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viernes, 27 de noviembre de 2020

ENTRE TUS PÁGINAS

Hoy me acordé de ti, de cuando te conocí, me acordé de ese pequeño tiempo que pasamos juntos y en el que entre los dos no pasó nada, aunque ganas no me faltaron. Hoy me acordé de tu libro, aquel que me regalaste sin especial motivo, pero que no tardé en leer porque leerlo era leerte a tí, era saber más de ti, y quería saber de ti, tenía ganas de tí. Hacía tiempo que no lo leía, hacía tiempo que lo dejé ahí, cerca de mi y no lo toqué, quizá porque no quería aferrarme a una historia que si entonces no pudo ser, ahora menos, y tenía que pasar la página. Creo que esta noche, después de tanto tiempo, lo volveré a leer, quizá para leerte a ti otra vez, lo volveré a leer para revivir tus recuerdos. 

Buscaré entre tus páginas el consuelo de tu recuerdo con el que olvidar los pensamientos que me embriagan desde la mañana. La idea de que esos tiempos tan efímeros no volverán, me entristecen y me llevan a una profunda nostalgia gris, gris como el día, una nostalgia lluviosa y encapotada de nubarrones que nos tapan el sol. Supongo que nos aferramos al pasado, ese que siempre nos parece un tiempo mejor que el que vivímos, y por momentos nos cuesta pasar la página, quedándonos anclados en el mismo capítulo una y otra vez. A veces pienso que he cambiado, que me volví más frío y que ya no miro atrás, que ya no pienso en el pasado, aunque realmente no lo dejo de rememorar una y otra vez, y en él estás tú, vuelves una vez tras otra. Sin embargo, todo esto es solo eso, pasado, un pasado que ya no volverá, porque ni tú ni yo estamos ahí, apenas nos volvímos a reencontrar una vez, y después cada cual siguió su camino, un camino que cada día nos ha ido separando más y más. 

Tú te fuiste a una isla de ensueño y con la que todos soñamos alguna vez, y allí encontraste el amor que no encontraste en mi, o te lo llevaste contigo, y lo sembraste recogiendo su fruto, un fruto que yo no te habría podido dar, o tal vez si, nunca lo sabremos. ¿Y yo?, yo sigo aquí, donde me dejaste, donde nos dejamos de ver porque así había de ser, porque, aunque conectamos muy bien, ni tú eras para mi, ni yo era para tí a pesar de que en ese momento de la vida y por capricho del destino, coincidieramos en ese momento. 

No creo que tú busques entre mis páginas, bastante tendrás con las tuyas, probablemente ni siquiera pienses en mi, aunque seguro que me recuerdas. Es lógico, ahora no soy más que ese libro que ves solo de paso y devuelves a su sitio, y en ese sitio me quedo, leyendo el tuyo, leyéndote a tí, y recordándote, porque las historias bonitas, nunca se olvidan.


miércoles, 18 de noviembre de 2020

EL FACTOR SORPRESA

Había conducido durante más de una hora su viejo Ford de los 80 que todavía, y sin quejarse, le llevaba a todas partes. No había avisado a nadie que de saldría de la ciudad, ni de que iría a ver a su familia por el cumpleaños de su pequeña nieta que ya se hacía mayor y al que en su momento no pudo asistir, ni siquiera a ellos les dijo nada, quería darles una sorpresa. 

La casa en la que vivían estaba tan alejada de todo, que ni se podía considerar de pueblo, estaba apartada de la civilización, apartada del mundanal ruido, en medio de un silencio casi tétrico, solo una desgastada carretera rompía la virginidad de aquellas tierras. Al llegar, aparcó relativamente lejos de la casa, no quería que ni el ruido del viejo motor le delatara y le estropease el factor sorpresa con el que fantaseaba. Se bajó del coche y sacó del maletero varias bolsas de la compra que había guardado y que ese día había llenado de todo lo que se le ocurrió que pudieran necesitar, además del regalo que con bastante antelación al cumpleaños, había comprado. Se repartió las bolsas entre las dos manos y echó a andar hacia la casa campo a través, intentando evitar que le vieran llegar por la entrada principal.

El camino estaba cubierto de árboles bien tupidos que en verano daban una agradable sombra en la que refugiarse del tremendo calor, sin embargo, en esos días en los que el otoño ya estaba en plenitud, dejaban el suelo repleto de hojas secas, coloreando el paseo de un marrón verdoso y seco que era casi acogedor. Llegando a la casa, aminoró el paso por el crujir de las hojas que chivarían su llegada. Cada pisada de sus viejas botas eran una señal de alarma que saltaba diciendo que se alguien llegaba. Procuraba pisar despacio, no sabía si pisar de punta o con el tacón. Las hojas no hacían más que quejarse a modo de crujido con cada una de sus pisadas que las machacaban y las partían. 

Cuando ya la tenía a la vista, se quedó detrás de un árbol, intentando ver por alguna de sus ventanas si alguien le pudiera ver llegar, no le pareció ver a nadie y supuso que estarían por las habitaciones, o el sótano quizá. Conservando el factor sorpresa de su llegada, apresuró el paso para evitar que le viesen. Algo cansado, pues había tomado el camino más largo para llegar, se plantó delante de la puerta y antes de llamar, se paró y tomo aire, aire puro del campo, sin contaminar, no como el de la ciudad que olía a gasolina y quien sabe a cuantas mierdas más que respiraba cada día. Más relajado, cogió las bolsas con una sola mano y con la otra llamó a la puerta con los nudillos, dando tres o cuatro golpes, quizá cinco. Esperó un rato hasta que escuchó pisadas que corrían a la puerta, seguramente era la cumpleañera a la que daría una gran sorpresa, y se la dió.

Era ella quien corría y quien abrió la puerta, la puerta y la boca ante la llegada de su abuelo a quien no esperaban ese día. Le gritó a su madre -¡mamá, es el abuelo!, mirando a las escaleras que llevaban al piso de arriba, a las habitaciones. Poco tardó en bajar junto a su marido, con la misma cara de sorpresa que puso la niña al abrir. 

Hubo besos y abrazos en lo que iba a ser una mañana cualquiera. Había logrado lo que quería, conservando hasta su llegada, el factor sorpresa.

domingo, 25 de octubre de 2020

EL NÁUFRAGO PERDIDO

Cuando se despertó, Sebastián estaba empapado, tenía la ropa pegada al cuerpo y tenia frío, el cielo estaba cubierto de nubes grises que amenzaban con echar más agua sobre él. Le dolía todo el cuerpo, y sabía que hacía en esa pequeña balsa en medio de ningún lugar. Levantó la cabeza y solo veía agua a su alrededor, y una roca que asomaba al fondo como si del iceberg del Titanic se tratara. No se escuchaba nada, todo era silencio roto por su respiración. 

Se sentó como pudo, escuchando el crujido de su cuerpo con cada movimiento que hacía, debía de llevar horas ahí tirado, perdido en Dios sabe donde. En la balsa no había nada, solo agua fría que le hacía tiritar. Buscó un remo o una tabla con la que remar y poder ir a algún lugar, aunque no tenía ni idea de en que dirección ir. No se veía nada ni en el punto más lejano que su vista alcanzaba a avistar, el mar de nubes que había sobre su cabeza no ayudaban mucho a dejarle ver, solo veía agua desde donde estaba, hasta donde se le dibujaba el oscuro horizonte. Palpó los bolsillos de su chaqueta azul, ahora casi negra por el agua, y no tenía nada, no llevaba nada encima, ni su cartera, ni papeles, ni siquiera su cajetilla de cigarros. Tampoco tenía nada en los bolsillos del pantalón, solo agua, ni en el bolsillo de la camisa, aunque eso era habitual en él, aunque ahora le habría ido bien, aunque fuera como distracción ante esa situación. 

Recordaba que había ido de crucero por el mediterráneo como despedida de soltero, era un crucero pequeño organizado por sus amigos que buscaban tener con él una última aventura, la última travesura antes de sentar la cabeza y volverse un hombre formal. Recordaba estar en la cubierta del barco con ellos, todo se movía, probablemente por una monumental borrachera que se habría enganchado con ellos, o tal vez fuera el barco, no sabía. Tal vez fueron ellos quienes gaastándole una tremenda inocentada le dejaron ahí, ebrio, como una cuba, pero después ¿qué?. A los dos días de iniciar el crucero se casaba, en Ibiza, en una boda rollo hawiana, hippie, muy loca. ¿Dos días?, puede que fuese ese mismo día en el que estaba perdido en medio de ningún lugar, en el que se casaba, y no tenía modo de hacer nada. 

Se echó las manos a la cara, como queriendo que la oscuridad que formaba con ellas, le aclarase las ideas. Al levantar la cabeza, miró de frente y vio que algo parecía ir en su dirección. Se acercaba rapido, de pronto se le pasó todo el entumecimiento y se le encendieron todos los sentidos como si de alarmas se tratase. El objeto en cuestión parecía ser de gris claro, parecía bastante evidente que se trataba de un tiburón con intención de rondarle. Se quedó en silencio, bajó su respiración todo lo que pudo y casi no se movía, todo salvo su cerebro que puso a dar vueltas a mil revoluciones. Con el mínimo ruido que pudo hacer, se tumbó y se quedó lo más inmóvil que pudo. Intentó relajar el cuerpo para dejarlo muerto, pero sentía rigidez en la espalda y eso no ayudaba a la relajación. Ni siquiera pudo cerrar los ojos, y se quedó como una tabla más de la balsa, mirando al cielo gris que parecía confabularse con el tiburón. No había nada en él, solo nubes amenazantes que intimidaban todo cuanto había a su paso, ni un triste pájaro las acompañaba. Pensó que prefería tener algún pájaro sobre cagándole encima, a tener un tiburón con ganas de banquete, rondándole. 

