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lunes, 25 de mayo de 2020

EN MI CAMA DUERME UN VAMPIRO

Dedico este relato a quienes me han animado a escribir este relato de vampiros,
el cual no tenía en mente escribir hasta que por accidente y en busca de inspiración divina,
me crucé con ellos.
No sé por que no lo hice antes,
ni sé si lo haré después,
solo sé que el momento es ahora y lo aprovecho antes de perder este tren.
Gracias por vuestra confianza.

M.A. Merino.



     
    


     Karla era una sencilla estudiante de universidad que vivía la vida a todo color, siempre optimista y con una sonrisa en la cara. Era una chica con los pies en la tierra aunque a veces se dejaba llevar por lo primero que surgía por más que pudiera parece una locura, hacía lo que cualquier chica de su edad, era muy independiente y no creía en meigas ni cuentos de hadas, y ni mucho menos en vampiros, no empezó a pensar en ellos hasta esa mañana en la que se levantó y notó dos punzadas en el cuello como si la hubieran pinchado.

Pensando que aquello era muy raro, pues no se había dado con pinchado con nada, se llevó la mano al cuello, se tocó con tres dedos y se notó como dos como dos granitos o dos pequeñas costritas, con ellas el pulso un poco más acelerado lo normal, algo nada habitual en ella que solía ser muy tranquila y casi nada la ponía nerviosa. Al retirar la mano se dio cuenta de que los tenía manchados de lo que parecía ser sangre seca, en ese momento dio un respingo y se puso de pie casi de un salto, miró su almohada, estaba manchada de pequeñas gotas de sangre. El otro lado de la cama estaba vacía, Gael, el chico con el que se llevaba viendo ya un tiempo y con el que pasó la noche, ya no estaba, " - debió de irse muy temprano y ni siquiera se ha despedio - " se dijo así misma al tiempo que no sabía que explicación darle a tan mal despertar.

Karla se fue con paso acelerado al baño, tenia que verse el cuello y saber que tenía, y lo que tenía la puso aún más nerviosa, se vio el cuello manchado de sangre seca, no era nada escandaloso pero si parecía que se lo hubiese extendido mientrasa dormía. Con cierta impaciencia intentó quitarselo con agua e incluso jabón al ver que a duras penas se le quitaba. Con la respiración el pulso galopando se vio los dos puntitos que llegó a tocarse, dos pequeñas costras que casi parecieran un piercing que se hubiese hecho y quitado y lo hubiese dejado cicatrizar.

Estaba flipando, no sabía que pensar y al mismo tiempo pensaba de todo. Aunque llevaba un tiempo saliendo con Gael, realmente no le conocía bien, eso empezaba a pensar, no sabía si era un friki de los vampiros o del rollo gótico al que le hubiese dado por moderla en el cuello esa noche. Desde luego no recordaba que lo hubiese hecho cuando se dieron el lote y se acostaron, no era precisamente lo que recordaba ella que le hubiese clavado. No sabía que pensar de él, le llamó sin que este respondiera, todo se quedaba en una llamada perdida y mensajes al whatsapp, quería verle y preguntarle que coño había pasado, quería preguntarle si la había mordido, y por qué.

Con mil cosas en la cabeza llamó a Laura, una buena amiga suya muy loca pero con la que sabía que podía contar en cualquier momento para lo que fuese. Karla quería ir a su médico para que la viesen y al menos intentar saber que pudo pasar y sobre todo saber si ese tío la podía haber pegado algo. En ese momento todo pensamiento podía ser una paranoia y toda paranoia podía ser un pensamiento razonable. Karla y Laura fueron al médico, allí, con cierto grado de sorpresa por parte de todos, le hicieron análisis de todo tipo y le taparon las pequeñas punzadas con tirita, los resultados los tendría en una semana más o menos, ya la llamarían para dárselos.

Al salir de allí, Laura y ella no sabían donde ir ni que hacer, Karla solo sabía que tenía que encontrar a Gael, tenía que volverle a ver. Ambos se habían conocido mientras ella esperaba en la cola de uno de los pocos cines antiguos que aún quedaban en la ciudad y que no se lo habían comido los grandes centros comerciales. Él estaba sentado en su moto, una Honda de la que no recordaba nada y en la que no podía pensar, y viendo que ella estaba sola y parecía aburrida de esperar su turno, habló con ella sin pensárselo dos veces. Al principio Karla no estaba muy receptiva a entablar conversación con aquel desconocido, pero a medida que él hablaba le fue cayendo bien. Ella iba al cine porque estaba aburrida y aunque no sabía ni que película ver, el cine era mejor plan que no hacer nada. Se dejó llevar por aquel chico que parecía un poco hijo de papá y que a pesar de su buena apariencia, parecía un poco raro. Era extrañamente pálido, con los ojos vidriosos como si fuera a llorar en cualquier momento y los labios tenían cierto tono carmesí que hacía pensar que se maquillase, hasta llegó a pensar que fuese un drag-queen. Desde entonces habían quedado varias veces, llegando a intimar más pronto que tarde. Dándole vueltas a esa relación se dio cuenta de que siempre se habían visto por la noche, jamás de día, algo un tanto extraño. Realmente no sabía nada de él, no le conocía.

