Llevaba largo tiempo descansando, lejos de todo, lejos de los demás, en su paz eterna de la que no quería, ni necesitaba despertar, sin embargo, y en contra de su voluntad, despertó, le obligaron a despertar, volvía a la oscuridad, a la misma que por sorpresa y sin pedirlo, le obligó durante tanto tiempo a estar lejos de los demás.
Al despertar, casi nada era igual, muchas cosas habían desparecido, se las habían quitado, y sobre todo, y lo más importante, había gente que ya no estaba, se había ido, les habían invitado forzosamente a irse, y no volverían más. Su casa, lejos siempre de ser su hogar ideal, era ahora, un lugar gris, más gris que nunca, y abandonado, dejado a su suerte en manos del tiempo, que si algo hacía, era envejecerlo y desgastarlo más y más, sin piedad.
Por otro lado, y muy a su pesar, algunas cosas, seguían igual, el cielo de su ciudad, seguía teñido de rojo fuego en el horizonte y más allá. La gente seguía perdida en la oscuridad de la noche, y sus malos vicios, de los que siempre quiso escapar y dejar atrás, sin embargo, aquella ciudad psicótica, era como la tela de una araña, de la que, una vez que caes en ella, ya no puedes escapar, siendo absorbido y devorado por ella. Apenas había un puñado de personas en ella, que le dieran algo de luz y de paz, entre tanta oscuridad. Se sentía confundido y desesperado, sin saber muy bien que hacer, ni que pensar, solo sabía que quería correr y escapar de aquella maldita ciudad.
Aquel caos le despertó de su larga paz, para acabar volviendo a la oscuridad.
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