Esperó y esperó, inmóvil, sin emitir sonido alguno, la tensión del momento hacía que ya ni notase el agua empapándole. A penas respiraba y suspiraba practicamente en silencio, rezándole a algún dios que anduviese por ahí y le echara la mano de alguna manera. Resignado, cerró los ojos y se dejó llevar con la esperanza de que algún milagro le salvase. De pronto y sin previo aviso, sintió un empujón enorme, notó como era levantado por algo enorme, quizá fuese el tiburón, o tal vez una ola que lo llevase y lo alejase del escualo, librándole del peligro. Lo levantó tanto que de repente se vio volando por los aires, sin poder reaccionar. 

Tan pronto se voló por los aires, como se estampó contra el mar, engulléndole como si del propio tiburón se tratará, y todo se volvió oscuro y frío, envuelto por el agua que se lo tragaba de un bocado, al tiempo que el temido visitante del náufrago se iba sin hincarle el diente, tal vez en busca de una victima mejor.

Sebastián no volvió a sacar la cabeza del mar.

lunes, 28 de septiembre de 2020

LA OSCURIDAD QUE LLEVABA DENTRO DE SI

No sabía como empezaron esas pesadillas, pero si se cuando. No empezó a tenerlas a raíz del accidente con el coche, ya las tenía de antes, quizá por ellas tuvo el accidente aquella tarde gris y ligeramente lluviosa, ellas le tenían distraido y casi nervioso. 
 
La noche antes del accidente tuvo el mismo sueño que hacía días se le repetía como una historia macabra de cine negro. Era un sueño extraño, extraño y desagradable. 
 
Veía la escena desde dentro de si mismo, la veía de tal manera que no sabía explicarla, y sin embargo la veía casi nitida en su mente una y otra vez, era un observador impasible dentro de su propio cuerpo. No sabía donde estaba, porque nunca estuvo en un lugar así, y sin embargo se le hacía familiar, como si hubiera estado allí antes, o siempre, era como déjà vu
 
Estaba en una especie de cloaca, sucia y humeda, tanto que prefería pensar que lo que pisaba era solo agua. Solo entraba algo de luz por una un lado y no iluminaba mucho. Había un hombre, o eso le parecía por la silueta que se dejaba adivinar por la débil luz. No le veía la cara, era como si siempre estuviera en la sombra, solo sabía que esa silueta no le era desconocida, la conocía y no sabía de qué ni de donde, pero ya se habían visto antes. Estaba a su espalda, sentía su respiración en la nuca y en el cuello cuando este le hablaba, sentía su aliento frío, tanto que se subió el cuello del abrigo, y lo cerró más entorno a si mismo para darse calor. Al depertar nunca recordaba lo que le decía el misterioso hombre que siempre tenía a su lado en las pesadillas, nunca le oía al hablar, pero si le entendía lo que decía. 
 
La imagen que tenía de él no era clara, era como si le viera en blanco y negro o a través de la niebla, tenía la sensación de que era mucho más alto que él, casi gigante, y tenía unas gafas toda de cristal o de una montura ligeramente brillante. La verdad es que no recordaba bien la conversación con ese hombre, si es que la tenía, pero siempre estaba en algún rincón de su mente, como escondida, era como si el misterioso hombre le persiguiera a distancia, ¿qué quería de él?. 
 
Solo sabía que acaba derribando al misterioso hombre en la oscuridad en un ataque de ira y hartazgo. Y le estrangulaba, le envolvía el cuello con sus manos y le clavaba las uñas con tal fuerza que le dolían las manos, y el hombre de la sombra se reía gozoso, se reía de él porque había sacado a la luz la oscuridad que llevaba dentro de si.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

GUSANOS POR MARIPOSAS

Estaba solo en su habitación con el ruido del cortacésped como único acompañamiento, se encontraba casi a oscuras, tan solo iluminado por la pantalla de su ordenador y la poca luz que le entraba de la calle a media mañana. Estaba nublado y hacía fresco, el verano ya se había ido y los primeros vientos de otoño se hacían notar levemente en sus heladas manos, siempre las tenía frías aunque no hiciese mucho frío, era como si la sangre se hubiese ido con aquel verano que todos los años se le hacía tan corto, muchos eran los meses que le esperaban de frío, lluvia y viento, y nieve tal vez, se le hacía demasiado largo. 

Sentado frente a la hoja en blanco del ordenador, le daba mil vueltas a la cabeza intentando sacar una historia para su próxima publicación, pensaba en todo tipo de historias sin saber muy bien cual contar, no tenía decidido a que público dirigirse, sabía que en su mayoría sus lectores, eran lectoras, o al menos eso pensaba porque sus seguidores mayormenete eran seguidoras, y por los comentarios que otras veces había recibido en sus ya viejas publicaciones, pero también pensaba en aquellos que alguna vez le habían escrito, lo que a veces le había llevado a publicar algo quizá más masculino, y pensaba en historias más oscuras que las que había publicado, historias grises de suspense o de asesinato, misterios tal vez, historias que las visulizaba como si se dieran casi en los años 30, 40 o 50, aunque casi siempre ocurrían en la actualidad. Veía a sus personajes que muchas veces se basaban historias que había visto en películas o series de televisión. Sin embargo, esta vez no sabía o simplemente no tenía que escribir.

Tantas vueltas a la cabeza, le bloqueaban, no sabía como empezar o si empezaba, no sabía como seguir, apenas escribía un par de párrafos y no sabía como continuar, y el ruido de la máquina que cortaba el césped de su jardín no ayudaba a aclarar las ideas, más bien las llenaba de ruido, mientras la escuchaba ir de un lado a otro, ¿tanto tenía que cortar?, ¡si había estado allí mismo hace nada!, y el jardín era pequeño, apenas doblaba la esquina del bloque donde vivía, no era el jardín de una mansión que mantuviera al jardinero ocupado media mañana, aunque esa media allí se la pasara. Tal vez lo hacía para justificar el sueldo y el tiempo y no tener que ir a ningún otro sitio más. Se paraba y bostezaba y se volvía a parar, pensaba y pensaba sin saber con que más se podría enrollar, al final solo tenía palabrería para rellenar. Escribía, borraba y volvía sobre sus letras como quien vuelve sobre sus pasos y en teoría lo escrito era mejor que lo anterior, o no, pero ahí lo dejaba cansado de no escribir nada. 

Las ideas ya no fluían como antes, serían los años o simplemente que ya no había inspiración, había querido hacer tanto que ya casi no hacía nada. Tal vez escribió tanto antes, que no se guardó nada y su cabeza, su corazón y hasta sus mismas entrañas eran como un cajón vacío que suena a hueco y huele a viejo y cerrado, y el único papel que ahora quiere guardar ahí es el que pueda acabar fumado. A veces se veía a si mismo en el espejo tocándose la barba de 3 días, como si de esta pudiera sacar las ideas y la inspiración que ahora le faltaban, y a veces, como si esta le hablara, sacaba al menos una frase o dos con las que continuar. 

Cuando el jardinero y su cortacésped se habían ido, solo quedaba un vacío que se extendía a él, miraba a ese vacío en el que no veía nada, y nada le inspiraba para continuar, quizá ese ruido que iba de un lado a otro, si le ayudaba y cuando no estaba, no escribía nada. Y todo aquello, mientras el tiempo corría se le echaba encima, le ponía ciertamente nervioso, le cortaba la respiración en busca de inspiración y el estómago le arrugaba, le doblaba. Aquello no eran mariposas en el estómago ni en el corazón, sentía que esas cosas eran gusanos por mariposas.

lunes, 7 de septiembre de 2020

UN WHISKY QUE SABE A JUVENTUD

Hacía mucho tiempo que no me tomaba un whisky, años sin catarlo, ya casi no recordaba su olor y su sabor, un sabor que me recordaba a mis años juventud no tan lejana, aunque cada vez se alejaba más. 

Con el primer trago me vinieron recuerdos de sus noches en la discoteca Kapital, en Atocha y algunos sitios más, me llegaban flashbacks de aquellos fines de semana de ron y vodka, era como volver a ellas, como si nuevamente estuviera allí. Y las borracheras, recordaba aquellas borracheras de mezclar que tan mal me sentaban, que me quitasen lo bailao, me daba igual, aquellos años, mis años 20, ya no iban a volver y nadie me los iba a quitar. Fueron años jovenes en los que la testosterona se disparaba y donde creo comerme un mundo que se sin darme, como todos a esa edad, cuenta me lo comería a mi.

Con aquel whisky que llevaba tanto tiempo sin beber, recordé aquellas noches en las que en muchas ocasiones me llegaba a amencer, recordé ese sabor que me dejaban en la boca los no más de tres o cuatro cubatas, probablemente de garrafón, que me podía llegar a tomar, recordé también, a medida que lo bebía, aquellas vueltas en taxi, a primera hora de la mañana, e incluso aún de noche sin llegar a amanecer, con la boca medio dormida. Recordaba que solo quería dormir, y solo dormía, a veces tantas horas que se me iba el día, y llegaba la noche en la que volvería a salir.

