempre le habían dicho que por que no escribía un libro, que escribir se le daba bien, y tal vez, se lo creyó, y creyó en él, y entonces escribió. Aunque ese día no, ese día no era el que tocaba, o no se dejaba tocar, no le salía ni le daba forma a nada, y esa nada le hacía sudar más que el calor.

Ese día en lugar de inspiración, había transpiración.

lunes, 22 de julio de 2019

LA PICADURA DE LA MUJER ARAÑA

     Se despertó pensando en ella con una sonrisa, pensando en como era posible que alguien a quien no conocía de nada, hubiese calado tanto en su interior. 

Realmente, aquella mujer no era para tanto, una de tantas a las que había conocido o podría conocer, probablemente tendría una vida como la pudiera tener casi cualquiera, sin embargo algo le había enganchado a ella, tanto que la llamaba "la mujer araña", porque sentía que estaba en su tela de araña, como si de una trampa se tratase, y sin poder escapar, notaba "la picadura de la mujer araña"

Siendo ella de lo más normal, al menos en apariencia, al mismo tiempo tenía un gran magnetismo, como si de un imán se tratase. Tenía carisma y presencia, casi sin hacer nada, ni proponérselo, atraía la atención de cuanto se encontrase a su alrededor, tenía una personalidad casi desbordante, con su luz propia, una luz que en pocas personas podía encontrar, y en ella la encontró, sin tan siquiera haberla buscado. 

La verdad es que no buscaba nada con nadie, estaba en un momento en que no lo necesitaba, ni siquiera con ella lo buscaba, pero tampoco lo rehuía, y si surgía, tampoco se lo tomaría muy en serio, más bien como algo pasajero, sin embargo, le gustaba ese juego de atracción con ella, le hacía sonreír como hacía tiempo que no sonreía, así que, decidió dejarse llevar por él, y si algo en algún momento, no le gustase, dejaría de jugar. En cierto modo quería sentirse sin salida en esa tela de araña, o le gustaba, sentía que ella, más que brazos, tenia patas, como la araña, y sentía que cada una de ellas no dejaban que se fuera, ni se alejara. Parecía incluso que de sus ojos salieran patas, con aquella mirada tan penetrante, y que miraban fijamente, atrapando a su objetivo. Era una mirada dura, casi impertinente, medio chulesca y maliciosa. Y todo eso en su conjunto, la hacían muy atractiva. 

Todo en ella era atractivo, e incluso diría que tenía cierto aire a Angelina Jolie, le atraían sus poses, su voz, probablemente ella misma pensase, y hasta supiera que tenía y dominaba el mundo en su mano, en una sola mano, como si todo, y todos, fuesen infinitamente pequeños, y tal vez, con ella y para ella, todo fuese así. 

Así era, y tal poder tenía, la mujer araña.

lunes, 15 de julio de 2019

EL KARMA, HECHOS DE IDA Y VUELTA

     Muchos creen, o hablan del karma, esa cosa con la que la vida, a veces te da una ostia por algo que has hecho, y otras, simplemente te compensa.

Era su cumpleaños, y hacía tiempo, meses, que no se veían ni tenían trato alguno, ese día hizo planes que le sirvieran de excusa para escaquearse de aquello, dar vueltas por cualquier parte sin destino fijo, esperando que cada cual estuviera en la otra punta de la ciudad o del mundo, si fuese posible. Llevaba todo el día intentando no pensar en aquello, cuando ya se le echó la tarde encima, de vuelta a casa, sonreía con la satisfacción de haberse librado de aquel cumpleaños, cuando todo su ser le dio un vuelco.

Caminaba por la calle, cerca de un escaparate, cuando ahí mismo, notó su presencia, intentó no mirar hacia su presencia, aceleró el paso, intentando pasar rápido y ser invisible, pero fue inútil, se encontraron sin poder evitarlo, sin poder ser invisible, intentando disimular todos sus sentimientos y sensaciones. Se saludaron con alegría fingida de verse, casi más efusiva de lo que debería ser, pero tocaba hacer el papelón.

