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lunes, 29 de octubre de 2018

CUANDO CONOCÍ A MR. PERRILTON

El día que entré en sus oficinas, no sabía que tanto me depararía el día, pero al cabo del mismo, si puedo decir que fue para no perdérselo, o si. 

Me desperté con una mezcla de seguridad en mi y un leve nudo en el estómago que no dejaba de hormiguear, tanto era, que no sabía si desayunar, o pedir un café al llegar. Al llegar, me daba miedo, o al menos respeto hasta respirar, no se oía casi ningún ruido, salvo el de la chica detrás del mostrador que te recibía, te anunciaba, y cuando él daba su permiso, te decía donde ir. Y fui, subí piso tras piso en ese ascensor casi silencioso hasta llegar a su planta, y salí encontrándome el mismo silencio que hacía parecer que la vida allí se hubiera parado, y al entrar en su despacho lo parecía aún más. Mejor dicho, era como si hubiera viajado en el tiempo al pasado.

Entré en su despacho, que casi se asemejaba más a un apartamento de soltero, o uno de esos que tienes para escapar de todo. Saludé timidamente en medio de ese silencio que envuelve todo el edificio y sus alrededores, y me respondió casi a lo lejos una voz que aún se esforzaba por parecer grave y no perder su posición, pero que inevitablemente, con el paso de los años pierde fuerza. Seguí el camino por el que me parecía que había llegado esa voz hasta llegar a una sala al menos pretendía ser una mezcla de despacho y cuarto de estar, medianamente grande, luminosa y acogedora. Y allí estaba él, casi imponía tanto como la foto de sus mejores años que destacaba en aquella estantería llena de libros que probablemente nunca o casi nunca leía.

Miraba por la ventana, en silencio. Yo me paré a unos pasos de su escritorio sin decir nada, sin saber que hacer, y entonces me miró, serio, como si casi no supiera que pasaba, se acercó a su mesa y me preguntó si era quien mandaban como su asistente, Asentí, y con un gesto me invitó o me hizo sentar. Se presentó con su acento inglés, ese acento con el que te parece que te habla con un chicle en la boca, pero en el que se le entendía bien. Se presentó como Mister Perrilton o Señor Perrilton, jamás había oído un apellido así, aunque no lo cuestioné, por lo inglés que se oía, y como él decía, casi con gracia, tampoco lo había oído ni visto en otros, salvo en si mismo.

Nos pasamos el tiempo frente a frente, conociéndonos, hablando de cada cual, o más bien sometiéndome a su interrogatorio en el que me dio la sensación de que era un poco tocapelotas. Todo lo cuestionaba con escepticismo, como si ya no creyera en nada o simplemente lo hiciera por diversión, parecía ser esa clase de gente que con el tiempo pierde la fe en todo. Decidí tenerle paciencia e intentar no juzgarle tan pronto, al fin y al cabo no le conocía de verdad, y podría ser que con el tiempo dejase ver a alguien distinto.

Mister Perrilton, o el Señor Perrilton era o pretendía ser o seguir siendo el típico caballero inglés, del centro de Londres, entrado en años, delgado, casi huesudo, siempre lo fue, al que el alzheimer empezaba a memar y borrar sus recuerdos, como quien formatea un ordenador. Mi labor, en los meses que pasaríamos juntos, era, básicamente, la de ser su memoria en esos momentos de olvido, que por entonces no eran todavía muchos ni notables.

El Señor Perrilton llegó hace ya unas decadas, enamorado, pero no de una mujer, enamorado del país, de su gente y su cultura, y no fue capaz de dejarlo, por mucho que añorase su querido Londres.

Así pues, cada día iba a esa especie de despacho-apartamento, y le leía sus correos, correos que a pesar ser o pretender seguir siendo un caballero inglés, guardaba por e-mail. Se los leía, escribía y mandaba. También, varias veces a la semana, le leía el periódico, unas veces alguno local o nacional que me mandaba comprar, en el que le leía de política, otras, pocas veces y solo por que le apetecía criticar, de sociedad, y a veces, tanta como de política, le leía de deportes. Otras veces, por internet, le buscaba alguno inglés, tras traducirlo claro, no hablaba nada de inglés, ignorancia la mía que le causaba gracia, y le leía sobre lo que le acontecía por aquellos lares, que tanto tiempo llevaba ya sin ver, y que más pronto que tarde quedarían en el olvido.

Con el tiempo me tomando confianza, y con ella me dejó conocerle un poco más, aunque no por ello dejaba del todo ese lado cabroncete que le habían dado los años, o posiblemente nosotros y nuestra forma de ser. Me toleraba ciertas confianzas con él, aunque procuraba ser prudente, por lo que nunca me terminé de soltar del todo. Supongo que esas distancias y ese respeto fue el que dio pie a tenernos confianza.