Ya no recuerdo cual fue el primero, hace tanto de eso, tantos años y tantos pelotazos que me había tomado, al fin y al cabo todos me sabía igual. Aquel whiskola, no era de mis favoritos, casi prefería el ron con el que también tuve mis buenas borracheras, sin embargo y después de tantos años, me reencontré con ese viejo amigo que me supo hasta bien, me supo a buenos tiempos, a mis salidas por Madrid y quemar noches sin dormir, por un momento, hizo de este cuarentón un veinteañero lleno de energía más de noche que de día.

Puedo decir que ese era un whisky que sabe a juventud.

viernes, 21 de agosto de 2020

EL AIRE ARDE

 

El aire arde, 

me quema la garganta al respirar, 

me ahoga y me abrasa la piel. 

No puedo pisar el suelo, 

me quema los pies. 

Es como estar dentro de una burbuja de aire, 

denso y candente que te envuelve y te atrapa, 

no te deja respirar, 

te ahoga.

Solo espero que acabe pronto con esta agonía, 

ni siquiera puedo pensar con claridad.

Todo está borroso y confuso, 

una neblina me ciega y me quema los ojos,

casi no puedo abrirlos, me mareo y siento que caigo al suelo ardiendo,

me quema la piel y la funde capa a capa hasta llegar al hueso, 

quema tanto que ni me duele.

Pronto seré huesos deshechos y carbonizados, 

nadie sabrá quien soy, 

y quien fui se lo llevará el viento abrasador.

El aire arde.

martes, 4 de agosto de 2020

¿DÓNDE ESTÁ SANDRA?

-¿Qué pasó anoche con Sandra, tío?, ¿qué has hecho?.
-¿Que qué he hecho?, no sé, me acabo de despertar, no me acuerdo de nada.

Ese fue el despertar del niño Carlos tras desperezarse de la resaca, una taza de café cargado y la llamada de su amigo Andrés. Era cierto que no se acordaba de nada, la borrachera que se pilló era tan grande que no sabía que hizo esa noche. Sandra era su chica, no llevaba mucho tiempo con ella, tan solo unos meses, y la relación no parecía que tuviera mucho futuro. Asustado por la pregunta de Andrés, intentó recordar que hizo o que pasó, no tenía ni idea, solo se acordaba de el sabor amargo de la última copa.


Sandra había desaparecido, nadie sabía donde estaba. No sabían nada de ella desde que la noche anterior se había despedido de unas amigas para ir a cenar con Carlos. Ni siquiera había por whatsapp sabían de ella, no había escrito en toda la noche, algo inusual en Sandra que hasta solía mandar mensajes tan banales como " El primer copazo de la noche, chicas!!!", cuando solo tenía una coca cola helada en la mano. Al principio no le habían dado importancia al no tener nada de ella, imaginaban que se estaría enrollando con Carlos y se olvidó de todo o sencillamente pasó del móvil, así que la dejaron a su bola, que estuviera con su chico y ya por la mañana la darían un telefonazo para que les contara. En algún momento de la madrugada hasta la habían llamado sin tener respuesta, pensando que probablemente se estuviera tirando a Carlos y hubiera silenciado el teléfono, o simplemente que estuviera dormida, por lo que dejaron de preocuparse por ella y no darle más la chapa, al menos hasta que la volvieron a escribir y a llamar por la mañana.

Era casi mediodía cuando aún seguían sin saber nada de Sandra, ni un mensaje, ni una llamada, ninguna señal de ella, no se había conectado desde la noche anterior, más de doce horas sin saber de ella. Carlos tampoco se había conectado, no sabían nada de ninguno de los dos, pensaban que estarían como troncos, borracho él y desnudos, así se los imaginaban, y hasta les hacía gracia al principio, pero era muy extraño en ellos. Leticia, amiga íntima de Sandra, y Andrés, con quien tenía bastante buena relación, fueron a casa de Sandra, se les hacía muy raro no saber de ella, que vivía pegada al móvil, y les preocupaba mucho no tener noticias suyas.

Sandra estaba rehabilitándose de su adicción a las drogas, llevaba casi un año y parecía que empezaba a enderezar un poco su vida, se estaba desenganchando del alcohol que se bebía como agua y de sustancias varias como las tachas, o de vapear, lo que unido al alcohol, la colocaba y la hacía perder el norte. Como suele ocurrir en la mayoría de casos de adicciones, Sandra empezó con ellas en su adolescencia, con una unidad familiar desunida, con unos padres separados y que transitaban por mal camino. Su padre era un vago que solo quería vivir de un cuento que solo él se contaba, y acabó yéndose de casa a vaya a saber Dios donde, llevaba años sin verle ni saber de él, y su madre, que quería vivir un sueño americano en Madrid, abrió un local cutre de tattoos con un bala perdida que la perdió a ella. De su madre si sabía, aunque no quería saber nada de ella. La rebeldía de los años adolescentes la hizo caer en las adicciones, eran tiempos convulsos en los que todo le daba igual, y a la vez no quería como esos padres que se olvidaron de ella, obligándola a cuidar de si misma como podía. Andrés y Leticia habían estado con ella desde el principio y Sandra, consciente de su situación y de que no podía seguir así, por su propia seguridad, le había dado a su amiga una copia de las llaves de su casa, y llaves en mano decidió ir a su casa, esperando verla tirada en la cama.

Al entrar, se encontraron abiertas todas las puertas interiores del piso, algo que no solía hacer Sandra, antes de irse a dormir, siempre las cerraba, era parte de la terapia, una pauta marcada para seguir y tener orden en su alocada vida. Había un silencio casi sepulcral, olía a cerrado y a tabáco, alguien había fumado y temían que fuera su amiga, temían que hubiese recaído, y más desde que estaba con Carlos, que fumaba y bebía, aunque ella estuviese delante. En el salón se encontraron una lata de coca cola vacía, varías botellas de cerveza tipo ale de alta graduación, también vacías y lo que más temían y no querían ver, una vapeadora, seguro que Sandra había fumado y bebido. Sabían que con Carlos eso podría pasar, sabían que algún día podría recaer, y ese día llegó. La llamaron, recorrieron todas las habitaciones, que tampoco eran muchas, no era un palacio. Todo parecía en orden, las camas hechas, armarios cerrados..., todo hacía pensar que solo estuvieron en el salón, donde llevaron la cita y evidentemente se desfasaron.

Sandra no estaba.

Sandra no estaba, y no se había llevado nada, solo la cartera y lo puesto, hasta se había dejado el móvil tirado en el sofá, casi no tenía batería, y si se había vuelto a emborrachar y a colocar, quien sabe a donde habría ido, no tenían ni idea. Leticia, muy preocupada, empezó a llamar a cuanta gente conocía a Sandra, y a cuanto sitio solía ir, nadie sabía nada, nadie la había visto ni hablado con ella, algunos en horas, otros en días. Entonces fue cuando Andrés, más cabreado que preocupado, llamó a Carlos para preguntarle por ella.

-¿Qué pasó anoche con Sandra, tío?, ¿qué has hecho?.
-¿Que qué he hecho?, no sé, me acabo de despertar, no me acuerdo de nada.

martes, 14 de julio de 2020

EL SABOR AMARGO DE LA ÚLTIMA COPA


        A duras penas el niño Carlos, como aún le decían en casa, abrió los ojos aún pesados por tan profundo sueño, sentía como si tuviera una piedra atada a su cabeza. Atontado y sin saber muy bien donde había caído dormido, intentó moverse y desentumecerse, quiso despejarse cuando el estridente despertador le sonó como una chirriante obra de la calle en su embotada cabeza. Estaba en la cama, ya era mediodía aunque para él era como si apenas acabase de amanecer, todavía esperaba oir a la gente de la calle darse los bueno días como si fuesen a desayunar.

Tardó un rato en poder moverse, no sabía si eran segundos o minutos. El sabor amargo de la última copa, le traía retales de la noche anterior que la resaca le impedía recordar con claridad, -¿tanto bebí?-, pensó mientras se sentaba en la cama, moviéndose como si fuese una enorme piedra. Por el sabor casi vomitivo y por como se sentía, parecía ser que si, debió de beber bastante, más de lo que él estaba acostumbrado. No eran sensaciones agradables, nunca se había sentido así de mal, tan pesado y tan borracho. El corazón le iba a mil, demasiado acelerado para su edad sin haber hecho esfuerzo alguno. Luchaba contra todo, contra la somnolencia y la pesadez, luchaba contra la borrachera intentando erguirse y despejarse, esforzándose por estar fresco. Todavía estaba vestido de calle, así se acostó o simplemente se dejó caer sin saber donde y cayó tan profundamente dormido que ni siquiera recordaba como y cuando llegó a casa, no se acordaba de nada. Con un grandísimo esfuerzo y pesar, se levantó de la cama y suspiró como queriendo liberarse de tan pesada carga que llevaba consigo mismo, y sin lograrlo y como pudo llegó a la cocina, casi arrastrando los pies y se hizo un largo café que le quitase todo ese lastre.

Con el vaso llenó de negro café, se dejó invadir por su intenso olor, en un intento de ese aroma sustituyera el recuerdo y el sabor a licor ya agrio que le acompañaba, y llevado por él, tomó el primer trago que en un primer instante le calmó y casi le supo a gloria, hasta que se mezcló con la noche y le revolvió el estómago. Con rapidez inusitada llegó al baño y descargó todo el pesar de la noche, liberándose de un gran peso, se enjuagó la boca en el lavabo y se lavó la cara, sintiéndose más ligero, aunque todavía le duraba la resaca. Volvió a la cocina y casi de un trago se tomó lo que quedaba de café, sentándole, ahora si, tan bien que casi volvía a ser el mismo niño Carlos de siempre.