Digamos que al verse, cumplieron todo el protocolo que toca cumplir cuando llevas tiempo sin ver ni saber de ese alguien; salió el tema del cumpleaños sin poder evitarlo, por lo que tocó felicitar, como si fuese algo muy bueno, un año más, más viejo. Excusaron la ausencia de noticias mutuas en todos sus que haceres diarios.

Antes de despedirse, no pudo evitar la invitación de rigor al cumpleaños, que para su desgracia, no celebraba ese día, por lo que, y sin poder poner razón, ni excusa alguna, tuvo que aceptar, lo que hacía que la cabeza, le diese mil vueltas, pensando como poder escaparse, o que ponerse ese puñetero día, o lo que es peor, que coño regalar, si hacía tanto que no se veían, sin saber que tenía o que pudiera necesitar.

Y así acabó el día, encontrándose con lo que más, en ese momento, quería evitar. ¿Fue el karma?.

lunes, 8 de julio de 2019

LA CENA

   Aquel día, aún no sé por que, mi jefe decidió invitarnos a cenar a su casa, a los más allegados a él en el curro, supongo que lo hizo porque habíamos evitado el holocausto profesional de la empresa, y al menos ese día, esa semana, o ese mes, no se iba a la mierda. La cuestión es que nos invitó, y todos los capullos de mis compañeros dijeron que si, así que no podía ser el único rancio del grupo que dijera que no, y tampoco tenía excusa que poner, ni sabía inventarmelas, joder, ojalá supiera mentir también como él lo hacía con sus superiores. Era lo único que me molaba de él, lo bien que sabía ponerles cara de satisfacción, mientras en el fondo, su cara y su sonrisa era de cabrón. 

La cena era un jodienda que no me apetecía nada, no me apetecía conocer su casa, ni estar en ella, no me importaba nada de él, en lo personal, y aquella noche me tocaba tragarmelo. No sabía ni que ponerme, y tampoco tenía con quien ir, todos los demás irían con alguien, así que me veía solo en medio de todos ellos. 

De camino a casa, al salir del curro, caí en que si podría haber alguien que tal vez me pudiera acompañar, una medio amiga de vecindario que en alguna ocasión fue a mi trabajo, y le molaba mi jefe, no sé que coño le vería, pero le molaba, y eso podría jugar en mi favor, siempre y cuando no estuviera con él todo el tiempo en la cena, ni me hiciera a mi estar con él. Lo guay es que aceptó, e incluso me dijo que mierda ponerme para el bolo ese, al menos esperaba que la cena fuese buena, aunque le veía mucha pinta de cocinillas a mi jefe. El caso es que el tiempo pasó más rápido de lo que me quería y allí, con mi medio amiga, y en medio de los soplapollas de mis compañeros que no le quitaban ojo a mi compañera de cena, me veía delante de la puerta, casi en primera fila. 

Pasamos un rato esperando a que abriesen, parecía que nadie se enterase de que estábamos llamando, hasta llegué a pensar que, o bien a mi jefe se le fue la pinza, y, con suerte, se olvidó de la cena, o que en las horas previas se pilló un moco de puta madre y estaba durmiendo la mona. Al final a uno se le ocurrió aporrear la puerta, y entonces si, abrieron. Abrió una chica, algo más joven que mi jefe, guapilla, y con pinta de haber salido de los años cincuenta, que resultó ser su hermana, o eso dijeron, a saber. 

Entramos, y nos presentamos, fingiendo interés, tomamos una cerveza enlatada, y obviamente, hablamos algo de trabajo, bueno, hablaron, yo intentaba no participar mucho, esperando que todos se emborracharan y pasaran de mi, aunque era algo pronto para eso. La cena no me sorprendió mucho, aunque tampoco soy buen comensal, hubo algo de picoteo barato, un arroz raro al que no supe poner nombre, y pollo asado prefabricado. Me costaba disimular lo raro y cutrecillo que me parecía todo aquello, tanto que mi medio compañera, me pedía y casi imploraba que disimulase un poco más, ilusionada con liarse con mi jefe, eso como postre a toda esa cosa. No puedo pasar por alto la música que pusieron de fondo, que alguna colgada de mis compañeras bailaba, y que me resultaba tan antigua como la hermana de mi jefe, casi me la podía imaginar en blanco y negro, a la música, digo, a la hermana casi también. Por suerte todo aquello pasó en unas pocas horas, y tan pronto como pude, no como quise, me fui, dejando aquel mundo de las rarezas atrás, aunque seguro que más de uno piensa que el raro soy yo, me la suda. 

