Me levanté y la miré, y ella abrió los ojos y me miró, estaba viva. Me
quedé sin respiración y sin reacción, no podía moverme, solo podía
mirarla a los ojos como ella lo hacía a los míos, y sin tal reacción,
ella se abalanzó sobre mi sentándose en la mesa sobre la que yacía,
cogiendo mi cara con una mano al tiempo que sus labios se cerraban sobre
mi cuello y me clavaba sus colmillos como finos cuchillos,
inmovilizando todo mi ser, dejando que el dolor de sus cuchilladas se
extendiera por todas partes a la vez que la vida parecía escaparse con
mi sangre, la sangre que ella engullía y bebía a borbotones e
insaciablemente, y después..., nada más. No sentía nada, no sé decir a
ciencia cierta si estaba vivo o muerto, no sabía si mi alma vivía
mientras mi cuerpo moría, no pasó nada.
Frío, solo sentía frío, estaba temblando cuando recuperé la consciencia, no sabía cuanto tiempo había llevaba así, tirado en el suelo y tiritando como si estuviese helado. Ciertamente lo estaba, me abracé para detener ese estado gélido que nacía de mis entrañas, realmente no sabía que ocurría ni por que, solo tiritaba y aún sentía sus colmillos clavados en mi cuello, con sus labios sobre él, igual que una serpiente sobre su presa inoculándole el veneno, así me sentía yo. Me daba grima y casi asco pensar en como notaba que bebía mi sangre, succionando de mi cuello con exagerada avidez, parecía que todo fuese un mal sueño, eso quería, que fuese nada más que una mal y asqueroso sueño, aunque parecía ser bastante real. Tenía que moverme si no quería morirme ahí congelado y ser un cuerpo más a estudiar en la sucia morgue, me giré para levantarme a pesar de que todavía temblaba por el frío más intenso que había sentido jamás, y al hacerlo, ahí estaba ella sentada en la mesa en la que no sé cuanto tiempo antes perecía, me miraba fijamente con sus ojos vidriosos y con todo el color de piel que antes no tenía. Intenté hablar, pero de tanto tiempo que pasé sin sentido en el frío suelo de la morgue, la voz no me salía, no alcancé a decir nada hasta que pude tragar saliva y ordenar un poco mi cabeza en ese enorme desorden que no llegaba a comprender.
-¡¿Qué?!, es lo único que alcancé a sacar de mi garganta reseca, mientras la mujer de la mesa me miraba impertérrita sin mostrar estado alguno por todo aquello. Advirtiendo mi plena consciencia, se bajo de la mesa con bastante agilidad para haber estado muerta apenas hacía unos minutos o unas horas, se arrodilló junto a mi y me tomó la cara entre sus manos que me parecieron cálidas en comparación con el frío intenso que me atenazaba, y me miró, me miró con la dulzura protectora que solo una madre puede mirar a su hijo, y nuevamente me hipnotizó, me hizo suyo con la mirada de aquellos ojos vidriosos y penetrantes que llegaban al alma, y siendo suyo sentí que el intenso frío se disipaba. Ya no sentía miedo ni inquietud, aunque si tenía mil preguntas que hacer, y ella con una tremenda sencillez me dijo: - tranquilo Gael, todo está bien -, y no supe decirle que no, ni preguntar que pasaba o quien era ella, aceptando que todo estaba bien, aún sin saber que era ese todo. Apartó sus manos y se quedó sentada de rodillas, junto a mi, como si no quisiera abandonarme, entonces por fin pude reaccionar y sentarme junto a ella, me dolía todo el cuerpo, seguramente del tiempo que estuve ahí tirado, inmovil y con el deseo inexplicable de volver a tocarla y sentirla alcancé a preguntarle - ¿qué ha pasado?, ¿quién eres? -, preguntas a las que ella respondió con una sonrisa que parecía querer decir "tranquilo, te contaré todo".
- Hola Gael, soy Lilith -dijo presentándose con voz cálida y suave y tranquilizador.
- ¿Lilith? -pregunté. - ¿quién eres?, ¿qué está pasando?, ¡¿qué me has hecho?! -pregunté alzando la voz en un tono que iba de la preocupación al enfado y casi al miedo.
- Que me has hecho tú, Gael. Me has devuelto la vida con tu sangre llena de juventud, y por ello te estaré eternamente agradecida.
- ¡¿Has bebido mi sangre?! -le espeté horrorizado y asqueado- ¡¿qué clase de monstruo eres?!.
- Soy un vampiro, Gael -respondió ella con una frialdad y tranquilidad pasmosa, como si ser vampiro fuese lo más normal del mundo.