Volvió a la habitación, tenía que poner un poco de orden en si mismo, y eso pasaba por darse una ducha para la resaca y cambiarse de ropa, además de ordenar un poco la cama en la que sin abrirla, se habia dejado caer a plomo toda la noche. En lo que intentaba empezar por algún lado y de alguna manera, le sonó el móvil, ya ni se acordaba de él, no lo echó de menos hasta que en el bolsillo de la chaqueta le vibró dándole un susto que le hizo respingar, era Andrés, un amigo que al descolgar le dijo:

-¿Qué pasó anoche con Sandra, tío?, ¿qué has hecho?.
-¿Que qué he hecho?, no sé, me acabo de despertar, no me acuerdo de nada.

Era cierto que no se acordaba de nada, la borrachera que se pilló era tan grande que no sabía que hizo esa noche. Sandra era su chica, no llevaba mucho tiempo con ella, tan solo unos meses, y la relación no le parecía que tuviera mucho futuro. Asustado por la pregunta de Andrés, intentó recordar que hizo o que pasó, no tenía ni idea, solo se acordaba de el sabor amargo de la última copa.

domingo, 28 de junio de 2020

LILITH, MI AMANTE VAMPIRO


        Lilith me miraba tranquila, paciente, sabedora de lo que me costaría creer y aceptar todo lo que estaba pasando, y todo lo que estaba por pasar. Yo, joven de cuerpo y espíritu me había convertido en su nuevo pupilo, ella me había convertido, y ahora tendría que enseñarme un nuevo mundo, tendría que enseñarme que era otra persona, alguien distinto, y tendría que hacerlo con mucha calma, sin prisa, aunque el tiempo para nosotros no sería un problema, teníamos toda la eternidad. Ella era consciente de que allí sentados, yo no saldría de su estupor, no dejaría de darle mil vueltas a la cabeza, y tampoco teníamos toda la noche para quedarnos allí, se levantó ante mi atenta mirada, la de su criatura y me ofreció la mano para que la acompañará, teníamos mucho de que hablar. Yo, a pesar de las mil preguntas que tenía por hacerle, no pude negarme a su ofrecimiento, de algún modo, aún más intenso que antes, seguía sometido a su voluntad, que en todos los aspectos parecía ser más fuerte que yo. Tomado de su mano, noté que había recuperado la temperatura perdida, o tal vez estuvieramos los dos igual de fríos, no lo notaba, para mi la mano de Lilith era suave y cálida, su tacto era agradable, me relajaba. Los dos juntos salimos de la morgue para perdernos en la oscuridad de la noche en la que por sus labios, sin ser un beso, morí humano, la noche que nací vampiro.

Tras esa noche, Lilith se convirtió en mi universo, todo giraba en torno a ella, a su lado no había espacio para nadie más. Me enseñó quienes y que eramos, que hacíamos, me enseñó el por que de nuestra existencia, con ella me sentía como una cría de león con su madre, en el que cada día era una lección nueva para mi; con todo lo que había aprendido como un humano normal, me sentía un completo ignorante, como si no supiera nada, porque nada o muy poco de lo que sabía me servía para ser vampiro. Lilith me enseñó a ver a los humanos de una manera diferente, con ella aprendí a verles como ganado que estaba a mi servidumbre, estaban para mi cuando lo necesitase; aprender esto, aceptarlo como tal, me llevó muchísimo tiempo, en mi nueva condición sobre humana, rechazaba tal situación, no podía ser que aquellos que hasta hace nada eran mis congéneres, ahora solo fueran carne para mi, porque, según ella, nosotros eramos superiores a ellos en todo, eramos una civilización más avanzada que la humana, yendo unos pasos por delante, como si fueramos de otro planeta. Lo cierto es que incluso me costaba aceptar quien era ahora, no asumía mi nueva condición. Me miraba al espejo y odiaba lo que veía, me daba asco verme en él, me veía pálido, muy pálido y ojeroso, parecía enfermo y moribundo, Lilith decía que era porque mi cuerpo necesitaba adaptarse a lo que era ahora, y para ello necesitaba sangre, para que lo entiendas, era lo mismo que cuando al cuerpo se le implanta un órgano nuevo y adecuarse a él, aceptándolo como parte de si mismo; atrás quedaba el Gael humano, el hijo y el amigo, el compañero, atrás quedaba la gente que ahora me daba por desaparecido. Por cierto, si alguna vez has oido o leído que los vampiros no nos reflejamos en el espejo, si lo has visto en alguna película, y seguro que lo has visto, es falso, una auténtica gilipollez, porque cuando te convierten en vampiro, no pierdas toda tu condición humana, y desde luego, no nos hacemos invisibles.

Para no pensar mucho en mi nuevo yo y en como me veía, me centraba en Lilith, le hacía mil preguntas sobre ella, sobre nosotros. Lilith era en la comunidad de los vampiros uno de los miembros más antiguos, tanto como la propia biblia o más, era como la Eva nacida de la costilla de Adán, era tan vieja que la llamaban la madre de los vampiros, pues cuanto menos era una de las primeras mujer-vampiro de la historia, no sé si Drácula existe, no sé si ella nació de él o él de ella, su historia es tan antigua que se pierde en el tiempo. A pesar del rechazo que mi nuevo mundo me causaba, estar con Lilith me fascinaba, tenía un poder de atracción al que nadie se podía resistir, ni humanos ni vampiros, convertía cualquier cosa que hacía en una aventura, y su autoridad en la comunidad vampira, al igual que su fuerza y poder eran incuestionables e increiblemente grandes. Mi llegada a la comunidad, como la de cualquier recién llegado, no fue bien recibida, recelaban de cualquier novato y sobre todo de un vampiro que no fuera un pura sangre, un nacido de vampiro y no un convertido como yo. Lo cierto es que entre ellos corría cierto peligro por el rechazo que causaba, tenía que demostrar cada noche que era un buen vampiro, y mi rechazo a tener que alimentarme de una vida humana a través de la sangre para conservar la mía, no me lo ponía fácil, mi único escudo frente a los demás vampiros y que momentaneamente me hacía conservar la vida, era Lilith, ella era mi guardaespaldas, yo era su protegido, aunque me tocaría espabilar si no quería dormir con un ojo abierto cada día.

La primera vez que probé la sangre, realmente fue asqueroso, tacto y su sabor a hierro como si tuviera un tubo en la boca, eran repulsivos y nauseabundos, y sin embargo no podía parar chupar la vida a traves de ella, era saciante y casi orgásmico, daba placer y poder, me sentía fuerte cuando la bebía, y al mismo tiempo no podía quitarme esa sensacion asquerosa por haberlo hecho, me sentía como un animal carroñero, como una rata asquerosa salida de una cloaca. Por otro lado la envidia y los celos en esa parte humana que ningún convertido pierde, estaba presente bajo el ala protectora de Lilith, y llegaba a tal punto que entre algunos grupos vampíricos corrió el rumor de que yo era algo más que el protegido de la madre de los vampiros, se decía que eramos amantes, y la verdad es que no les faltaba razón.

Con el tiempo y con ella a mi lado, me encontraba cada vez más agusto o acomodado en mi nuevo ser, aceptaba más todo lo que ese nuevo ser conllevaba, asumía lo que necesitaba hacer, era cuestión de supervivencia, y cada vez me encontraba mejor, más fuerte y mi tez ya no la veía tan enfermiza, aunque a ojos humanos siempre me vería pálido, y a ella cada vez la encontraba más hermosa, no solo como vampiro, sino como mujer, una mujer que no había apreciado la primera vez que la vi moribunda en la morgue. Ahora, con mis sentido agudizados, veía la belleza de todo su ser, su hermosa y larga melena negra y sus bellas curvas de mujer, tal vez mi parte humana no podía fijarse en ellas y desearlas, y ella lo sabía, se daba cuenta de ello, y le divertía que los humanos desearan de esa manera el cuerpo ajeno, le divertía la sexualidad y jugaba con ella, jugó conmigo. Me provocaba con insinuaciones, dejaba ver parte de si para alimentar esa sed humana por su cuerpo, y a veces, sabiendo que yo la miraba en su intimidad, se desnudaba para excitar al humano que llevaba dentro, hasta que ya no pude más y dejé de esconderme para verla, no podía resistirme, no quería hacerlo, si tenía que dejarme llevar por la sed de la sangre, no veía porque no dejarme llevar por la sed que sentía por ella. Era todo tan evidente que una noche, casi al amanecer, no me quiso hacer padecer más esa sed y me dejó beber de ella, y no hablo de su sangre, y bebí de aquella mujer, beber de ella fue tan saciante y placentero que era como beber la sangre de joven e inocente virgen deseosa de que la hagan mujer. Después de hacerme vampiro, Lilith me hizo hombre, lo que hizo que la amara en todo su ser. Tras ese amanecer, Lilith era mi todo, era mi creadora, mi mentora y mi protectora, era mi madre y mi hermana, era Lilith, mi amante vampiro.




viernes, 12 de junio de 2020

LA NOCHE QUE NACÍ VAMPIRO

            Me levanté y la miré, y ella abrió los ojos y me miró, estaba viva. Me quedé sin respiración y sin reacción, no podía moverme, solo podía mirarla a los ojos como ella lo hacía a los míos, y sin tal reacción, ella se abalanzó sobre mi sentándose en la mesa sobre la que yacía, cogiendo mi cara con una mano al tiempo que sus labios se cerraban sobre mi cuello y me clavaba sus colmillos como finos cuchillos, inmovilizando todo mi ser, dejando que el dolor de sus cuchilladas se extendiera por todas partes a la vez que la vida parecía escaparse con mi sangre, la sangre que ella engullía y bebía a borbotones e insaciablemente, y después..., nada más. No sentía nada, no sé decir a ciencia cierta si estaba vivo o muerto, no sabía si mi alma vivía mientras mi cuerpo moría, no pasó nada.