Me fui tan contento de la cena.

lunes, 1 de julio de 2019

VOLVIENDO A LA OSCURIDAD

     Llevaba largo tiempo descansando, lejos de todo, lejos de los demás, en su paz eterna de la que no quería, ni necesitaba despertar, sin embargo, y en contra de su voluntad, despertó, le obligaron a despertar, volvía a la oscuridad, a la misma que por sorpresa y sin pedirlo, le obligó durante tanto tiempo a estar lejos de los demás. 

Al despertar, casi nada era igual, muchas cosas habían desparecido, se las habían quitado, y sobre todo, y lo más importante, había gente que ya no estaba, se había ido, les habían invitado forzosamente a irse, y no volverían más. Su casa, lejos siempre de ser su hogar ideal, era ahora, un lugar gris, más gris que nunca, y abandonado, dejado a su suerte en manos del tiempo, que si algo hacía, era envejecerlo y desgastarlo más y más, sin piedad. 

Por otro lado, y muy a su pesar, algunas cosas, seguían igual, el cielo de su ciudad, seguía teñido de rojo fuego en el horizonte y más allá. La gente seguía perdida en la oscuridad de la noche, y sus malos vicios, de los que siempre quiso escapar y dejar atrás, sin embargo, aquella ciudad psicótica, era como la tela de una araña, de la que, una vez que caes en ella, ya no puedes escapar, siendo absorbido y devorado por ella. Apenas había un puñado de personas en ella, que le dieran algo de luz y de paz, entre tanta oscuridad. Se sentía confundido y desesperado, sin saber muy bien que hacer, ni que pensar, solo sabía que quería correr y escapar de aquella maldita ciudad.

Aquel caos le despertó de su larga paz,  para acabar volviendo a la oscuridad.

lunes, 24 de junio de 2019

LA MUJER DETRÁS DE LAS LETRAS

       Llevaba tantos años viviendo casi los mismos días, casi con la misma rutina, que ya lo hacía todo de manera automática, como si fuera un robot, ya se había acostumbrado a ello, tanto que casi le daba igual. 

Todos le felicitaban a él, le daban palmaditas en la espalda, y le decían lo bueno que era, un genio decían, alababan sus letras, y sus versos, pura poesía decían, mientras ella siempre estaba ahí, a la sombra, sin hacer ruido y poniendo buena cara cuando, de tarde en tarde, la veían. Guardaba silencio, se callaba lo que solo ella, y él, sabían, y sin decir palabra, lo pensaba mientras les miraba y sonreía. Ella era quien realmente escribía, era la mujer detrás de las letras

Casi desde que se conocieron, se abrieron el uno al otro, y casi desde entonces, él le dio a leer sus páginas, y ella, apremiada por él, opinaba, y él tomaba nota de todo lo que decía, hasta que sobre la marcha ella le corregía, y él reescribía, y a veces, con el tiempo cada vez más, era ella quien se ponía al frente de ellas, y hasta las escribía de cero. 

Con el tiempo dejaron de ser las letras y las páginas de él, ya no eran suyas, eran las de ella, y sus ideas, y sensaciones, era totalmente ella en cada letra, en cada línea y en cada página, y eran mejores que las de él, eran las suyas las que felicitaba la gente. Cada palmada en la espalda que le daban a él, se la daban a ella, y cada premio también. Siempre en la sombra, porque de cara, en aquellos tiempos, y en ese mundo de hombres, nadie la compraría, nadie la leería solo por ser mujer. 