Pasaron un par de días en los que llamó, le mensajeó y le buscó sin resultado, preguntó en cuanto sitio cercano al cine y otros sitios en los que habían estado se le ocurrió, y todas las referenciasa que tenía eran de verle de noche, como si solo hiciera vida nocturna, hasta le dijeron que en alguna ocasión le vieron con la boca ensangrentada, como si se hubiese peleado, aunque sin más señal de pelea que esa. Con cada respuesta que Karla recibía, Gael le parecía más raro y más desconfiaba de él. Finalmente, tras ese par de días de busqueda, le vio, era de noche, estaba claro que de día, por la razón que fuese, no le encontraría, doblaba la esquina saliendo de un callejón en dirección a una avenida principal, él no la vio y a él parecía que nadie le veía, solo ella; le daba la espalda sin darse cuenta, pero ella si le vio bien, tenía la cazadora de motero un tanto alborotada y se limpiaba sangre de la boca con un pañuelo. A pesar que desde la noche en que estuvieron juntos se notaba el pulso más acelerado de lo normal, en ese instante la sangre no le llegaba a ninguna parte, se le quedaron las manos frías y casi no sabía que pensar. Viendo como se alejaba y casi se perdía en la oscuridad, Karla fue al callejón casi sin pensar, no quería ver lo que estaba pensando, ni que sus peores temores se pudieran hacer realidad, era todo demasiado paranoíco para que fuera verdad. Al doblar la esquina, con la poca luz que le daban las calles paralelas al callejón vio a una niña o una chica en el suelo, no se movía, Karla se acercó con tanto miedo que temblaba de frío, al llegar al cuerpo vio que era una chica algo más joven que ella, parecía pálida, más de lo que podía considerarse normal, y en su cuello...sangre, la sangre brotaba de él, de dos pequeños agujeros como los que se había encontrado ella. No podía ser verdad, ¿Gael era un vampiro?, ¿o un zumbado que iba mordiendo cuellos por ahí y bebiendo sangre?, ¿tendría alguna rara enfermedad mental?.

Karla solo se repetía una cosa, " - en mi cama duerme un vampiro - ".

jueves, 21 de mayo de 2020

LA POSTAL DE ELENA


       Buscaba inspiración entre mis libros para un nuevo relato cuando cayó uno en mis manos, Drácula de Bram Stoker sin tan siquiera pensar en escribir nada sobre vampiros, aunque tal vez sea una señal divina para hacerlo. El caso es que al abrirlo, en la primera página, esa que siempre está en blanco y que parece que esté para tomar notas, me encontré una postal que ni siquiera sabía que estaba ahí, no la recordaba y ni siquiera sé cuando ni por que la dejé dentro del libro, y la leí.

Era una postal enviada por mi 23 cumpleaños desde Finlandia, era una postal de Elena, un viejo amor platónico, uno de tantos que no fue; cojo la postal con apenas tres dedos, la miro y leo que me la mandó hace ¡20 años!, veinte años ya, veinte años de recuerdos de una bonita amistad que con el tiempo se ha quedado perdida en el camino.

La postal dice así:

"25 de Octubre, 2000.
¡Felicidades Manuel!
Soy Elena desde Finlandia. Me dieron una
beca y estoy estudiando
este año aquí. Hasta
Mayo.
¿Qué tal todo?. Es-
pero que me escribas
y me cuentes que es
 de tu vida, hace mu-
cho que no sé de ti.
Un abrazo.
Elena."

Vuelvo a dejar la postal dentro del libro sin saber muy bien por que, quizá porque sé que ahí está bien guardada y sé que cuando la quiera volver a leer la encontaré en el mismo lugar. La guardo con un suspiro de añoranza por tan bonita y bella amistad que en su día me dio la vida aunque no el amor por el que el sueño perdía, y me pregunto que tal estará en su isla de Lanzarote con su hija de meses o de un año tal vez, deseándole lo mejor, deseando que esté bien.