Frío, solo sentía frío, estaba temblando cuando recuperé la consciencia, no sabía cuanto tiempo había llevaba así, tirado en el suelo y tiritando como si estuviese helado. Ciertamente lo estaba, me abracé para detener ese estado gélido que nacía de mis entrañas, realmente no sabía que ocurría ni por que, solo tiritaba y aún sentía sus colmillos clavados en mi cuello, con sus labios sobre él, igual que una serpiente sobre su presa inoculándole el veneno, así me sentía yo. Me daba grima y casi asco pensar en como notaba que bebía mi sangre, succionando de mi cuello con exagerada avidez, parecía que todo fuese un mal sueño, eso quería, que fuese nada más que una mal y asqueroso sueño, aunque parecía ser bastante real. Tenía que moverme si no quería morirme ahí congelado y ser un cuerpo más a estudiar en la sucia morgue, me giré para levantarme a pesar de que todavía temblaba por el frío más intenso que había sentido jamás, y al hacerlo, ahí estaba ella sentada en la mesa en la que no sé cuanto tiempo antes perecía, me miraba fijamente con sus ojos vidriosos y con todo el color de piel que antes no tenía. Intenté hablar, pero de tanto tiempo que pasé sin sentido en el frío suelo de la morgue, la voz no me salía, no alcancé a decir nada hasta que pude tragar saliva y ordenar un poco mi cabeza en ese enorme desorden que no llegaba a comprender.

-¡¿Qué?!, es lo único que alcancé a sacar de mi garganta reseca, mientras la mujer de la mesa me miraba impertérrita sin mostrar estado alguno por todo aquello. Advirtiendo mi plena consciencia, se bajo de la mesa con bastante agilidad para haber estado muerta apenas hacía unos minutos o unas horas, se arrodilló junto a mi y me tomó la cara entre sus manos que me parecieron cálidas en comparación con el frío intenso que me atenazaba, y me miró, me miró con la dulzura protectora que solo una madre puede mirar a su hijo, y nuevamente me hipnotizó, me hizo suyo con la mirada de aquellos ojos vidriosos y penetrantes que llegaban al alma, y siendo suyo sentí que el intenso frío se disipaba. Ya no sentía miedo ni inquietud, aunque si tenía mil preguntas que hacer, y ella con una tremenda sencillez me dijo: - tranquilo Gael, todo está bien -, y no supe decirle que no, ni preguntar que pasaba o quien era ella, aceptando que todo estaba bien, aún sin saber que era ese todo. Apartó sus manos y se quedó sentada de rodillas, junto a mi, como si no quisiera abandonarme, entonces por fin pude reaccionar y sentarme junto a ella, me dolía todo el cuerpo, seguramente del tiempo que estuve ahí tirado, inmovil y con el deseo inexplicable de volver a tocarla y sentirla alcancé a preguntarle - ¿qué ha pasado?, ¿quién eres? -, preguntas a las que ella respondió con una sonrisa que parecía querer decir "tranquilo, te contaré todo".

- Hola Gael, soy Lilith -dijo presentándose con voz cálida y suave y tranquilizador.

- ¿Lilith? -pregunté. - ¿quién eres?, ¿qué está pasando?, ¡¿qué me has hecho?! -pregunté alzando la voz en un tono que iba de la preocupación al enfado y casi al miedo.

- Que me has hecho tú, Gael. Me has devuelto la vida con tu sangre llena de juventud, y por ello te estaré eternamente agradecida.

- ¡¿Has bebido mi sangre?! -le espeté horrorizado y asqueado- ¡¿qué clase de monstruo eres?!.
- Soy un vampiro, Gael -respondió ella con una frialdad y tranquilidad pasmosa, como si ser vampiro fuese lo más normal del mundo.

- ¿Vampiro? -pregunté, incrédulo.- Los vampiros no existen, son cuentos y leyendas, fantasias de borrachos y charlatanes.

-No, no somos cuentos ni leyendas. Somos reales, Gael, y ahora tú también eres uno de los nuestros. Ahora eres un vampiro.

Me quedé mirando ojiplático a Lilith durante un rato, incrédulo. Solté una pequeña carcajada como si todo aquello fuese una mala broma, pero lo cierto es que hace un rato Lilith, esa mujer que me estaba contando todo aquello que sonaba a fantasía, yacía muerta sobre la mesa de una morgue, y ahora estaba sentada en el suelo frente a mi, con toda la vida del mundo, un mundo que sin saberlo, sin ser consciente de ello, había cambiado para siempre.

- ¡¿Un vampiro dices?!, ¿ahora he de morder cuellos y beber sangre para vivir?, ¿soy un chupasangres ahora?, ¿en eso me has convertido?.

- Es una manera muy básica de resumirlo, Gael -respondió ella- pero sí, eso es lo que eres ahora. Ya no eres un ser humano cualquiera, ahora eres un hijo de la noche, como yo, y aunque ahora te encuentras relativamente débil por toda la sangre que me has dado para devolverme la vida, pronto serás más fuerte cualquiera humano que hayas conocido hasta ahora.

- ¡Dado! -le espeté- la has tomado por la fuerza, ¡me la has arrancado!.

- Entiendo que ahora lo veas así, entiendo cuantas emociones te embargan ahora, mi bella criatura, pero con el tiempo lo verás como un regalo que nos hicimos mutuamente, tú me has devuelto la vida y yo te he dado una nueva vida, una vida eterna.

- Eterna -dije casi entre susurros- ¿soy inmortal?, ¿somos inmortales?.

- Si, somos inmortales, pero también podemos morir -respondió Lilith, confundiéndome más por la ambigüedad de la respuesta, ¿si y no?. - En esos cuentos y leyendas que mencionabas, hay verdad. Que los crucifijos nos pueden matar, es mentira, no somos anticristianos ni anticristos, no es cuestión de dioses, tampoco es cierto lo de los ajos y las estacas, pero si lo del sol, somos vulnerables a su calor, por lo que nos vemos relegados a vivir de noche, la noche es nuestro día. La sangre es nuestro alimento, sin ella estamos condenados Gael, y solo un vampiro tiene la fuerza y el poder de matar a otro vampiro, no hay ser humano que pueda hacerlo.

- ¿Y mis padres?, ¿qué hago con ellos?, ¿qué les digo?, ¿y a toda la gente que conozco?.

- ¿Decirles Gael?, ¿qué les vas a decir?, ¿que una mujer moribunda en la morgue bebió tu sangre, y tras haber estado muerto un buen rato, has despertado siendo un vampiro y ahora tienes que beber sangre para vivir?. ¡No!, no puedes mostrarte al mundo sin más, como si estuvieras desnudo, no lo entenderán. Te verán como tú me has visto a mi, como un monstruo, es mejor que todos te den por desaparecido sin explicarse por qué. Tienes que desaparecer de su mundo, porque es mundo ya no es el tuyo, ya no te pertenece ni eres parte de él. -me dijo ante mi creciente consternación.

- ¿Y ahora qué? -pregunté.

Lilith me miraba tranquila, paciente, sabedora de lo que me costaría creer y aceptar todo lo que estaba pasando, y todo lo que estaba por pasar. Yo, joven de cuerpo y espíritu me había convertido en su nuevo pupilo, ella me había convertido, y ahora tendría que enseñarme un nuevo mundo, tendría que enseñarme que era otra persona, alguien distinto, y tendría que hacerlo con mucha calma, sin prisa, aunque el tiempo para nosotros no sería un problema, teníamos toda la eternidad. Ella era consciente de que allí sentados, yo no saldría de su estupor, no dejaría de darle mil vueltas a la cabeza, y tampoco teníamos toda la noche para quedarnos allí, se levantó ante mi atenta mirada, la de su criatura y me ofreció la mano para que la acompañará, teníamos mucho de que hablar. Yo, a pesar de las mil preguntas que tenía por hacerle, no pude negarme a su ofrecimiento, de algún modo, aún más intenso que antes, seguía sometido a su voluntad, que en todos los aspectos parecía ser más fuerte que yo. Tomado de su mano, noté que había recuperado la temperatura perdida, o tal vez estuvieramos los dos igual de fríos, no lo notaba, para mi la mano de Lilith era suave y cálida, su tacto era agradable, me relajaba. Los dos juntos salimos de la morgue para perdernos en la oscuridad de la noche en la que por sus labios, sin ser un beso, morí humano, la noche que nací vampiro.

jueves, 4 de junio de 2020

SOY GAEL Y SOY UN VAMPIRO

  

    Algunos me conocéis vagamente por ser el tío que se lió con Karla sin decirle quien era, o más bien, qué era, solo me conocéis por Gael, mi nombre de pila, pero soy más que eso, soy Gael y soy un vampiro.

Nací hace tanto tiempo que no te lo creerías jamás, en cuna de una Irlanda tan antigua que sus origenes se remontan a las antiguas escrituras romanas y libros de poesía irlandesa, o a mitos y restos arqueológicos, nací en una Irlanda en la que la clase anglo-irlandesa empezaba a ver al país como su país de cuna, y no al que lo coronoba, Inglaterra. Hace tanto de todo eso que a veces me cuesta recodar de donde vengo.