Y aunque a la luz sonreía y se aguantaba, en la sombra, no lo soportaba, y cada vez menos, porque era ella la verdadera autora, pero aquello se volvió tan rutinario y mecánico, que ni él mismo se percataba, e incluso acabo creyéndolas suyas, sin darse cuenta, ni ver, siempre era ella, vaciada en cada párrafo. Era a ella a quien leía la gente, aunque no lo supieran, leían a la mujer detrás de las letras.

lunes, 17 de junio de 2019

LEÍ QUE TE HABÍAS IDO

Leí que te habías ido, y pensé que no era verdad, que era mentira, o una broma, o simplemente que la gente exageraba, o puede ser que no quisiera que fuera verdad que tu adiós era real, aunque era cierto que de un momento a otro, te fuiste de verdad. 

Leí que te habías ido, y al leerlo, fue como llegar a cualquier lugar, y ver que te lo habías llevado casi todo y que no nos dejabas casi nada, tan solo los recuerdos que nos dejas de lo vivído contigo, lo bueno y lo malo, nuestras cercanías y nuestras diferencias.

Te fuiste sin avisar, sin decir adiós, ni tan siquiera darnos un por que, ni una nota o un mensaje en whatsapp, y así, sin más tu marcha me la tengo que creer, porque ya no hay nada, te lo llevaste todo, y nos dejas aquí plantados, en la puerta, fríos, casi sin mirarnos, ni saber que pensar, ni que decirnos.

Sabíamos que estabas mal, que había grandes piedras en el camino, y como supimos, o como pudimos, tratamos de andarlo contigo, pero no fueron suficiente las manos tendidas para sostenerte, y aún así no debiste haberte ido, y menos sin decir adiós, y ni tan siquiera darnos un motivo.

Ya que tu marcha no tiene vuelta a atras, solo un buen viaje te podemos desear, esperando que tengas mejor vida allá donde estés llegando, mientras en esta, siempre te estaremos recordando, así como tú  a nosotros, nos recordarás.

lunes, 10 de junio de 2019

UN DIA DE MIERDA EN LA OFICINA

     Un día de mierda en la oficina, así se puede resumir ese día en pocas palabras, y no era Lunes. 

Llegó como cualquier otro día, sin esperar nada nuevo, más bien esperando la rutina casi tediosa de cada día, con los problemas de mierda de siempre, aunque le cansaban tanto esos o algunos de esos problemas que decidió intentar ponerles fin. El puto navegador tardaba siglos en iniciarse, no arrancaba nunca, así que decidió buscar como solucionar el problema y seguir los pasos para solucionarlo, mala idea sería esa, al menos por una parte. Sería y fue buena porque al menos entonces pareció arrancarle bien, pero mala porque sin pensar en las consecuencias, había perdido páginas y contraseñas usaba a diario. 

¿Qué pasó?, que restableció el navegador del modo en el que venía predeterminado, como si se lo hubiesen puesto sin usar, y eso le hizo perder todo, mala cosa. Recuperar las contraseñas de los correos, de las cuentas de las redes sociales, sus páginas, gran trabajo el que tenía. ¿Por qué todo tiene que ir con contraseñas?, aquello era una puta locura.

Normalmente solía usar la misma para casi todo, mala idea dicen, pero no era una contraseña sencilla ni normal, mucho había que elucubrar para dar con ella, pero no todo tenía la misma, ni el mismo nombre de usuario, obviamente, y dar con todo aquello, venía a ser un coñazo superlativo, que le iba a dar muchos problemas, y le haría cagarse en todo lo que uno pueda imaginar. Se marcó muchos Willy Toledo, no sé si me explico, aunque creo que me entiendes, todo aquello ponía de los nervios casi a cualquiera, más de una puñetera hora para recuperar parte de lo que tenía, porque no dio con todo, aunque si con la mayor parte, y posiblemente la más importante. 

Acabó hasta las pelotas, tanto que cuando ya no podía hacer más por recuperar lo aún perdido, y tampoco tenía ganas, decidió marcharse a casa y dejarlo para el día siguiente, si es que tenía ganas de seguir, desde luego en aquel momento no, ni puta gana, porque si seguía podía mandarlo todo y a todos a una grandísima y pestilente mierda, así que, se fue a casa a escuchar música y olvidarse de todo, y acabar así un día de mierda en la oficina.