Puede que la escriba y que la diga que entre viejos libros mil veces leídos encontré su postal, la postal de Elena.



jueves, 7 de mayo de 2020

MARY´S BLOOD: TRES AMIGOS Y UNA ÚLTIMA COPA

       
        Ya era tarde, se les había ido la noche sin darse cuenta entre platos copiosos y mucho alcohol. Junto a Buddy El Gordo, llamado así por su corpulencia, Mary y Jamie disfrutaban de una úlitma copa y del ambiente que tenía el club a tan altas horas de la madrugada, invadidos ya por la horda desaforada de aturdidos y emborrachados que o bien estaban allí por celebrar algo o para beber para olvidar. La gramola recién estrenada en el local emitía una música suave que les ayudaba a distenderse y prepararse para ir a trabajar de empalme tras  una noche intensa, o bien volver a casa y dormir la mona. Esa noche les visitaba una de las mejores bandas de “jazz” de Nueva York. Se corrió la voz de su visita por toda la ciudad, provocando colas de espera en la puerta durante horas, provocando sobrepasar el aforo por la gran afluencia de público. Esos minutos de tensa espera a su aparición provocaban que el whisky y la cerveza mal tirada que parecía un mal caldo corrían de mesa en mesa que embriagaba aún más a ese público que había esperado días y semanas para ver a la banda que lo petaba en las emisoras de radio.

Con muchos minutos por delante para su aparición, Mary se fue al baño a retocarse antes de ponerse en primera fila para que los miembros de la banda la vieran bien. Buddy y Jamie, apuraban sus cervezas y sus chupitos de whisky antes del concierto, el ambiente casi era de fiesta, como si se celebrase un evento nacional, como si fuera un 4 de Julio; las luces del escenario se encendían iluminando los instrumentos de la banda ya colocados para que esta saliera, ese momento tan esperado por todos durante mucho tiempo estaba a por llegar, el concierto estaba a punto de empezar y Mary no volvía, Buddy y Jamie terminaban sus copas y bromeaban sobre que estaría haciendo, Jamie decía que se habría encontrado a alguna amiga con la que se habría parado a cotorrear olvidándose del tiempo y de todo, Buddy con su humor negro y más mal pensado que su amigo, decía que habría conocido algún tipo con el que estaría tonteando, "- se habrá ido con él a darle su propio concierto -" decía, sabedor de que a Jamie le gustaba Mary y con esas bromitas le picaba. Lo cierto es que entre broma y broma empezaban a preocuparles que no volviera, por lo que decidieron acabar sus copas e ir a buscarla antes de que empezara el concierto, no querían perderse la salida al escenario de la banda. Se levantaron y se fueron al pasillo de los baños que daban a la salida de atrás del local, sorteando a la gente que empezaba a levantarse y a buscar sitio junto al escenario; llegando al pasillo, la luz se hacía algo más oscura, se cruzaban con la gente que volvía de vaciar el depósito de tanto alcohol con el que se habían llenado durante toda la noche, gente que iba tan borracha que a buen seguro no sabían con quien o que se cruzaban. No daban con Mary, y aún sabiendo que era caso perdido, preguntaban por ella a quienes se cruzaban en el camino.

Al doblar la esquina del pasillo y dejar atrás el bullicio de la sala, se encontraron en el suelo unas gotas que por la pobre luz que había, no sabían muy bien que era, Buddy bromeó con que fueran gotas de orina de algún borracho, Jamie observándolas con cierta distancia, vio que no era orina, se percató de que aquello era sangre, algo que a Buddy, que le tenía cierta aprensión a la sangre, el resultaba algo ciertamente repulsivo. Unos pasos más adelante Buddy vio algo pequeño y brillante, lo cogió con la punta de los dedos procurando no rozarse con la sangre, era un pendiente fino, no muy llamativo. Se lo dio a Jamie y este, con él en la mano se percató de que era un pendiente de Mary, su atracción por ella le llevaba a fijarse en todo lo que llevaba puesto y como le quedaba. Un sudor frío le recorría el cuerpo, si el pendiente del suelo era de Mary, la sangre también lo sería, algo le habria pasado, alguien se la habría llevado; a Buddy le había cambiado la cara, ya no bromeaba, a su querida amiga le había pasado algo, peor aún, alguien se la había llevado. Buddy y Jamie salieron al callejón que daba a la parte trasera del club, no había nadie, ni tan siquiera un coche, no se oía a penas nada salvo el ruido de algún coche que pasaba por las calles de alrededor y alguna sirena lejana de policia.

Aquella noche parecía que el misterio y el crimen de la ciudad que nunca duerme, les había tocado de cerca, y solo tenían un pendiente y la sangre de Mary.