Mi vida transcurría como la de cualquier otro de quien te pueda hablar, tuve una infancia humilde y disciplinada, a veces incluso severa o demasiado rigida, llevada por unos padres, que como buenos irlandeses, eran católicos practicantes. Sin embargo, como cualquier joven de cualquier época, me revelaba contra la corriente de la que venían y que querían para mi. Mi madre me instruía en el catolicismo y en ser un buen hijo de Dios y esas cosas que a cualquier hijo le parecen lo que hoy día es un coñazo, y mi padre se empeñaba en instruirme en las letras, quería para mi cualquier futuro ligado a ellas, abogado, político, dramaturgo..., a todas ellas le veía más salida que a cuanta cosa le pudieras decir, y de mucho más empaque o nobleza, cosas que a veces me sacaban un tanto de quicio y a me hacían pensar que le hubiesen criado con un palo en el culo. A mi me interesaban más otras ciencias más físicas, medicina o incluso psicología, aunque esta no fuese muy física, pero me llamaba la atención el comportamiento del cerebro, además de la cura de unas enfermedades que entonces tenían una cura arcaica para los tiempos en los que vives, o incluso no tenían cura. Estaba claro que siendo de la misma época, eramos de mundos diferentes.

Aunque llevé mis estudios superiores por el lado que mi padre quería, por contentarle, en mis ratos libres en los que fingía ir con mis compañeros de letras, me escapaba con algunos estudiantes de medicina para estudiar el cuerpo humano, el estudio no era muy agradable, pues era con los muchos cadáveres que se amontonaban, por enfermedad, pobreza o guerra, en la vieja morgue y que nos servían de experimentos varios. Me costó acostumbrarme a ese olor a muerto que a veces mareaba y con el que, por momentos, costaba respirar, el nauseabundo perfume dejó de ser un problema cuando te hacías a él y se mezclaba con el olor a humedad viejumbre de la morgue.

En una de esas visitas a la morgue, cuando ya pasaba de los veinte años y mis padres empezaban a subastarme entre las jóvenes casaderas y a relacionarme en un circulo social sensiblemente superior al mío, el forense de la ciudad que nos inculcaba en su ciencia, nos asignó a cada uno por separado un sujeto al que estudiar, era como un exámen práctico de todo lo que nos había enseñado. A mi me tocó una fémina que parecía sensiblemente mayor que yo, hoy te diría que tendría unos 40 años, aunque con la palidez mortuoria que tenía, no os sabría decir. Podría decir que mi caso no habría sido más especial que otros a primera vista, no destacaba en ella nada especial, ni siquiera había nombre que ponerle, quien sabe donde la habían encontrado o de donde la habían traído. Por las ropas, aún sucias y un tanto harapientas, parecía una señora de bien, de buena familia, en su dedo anular tenía la marca de un anillo que probablemente le hubiesen robado, imagino que sería un anillo de casada. Tocar su piel helaba el corazón.

No sé decir por que me sentí atraido por ella, atado ella como si desde lo más profundo de su alma me hablase, no podía despegar la mirada de ella, como si todo lo demás hubiese desaparecido, como si solo estuvieramos en esa morgue los dos, solos, toda mi atención era para esa mujer desconocida e inerte, de piel casi gris. Intentando volver a lo que nos ocupaba allí, volqué toda  mi atención en cuantos signos pudiera presentar y que me pudieran decir de que murió, y en su busqueda di con algo absolutamente inusual y casi de dificil explicación, en su cuello había dos marcas, ya cicatrizadas, parecían heridas muy antiguas, como si de dos pinchazos se tratase, pero más gordos que una aguja de las que pudiera usar un médico. Eran dos marcas paralelas la una a la otra, perfectamente simétricas separadas apenas por unos centímetros entre sí. Casi arrancándome esa atracción que no me dejaba separarme de ella, se lo dije al profesor-forense, y aunque las marcas llamaron atrajeron toda su atención, no sentí que fuese como la que sentía yo, lo suyo era más cientifico como lo mío. Al verlas, no tenía claro si estas eran de aguja o incluso podrían ser de serpiente, tendría que estudiarlo en profundidad, ademas de ese par de marcas, tenía un corte en el cuello, de lado a lado recién cosido, esa parecía ser la causa de su muerte, pero..., ¿quién podía hacer una cosa así a una dama?. Cuanto más la miraba, más atraído me sentía por ella, no podía apartar la mirada de ella, ni pensar en otra cosa, era como hipnotizado, me sentia atrapado por todo, hasta sentía un olor que emanaba de su cuerpo y que no se mezclaba con los demás, me atrapaba por los poros tomando todo mi ser, como si de un virus se tratase, solo pensaba en ella, sin percatarme de nada mas. Tal era el ensimismamiento, que sin darme cuenta, me quedé solo en la morgue con todas aquellas almas inertes, todos se habían ido, incluso el profesor forense, que probablemente y al ver que no me iba, me hubiese dicho que cerrase al salir, o tal vez no se hubiese fijado en que me quedaba rezagado mientras los demás se iban. No me importó quedarme solo, casi lo agradecía, así podría centrarme plenamente en ella sin que nadie nos molestara.

Se hacía de noche, el sol se iba y la morgue oscurecía. Sabía que mis padres me estarían esperando con la cena puesta, problablemente incluso hubieran cenado ya, dejando mi plato frío en la mesa, estarían preocupados y molestos por mi ausencia sin noticias, no era habitual en mi tanto retraso, no era a lo que les tenía acostumbrados, lo sabía y no me importaba, no podía salir de alli y dejarla la sola, era incapaz, ella no me dejaba. Seguí estudiandola y mientras lo hacía, volví a su cuello, a esos misteriosos pinchazos, los palpé, y al hacerlo noté algo extraño que no había notado antes, tenía pulso, era debil, pero pareciera que su sangre volviese a correr por sus venas, como si la noche le diera la vida; su pulso hizo que un gélido escalofrío recorriera mi cuerpo, ¡no podía ser posible!, ¿acaso cuando la llevaron a esa inmunda sala, estaba viva?. Todo aquello resultaba surrealista y casi sobrenatural, todo aquello sonaba tan loco que no habría quien se lo creyese, si se lo contaba a alguien, podría acabar en alguna institución mental lejos del mundo. La luna, más blanca y luminosa de que lo que recordaba haberla visto, iluminaba la morgue, la iluminaba a ella volviendo su piel más pálida, el pulso de la misteriosa mujer aumentaba cobrando más vida, parecía resucitar. Tal era esa sensación, que incluso me pareció ver que sus labios se movieran, como si quisiera respirar o susurrar algo, la curiosidad era tan grande que me acerque a ellos, al hacerlo noté el calor de su aliento en mi oreja, y la oí, la escuché decir mi nombre, Gael, lo escuché con tal asombro que abrí los ojos como persianas en una mañana soleada, quedándome ojiplático. Me levanté y la miré, y ella abrió los ojos y me miró, estaba viva. Me quedé sin respiración y sin reacción, no podía moverme, solo podía mirarla a los ojos como ella lo hacía a los míos, y sin tal reacción, ella se abalanzó sobre mi sentándose en la mesa sobre la que yacía, cogiendo mi cara con una mano al tiempo que sus labios se cerraban sobre mi cuello y me clavaba sus colmillos como finos cuchillos, inmovilizando todo mi ser, dejando que el dolor de sus cuchilladas se extendiera por todas partes a la vez que la vida parecía escaparse con mi sangre, la sangre que ella engullía y bebía a borbotones e insaciablemente, y después..., nada más. No sentía nada, no sé decir a ciencia cierta si estaba vivo o muerto, no sabía si mi alma vivía mientras mi cuerpo moría, no pasó nada.

Continuará...

lunes, 25 de mayo de 2020

EN MI CAMA DUERME UN VAMPIRO

Dedico este relato a quienes me han animado a escribir este relato de vampiros,
el cual no tenía en mente escribir hasta que por accidente y en busca de inspiración divina,
me crucé con ellos.
No sé por que no lo hice antes,
ni sé si lo haré después,
solo sé que el momento es ahora y lo aprovecho antes de perder este tren.
Gracias por vuestra confianza.

M.A. Merino.



     
    


     Karla era una sencilla estudiante de universidad que vivía la vida a todo color, siempre optimista y con una sonrisa en la cara. Era una chica con los pies en la tierra aunque a veces se dejaba llevar por lo primero que surgía por más que pudiera parece una locura, hacía lo que cualquier chica de su edad, era muy independiente y no creía en meigas ni cuentos de hadas, y ni mucho menos en vampiros, no empezó a pensar en ellos hasta esa mañana en la que se levantó y notó dos punzadas en el cuello como si la hubieran pinchado.

Pensando que aquello era muy raro, pues no se había dado con pinchado con nada, se llevó la mano al cuello, se tocó con tres dedos y se notó como dos como dos granitos o dos pequeñas costritas, con ellas el pulso un poco más acelerado lo normal, algo nada habitual en ella que solía ser muy tranquila y casi nada la ponía nerviosa. Al retirar la mano se dio cuenta de que los tenía manchados de lo que parecía ser sangre seca, en ese momento dio un respingo y se puso de pie casi de un salto, miró su almohada, estaba manchada de pequeñas gotas de sangre. El otro lado de la cama estaba vacía, Gael, el chico con el que se llevaba viendo ya un tiempo y con el que pasó la noche, ya no estaba, " - debió de irse muy temprano y ni siquiera se ha despedio - " se dijo así misma al tiempo que no sabía que explicación darle a tan mal despertar.