- ¿Vampiro? -pregunté, incrédulo.- Los vampiros no existen, son cuentos y leyendas, fantasias de borrachos y charlatanes.
-No, no somos cuentos ni leyendas. Somos reales, Gael, y ahora tú también eres uno de los nuestros. Ahora eres un vampiro.
Me quedé mirando ojiplático a Lilith durante un rato, incrédulo. Solté una pequeña carcajada como si todo aquello fuese una mala broma, pero lo cierto es que hace un rato Lilith, esa mujer que me estaba contando todo aquello que sonaba a fantasía, yacía muerta sobre la mesa de una morgue, y ahora estaba sentada en el suelo frente a mi, con toda la vida del mundo, un mundo que sin saberlo, sin ser consciente de ello, había cambiado para siempre.
- ¡¿Un vampiro dices?!, ¿ahora he de morder cuellos y beber sangre para vivir?, ¿soy un chupasangres ahora?, ¿en eso me has convertido?.
- Es una manera muy básica de resumirlo, Gael -respondió ella- pero sí, eso es lo que eres ahora. Ya no eres un ser humano cualquiera, ahora eres un hijo de la noche, como yo, y aunque ahora te encuentras relativamente débil por toda la sangre que me has dado para devolverme la vida, pronto serás más fuerte cualquiera humano que hayas conocido hasta ahora.
- ¡Dado! -le espeté- la has tomado por la fuerza, ¡me la has arrancado!.
- Entiendo que ahora lo veas así, entiendo cuantas emociones te embargan ahora, mi bella criatura, pero con el tiempo lo verás como un regalo que nos hicimos mutuamente, tú me has devuelto la vida y yo te he dado una nueva vida, una vida eterna.
- Eterna -dije casi entre susurros- ¿soy inmortal?, ¿somos inmortales?.
- Si, somos inmortales, pero también podemos morir -respondió Lilith, confundiéndome más por la ambigüedad de la respuesta, ¿si y no?. - En esos cuentos y leyendas que mencionabas, hay verdad. Que los crucifijos nos pueden matar, es mentira, no somos anticristianos ni anticristos, no es cuestión de dioses, tampoco es cierto lo de los ajos y las estacas, pero si lo del sol, somos vulnerables a su calor, por lo que nos vemos relegados a vivir de noche, la noche es nuestro día. La sangre es nuestro alimento, sin ella estamos condenados Gael, y solo un vampiro tiene la fuerza y el poder de matar a otro vampiro, no hay ser humano que pueda hacerlo.
- ¿Y mis padres?, ¿qué hago con ellos?, ¿qué les digo?, ¿y a toda la gente que conozco?.
- ¿Decirles Gael?, ¿qué les vas a decir?, ¿que una mujer moribunda en la morgue bebió tu sangre, y tras haber estado muerto un buen rato, has despertado siendo un vampiro y ahora tienes que beber sangre para vivir?. ¡No!, no puedes mostrarte al mundo sin más, como si estuvieras desnudo, no lo entenderán. Te verán como tú me has visto a mi, como un monstruo, es mejor que todos te den por desaparecido sin explicarse por qué. Tienes que desaparecer de su mundo, porque es mundo ya no es el tuyo, ya no te pertenece ni eres parte de él. -me dijo ante mi creciente consternación.
- ¿Y ahora qué? -pregunté.
Lilith me miraba tranquila, paciente, sabedora de lo que me costaría creer y aceptar todo lo que estaba pasando, y todo lo que estaba por pasar. Yo, joven de cuerpo y espíritu me había convertido en su nuevo pupilo, ella me había convertido, y ahora tendría que enseñarme un nuevo mundo, tendría que enseñarme que era otra persona, alguien distinto, y tendría que hacerlo con mucha calma, sin prisa, aunque el tiempo para nosotros no sería un problema, teníamos toda la eternidad. Ella era consciente de que allí sentados, yo no saldría de su estupor, no dejaría de darle mil vueltas a la cabeza, y tampoco teníamos toda la noche para quedarnos allí, se levantó ante mi atenta mirada, la de su criatura y me ofreció la mano para que la acompañará, teníamos mucho de que hablar. Yo, a pesar de las mil preguntas que tenía por hacerle, no pude negarme a su ofrecimiento, de algún modo, aún más intenso que antes, seguía sometido a su voluntad, que en todos los aspectos parecía ser más fuerte que yo. Tomado de su mano, noté que había recuperado la temperatura perdida, o tal vez estuvieramos los dos igual de fríos, no lo notaba, para mi la mano de Lilith era suave y cálida, su tacto era agradable, me relajaba. Los dos juntos salimos de la morgue para perdernos en la oscuridad de la noche en la que por sus labios, sin ser un beso, morí humano, la noche que nací vampiro.
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