Karla se fue con paso acelerado al baño, tenia que verse el cuello y saber que tenía, y lo que tenía la puso aún más nerviosa, se vio el cuello manchado de sangre seca, no era nada escandaloso pero si parecía que se lo hubiese extendido mientrasa dormía. Con cierta impaciencia intentó quitarselo con agua e incluso jabón al ver que a duras penas se le quitaba. Con la respiración el pulso galopando se vio los dos puntitos que llegó a tocarse, dos pequeñas costras que casi parecieran un piercing que se hubiese hecho y quitado y lo hubiese dejado cicatrizar.

Estaba flipando, no sabía que pensar y al mismo tiempo pensaba de todo. Aunque llevaba un tiempo saliendo con Gael, realmente no le conocía bien, eso empezaba a pensar, no sabía si era un friki de los vampiros o del rollo gótico al que le hubiese dado por moderla en el cuello esa noche. Desde luego no recordaba que lo hubiese hecho cuando se dieron el lote y se acostaron, no era precisamente lo que recordaba ella que le hubiese clavado. No sabía que pensar de él, le llamó sin que este respondiera, todo se quedaba en una llamada perdida y mensajes al whatsapp, quería verle y preguntarle que coño había pasado, quería preguntarle si la había mordido, y por qué.

Con mil cosas en la cabeza llamó a Laura, una buena amiga suya muy loca pero con la que sabía que podía contar en cualquier momento para lo que fuese. Karla quería ir a su médico para que la viesen y al menos intentar saber que pudo pasar y sobre todo saber si ese tío la podía haber pegado algo. En ese momento todo pensamiento podía ser una paranoia y toda paranoia podía ser un pensamiento razonable. Karla y Laura fueron al médico, allí, con cierto grado de sorpresa por parte de todos, le hicieron análisis de todo tipo y le taparon las pequeñas punzadas con tirita, los resultados los tendría en una semana más o menos, ya la llamarían para dárselos.

Al salir de allí, Laura y ella no sabían donde ir ni que hacer, Karla solo sabía que tenía que encontrar a Gael, tenía que volverle a ver. Ambos se habían conocido mientras ella esperaba en la cola de uno de los pocos cines antiguos que aún quedaban en la ciudad y que no se lo habían comido los grandes centros comerciales. Él estaba sentado en su moto, una Honda de la que no recordaba nada y en la que no podía pensar, y viendo que ella estaba sola y parecía aburrida de esperar su turno, habló con ella sin pensárselo dos veces. Al principio Karla no estaba muy receptiva a entablar conversación con aquel desconocido, pero a medida que él hablaba le fue cayendo bien. Ella iba al cine porque estaba aburrida y aunque no sabía ni que película ver, el cine era mejor plan que no hacer nada. Se dejó llevar por aquel chico que parecía un poco hijo de papá y que a pesar de su buena apariencia, parecía un poco raro. Era extrañamente pálido, con los ojos vidriosos como si fuera a llorar en cualquier momento y los labios tenían cierto tono carmesí que hacía pensar que se maquillase, hasta llegó a pensar que fuese un drag-queen. Desde entonces habían quedado varias veces, llegando a intimar más pronto que tarde. Dándole vueltas a esa relación se dio cuenta de que siempre se habían visto por la noche, jamás de día, algo un tanto extraño. Realmente no sabía nada de él, no le conocía.

Pasaron un par de días en los que llamó, le mensajeó y le buscó sin resultado, preguntó en cuanto sitio cercano al cine y otros sitios en los que habían estado se le ocurrió, y todas las referenciasa que tenía eran de verle de noche, como si solo hiciera vida nocturna, hasta le dijeron que en alguna ocasión le vieron con la boca ensangrentada, como si se hubiese peleado, aunque sin más señal de pelea que esa. Con cada respuesta que Karla recibía, Gael le parecía más raro y más desconfiaba de él. Finalmente, tras ese par de días de busqueda, le vio, era de noche, estaba claro que de día, por la razón que fuese, no le encontraría, doblaba la esquina saliendo de un callejón en dirección a una avenida principal, él no la vio y a él parecía que nadie le veía, solo ella; le daba la espalda sin darse cuenta, pero ella si le vio bien, tenía la cazadora de motero un tanto alborotada y se limpiaba sangre de la boca con un pañuelo. A pesar que desde la noche en que estuvieron juntos se notaba el pulso más acelerado de lo normal, en ese instante la sangre no le llegaba a ninguna parte, se le quedaron las manos frías y casi no sabía que pensar. Viendo como se alejaba y casi se perdía en la oscuridad, Karla fue al callejón casi sin pensar, no quería ver lo que estaba pensando, ni que sus peores temores se pudieran hacer realidad, era todo demasiado paranoíco para que fuera verdad. Al doblar la esquina, con la poca luz que le daban las calles paralelas al callejón vio a una niña o una chica en el suelo, no se movía, Karla se acercó con tanto miedo que temblaba de frío, al llegar al cuerpo vio que era una chica algo más joven que ella, parecía pálida, más de lo que podía considerarse normal, y en su cuello...sangre, la sangre brotaba de él, de dos pequeños agujeros como los que se había encontrado ella. No podía ser verdad, ¿Gael era un vampiro?, ¿o un zumbado que iba mordiendo cuellos por ahí y bebiendo sangre?, ¿tendría alguna rara enfermedad mental?.

Karla solo se repetía una cosa, " - en mi cama duerme un vampiro - ".

jueves, 21 de mayo de 2020

LA POSTAL DE ELENA


       Buscaba inspiración entre mis libros para un nuevo relato cuando cayó uno en mis manos, Drácula de Bram Stoker sin tan siquiera pensar en escribir nada sobre vampiros, aunque tal vez sea una señal divina para hacerlo. El caso es que al abrirlo, en la primera página, esa que siempre está en blanco y que parece que esté para tomar notas, me encontré una postal que ni siquiera sabía que estaba ahí, no la recordaba y ni siquiera sé cuando ni por que la dejé dentro del libro, y la leí.

Era una postal enviada por mi 23 cumpleaños desde Finlandia, era una postal de Elena, un viejo amor platónico, uno de tantos que no fue; cojo la postal con apenas tres dedos, la miro y leo que me la mandó hace ¡20 años!, veinte años ya, veinte años de recuerdos de una bonita amistad que con el tiempo se ha quedado perdida en el camino.

La postal dice así:

"25 de Octubre, 2000.
¡Felicidades Manuel!
Soy Elena desde Finlandia. Me dieron una
beca y estoy estudiando
este año aquí. Hasta
Mayo.
¿Qué tal todo?. Es-
pero que me escribas
y me cuentes que es
 de tu vida, hace mu-
cho que no sé de ti.
Un abrazo.
Elena."

Vuelvo a dejar la postal dentro del libro sin saber muy bien por que, quizá porque sé que ahí está bien guardada y sé que cuando la quiera volver a leer la encontaré en el mismo lugar. La guardo con un suspiro de añoranza por tan bonita y bella amistad que en su día me dio la vida aunque no el amor por el que el sueño perdía, y me pregunto que tal estará en su isla de Lanzarote con su hija de meses o de un año tal vez, deseándole lo mejor, deseando que esté bien.

Puede que la escriba y que la diga que entre viejos libros mil veces leídos encontré su postal, la postal de Elena.



jueves, 7 de mayo de 2020

MARY´S BLOOD: TRES AMIGOS Y UNA ÚLTIMA COPA

       
        Ya era tarde, se les había ido la noche sin darse cuenta entre platos copiosos y mucho alcohol. Junto a Buddy El Gordo, llamado así por su corpulencia, Mary y Jamie disfrutaban de una úlitma copa y del ambiente que tenía el club a tan altas horas de la madrugada, invadidos ya por la horda desaforada de aturdidos y emborrachados que o bien estaban allí por celebrar algo o para beber para olvidar. La gramola recién estrenada en el local emitía una música suave que les ayudaba a distenderse y prepararse para ir a trabajar de empalme tras  una noche intensa, o bien volver a casa y dormir la mona. Esa noche les visitaba una de las mejores bandas de “jazz” de Nueva York. Se corrió la voz de su visita por toda la ciudad, provocando colas de espera en la puerta durante horas, provocando sobrepasar el aforo por la gran afluencia de público. Esos minutos de tensa espera a su aparición provocaban que el whisky y la cerveza mal tirada que parecía un mal caldo corrían de mesa en mesa que embriagaba aún más a ese público que había esperado días y semanas para ver a la banda que lo petaba en las emisoras de radio.

Con muchos minutos por delante para su aparición, Mary se fue al baño a retocarse antes de ponerse en primera fila para que los miembros de la banda la vieran bien. Buddy y Jamie, apuraban sus cervezas y sus chupitos de whisky antes del concierto, el ambiente casi era de fiesta, como si se celebrase un evento nacional, como si fuera un 4 de Julio; las luces del escenario se encendían iluminando los instrumentos de la banda ya colocados para que esta saliera, ese momento tan esperado por todos durante mucho tiempo estaba a por llegar, el concierto estaba a punto de empezar y Mary no volvía, Buddy y Jamie terminaban sus copas y bromeaban sobre que estaría haciendo, Jamie decía que se habría encontrado a alguna amiga con la que se habría parado a cotorrear olvidándose del tiempo y de todo, Buddy con su humor negro y más mal pensado que su amigo, decía que habría conocido algún tipo con el que estaría tonteando, "- se habrá ido con él a darle su propio concierto -" decía, sabedor de que a Jamie le gustaba Mary y con esas bromitas le picaba. Lo cierto es que entre broma y broma empezaban a preocuparles que no volviera, por lo que decidieron acabar sus copas e ir a buscarla antes de que empezara el concierto, no querían perderse la salida al escenario de la banda. Se levantaron y se fueron al pasillo de los baños que daban a la salida de atrás del local, sorteando a la gente que empezaba a levantarse y a buscar sitio junto al escenario; llegando al pasillo, la luz se hacía algo más oscura, se cruzaban con la gente que volvía de vaciar el depósito de tanto alcohol con el que se habían llenado durante toda la noche, gente que iba tan borracha que a buen seguro no sabían con quien o que se cruzaban. No daban con Mary, y aún sabiendo que era caso perdido, preguntaban por ella a quienes se cruzaban en el camino.

Al doblar la esquina del pasillo y dejar atrás el bullicio de la sala, se encontraron en el suelo unas gotas que por la pobre luz que había, no sabían muy bien que era, Buddy bromeó con que fueran gotas de orina de algún borracho, Jamie observándolas con cierta distancia, vio que no era orina, se percató de que aquello era sangre, algo que a Buddy, que le tenía cierta aprensión a la sangre, el resultaba algo ciertamente repulsivo. Unos pasos más adelante Buddy vio algo pequeño y brillante, lo cogió con la punta de los dedos procurando no rozarse con la sangre, era un pendiente fino, no muy llamativo. Se lo dio a Jamie y este, con él en la mano se percató de que era un pendiente de Mary, su atracción por ella le llevaba a fijarse en todo lo que llevaba puesto y como le quedaba. Un sudor frío le recorría el cuerpo, si el pendiente del suelo era de Mary, la sangre también lo sería, algo le habria pasado, alguien se la habría llevado; a Buddy le había cambiado la cara, ya no bromeaba, a su querida amiga le había pasado algo, peor aún, alguien se la había llevado. Buddy y Jamie salieron al callejón que daba a la parte trasera del club, no había nadie, ni tan siquiera un coche, no se oía a penas nada salvo el ruido de algún coche que pasaba por las calles de alrededor y alguna sirena lejana de policia.

Aquella noche parecía que el misterio y el crimen de la ciudad que nunca duerme, les había tocado de cerca, y solo tenían un pendiente y la sangre de Mary.

jueves, 23 de abril de 2020

UNAS LINEAS Y UNA ROSA PARA TI

En este día tan especial y en este momento y año tan extraños que no como se merece, podemos disfrutar, unas líneas y una rosa para ti, te vengo a dejar. 

Hoy aquí te vengo a escribir para que estas palabras durante este breve espacio le den a tu alma un poco de paz y sosiego, dibujándote una sonrisa que diga que en este instante eres un feliz. 

Y te regalo la rosa como señal de que esta vida a veces puede ser maravillosa, y lo puede ser si, sobre todo ahora, aprovechamos este tiempo que tenemos para asomarnos al mundo de la lectura, cualquiera que esta sea, y nos dejamos llevar por ese mundo que escrito a su manera, entre líneas y párrafos nos regala su infinita hermosura. 

Quizá no huela a rosas, o tal vez si, y llevados por la imaginación nos adentremos en un inmenso jardín, quizá con ella plantemos enormes corazones llenos de amor, grandes aventuras y emociones.  Incluso puede ser que te animes, con tus propias letras, ha abrirnos ese mundo en el que vives o anhelas, y en él te podamos ver. 

No sé si soy escritor aunque me empeñe en dejarte parrafadas enteras con mucho amor. No soy poeta, pero permíteme pedirte que hoy, sin que nadie lo sepa, me dejes tu ventana abierta. Entraré con sigilo y con el alma en vilo, porque no sé si cuando me leas, un pedacito de ti sea.

En este día tan especial, que bien pudo haber tenido nombre de mujer, te dejo con humildad y absurda sencillez unas líneas y una rosa para ti.

domingo, 19 de abril de 2020

DESPERTANDO EN MEDIO DE LA TORMENTA

Desperté, cogí el móvil entre sueños, intentando que no se me cayera, miré la hora, eran más de las 5 de la mañana, no sabía muy bien que pasaba, que coño, no tenían ni idea de que pasaba, el desague sonaba como si en cualquier momento, fruto de la presión, fuera a salir disparado, llovía a mares, parecía un castigo bíblico, como si certificase que este año apocalíptico y extraño, realmente fuese el fin del mundo. 

Ahora, recordando ese momento en el que el sueño se me rompió, literalmente de golpe, me viene a la memoria la fotografía que horas antes me mandaron con el cielo encapotado y encendido como si se fuera a romper en cualquier instante y un enorme rayo de luz fuera a caer sobre nosotros. 

No sé si este sea un fin del mundo o un fin de ciclo, o el principio de algo, no sé si haya una alineación interplanetaria que no sepamos y en la que el universo juegue con nosotros como un niño juega con una pelota en sus manos, no sé si antaño Nostradamus o cualquier otro iluminado tenía este año entre sus vaticinios y estos se estén, ahora si, cumpliendo como si se tratase de una maldición de siglos atrás, o simplemente, y sin haberme metido nada, ni haber bebido, esté flipando. 

Y ahora, vuelve a tronar.

jueves, 2 de abril de 2020

MADRID 2020: LA CIUDAD APOCALIPTICA

El 1 de Enero, cuando celebrabamos la llegada del nuevo año poco y nada podíamos imaginar de lo que este nos traería, jamás lo habríamos creído aunque nos lo hubiesen contando, habríamos pensado que sería uno de esos vaticinios de esos iluminados que luego no adivinan ni el cero, sin embargo hoy nos vemos en medio de una pesadilla real, en medio de una tormenta mundial y apocalíptica que supera cualquier película que te puedan echar. 

Hoy nos vemos confinados como sardinas en lata, en nuestras casas, saliendo lo justo y preciso, matando el tiempo con cualquier cosa, incluso lo inimaginable. Vemos nuestras calles inusualmente vacías, sin vida, viendo como esta tormenta las ha arrasado, poniendo nuestras vidas patas arriba, descolocandolas por completo, desbordándonos. Ha parado nuestras vidas hasta tal punto que es como si alguien le hubiera dado al botón del PAUSE. Y en esa pausa nos encontramos, con la incertidumbre de no saber hasta cuando durará in pass, viendo cada día en la televisión como nos dan cifras que es mejor no ver, viendo como suben y bajan, unos días más y unos menos, como si de una montaña rusa se tratara, y en la que todavía no se llega a ver la bajada que te lleve al final de este recorrido tan tormentoso. 

Vemos como se extiende y arrasa otros paises, vemos cada día se hace más grande, como conquista y domina el mundo, ignorando que a pesar de las bajas que nos deja, estamos atrincherados, preparándonos para darle batalla y ganarla. Llevará tiempo, no será fácil ni rápido, pero será, ocurrirá, llegará el día en el que la venceremos y recuperaremos nuestras vidas y nuestra ciudad. No será de golpe, pero poco a poco, paso a paso le ganaremos terreno y las calles volverán a ser nuestras. 

Madrid, como tantas otras ciudades, dejará de ser una ciudad vacía, una ciudad fantasma y apocalÍptica.

viernes, 20 de marzo de 2020

CORONAVIRUS: CARTA AL MUNDO

A ti que ahora me lees, a ti que te has visto afectado por esta pandemia que a todos nos ha puesto la vida patas p´arriba, a ti que no te pudiste escapar del bicho y te contagiaste y te ves obligado a estar en el frío hospital que como puede te da cuanto puede y te tiene aislado, lejos tu entorno, tu casa y tu familia, a ti que perdiste a alguien por el maldito virus, y a ti que como a tantos te tiene confinado en tu casa como sardinas en lata, trabajando si puedes y como puedes y matando y pasando el resto del tiempo de cualquier manera aunque ya no sepas que hacer ni que inventar, te mando mi ánimo, mi fuerza y mi pésame, te mando un gran abrazo por aquellos a los que no puedes ahora abrazar. 

Y te digo que toda esta pesadilla pasará porque no es la primera ni la peor pandemia de la humanidad. Tienes razón al estar enfadado, frustrado e incluso agobiado, tienes todo el derecho a buscar culpables de tan mala situación, porque como muchas veces ocurre, las cosas se han hecho tarde y posiblemente mal, pero ya que nos ha tocado vivirlo y de esto no nos podemos escaquear, hagamos lo posible por ayudar, hagamos caso de lo que nos dicen, mantengamos la mente fría y el corazón caliente. 

Posiblemente nunca sepamos la verdad de su origen entre tantas hipótesis y conspiranoias que nos alborotan la cabeza, tampoco recuperaremos el tiempo perdido, y mucho menos a los seres queridos, pero con paciencia y evidente resignación, aceptando la situación, sin poder decirte más pronto que tarde, volveremos a la normalidad en todo lo que nos sea posible, volveremos a tomarle el pulso a la rutina que desgraciadamente para muchos ya no será igual. 

Y sobre todo y si es posible, cuando todo esto acabe, cuando salgamos de este mal sueño, tal vez hayamos aprendido algo de todos y de nosotros mismos, tal vez valoremos más las cosas, lo que hacemos y lo que nos rodea, tal vez aprovechemos y también valoremos más y mejor el tiempo que ahora no tenemos. 

Sé que ese fácil decir y escribir, pero...ánimo, paciencia y resignación.