Hoy, que ya no estoy con él, puedo decir que con el tiempo vi en Mister Perrilton a otra persona, al verdadero Señor Perrilton, para bien y para mal. Solo espero que en su mundo, y en el olvido en el que ya estará sumido, sea feliz, y que a ratos, aunque pequeños, se acuerde de mi, porque yo si me acuerdo de él.

jueves, 25 de octubre de 2018

DEAR JACK

        Dear Jack, o Querido Jack, así comenzaban todas sus cartas, cartas que le escribía cada semana, o a lo más tardar cada mes, cartas en las que siempre le decía acordarse de él. 

En ellas le preguntaba como estaba, que hacía, y como estaba mamá, y hablaba de él, de por que estaba allí, tan lejos de casa, por que estaba en un lugar del que no sabía si iba a volver, aunque eso en ellas no lo plasmara, y siempre le decía, aunque a veces fuese mentira, que estaba bien.

En sus cartas, siempre le contaba como él y sus compañeros ayudaban a la gente, gente que sufría y padecía, y que ellos con unos simples gestos y una sonrisa, aliviaban. Y le contaba como aquellas personas tanto se lo agradecían, como con cosas sencillas como un plato de arroz, o de sopa o tan solo un trozo de pan, sentían que les salvaban la vida. No le contaba que imágenes quedaban grabadas en su retina, que sonidos guardaría para siempre en su cabeza de aquella horrible y cruenta guerra que tanto daño en el camino dejaba, no le escribía de sus noches de frío y en vela, ni del hambre que él mismo a veces aguantaba, ni de cuantas balas y bombas a su alrededor silbaban, provocando temblores como si de terremotos se tratara, en el suelo que pisaba.

Decía acordarse mucho de él, y de su madre, de los dos, decía echarles mucho de menos, y de cuantas ganas tenía de estar con ellos, juntos los tres otra vez; le mandaba saludos de sus compañeros, a los que probablemente, nunca llegase a conocer.

Y siempre, para finalizar, le decía..."cuida de mamá, y cuidate tú también."...Dad.

viernes, 19 de octubre de 2018

LA CIUDAD DE LA FELICIDAD

   Espero a que cese la lluvia para poder salir a caminar por las calles hoy encharcadas de esta vieja ciudad, esta ciudad que la gente de hoy ve fotografiada en blanco y negro, esta ciudad que me vio nacer. 

Camino por sus calles tranquilas y a la vez llenas de vida, mirando a esa gente y esas caras de aquellos hijos y aquellos nietos de aquellos con los que pasé mi infancia y mi juventud, aquellos con los que jugé, y con los que se escapaba de la escuela para ver a las que entonces llamabamos mozas.

Caminando, me vienen a la memoria momentos y sonidos de aquellos años en los que entonces todo era más sencillo, más simple, donde toda la gente se comunicaba más entre si, donde se asociaba más. Recuerdo olores y aromas ahora perdidos de aquella que los de mi generación ya casi extinta, llamamos "la ciudad de la felicidad", felicidad por todos aquellos recuerdos de una vida que se fue y no volverá a ser, momentos de una vida a la que a la gente de hoy invitaría a vivir, una vida en fotos que recuerdo sin tanto estrés y menos autómata que la de nuestros días. 

Eran días sin televisión, días de radio hoy añeja pero familiar y hogareña que llenaba esos ratos entre chato y chato, porque chatear por aquel entonces era una actividad mucho más social que la de hoy en día, chatear era otra cosa. Eran días de periódico de papel, de periódico menos universal, sin champions y tal. 

Eran días donde como hoy, salía a caminar por las calles de mi ciudad, mi ciudad de la felicidad.

viernes, 12 de octubre de 2018

NOCHE DE VINO, DÍA DE RESACA

    Desperté, creía que aún me duraba la borrachera, miré la hora y vi que era pronto, muy pronto aún para hacer nada, los efectos de aquellas copas de vino y algo más aún me invadían, era como si cada poro de mi piel aún estuviera bebiéndolo, dejándome sumido en la embriaguez, era como estar bañado en aquel vino, buen vino. 

Tras mirar la hora y ver que había dormido menos de cinco horas, caí en que no estaba borracho todavía, era resaca, ¿resaca yo?, casi nunca me pasa, de hecho esta es la segunda vez, habiéndome emborrachado muchas más de diez, el gusto a aquella segunda botella de vino aún me duraba, como si la hubiese estado bebiendo toda la noche con la sensación de borrachera permanente. 

Con la tensión probablemente disparada, no lo sé, el cuerpo me pedía mil cosas a la vez, quería agua, chorros de agua que se llevasen ese torrente de sensaciones embriagadas, me pedía dormir, dormir más, que con el despertar tan temprano, se acentuaba más, quería dormir hasta que el más profundo de los sueños, se llevase aquella maldita resaca; también y no sé por que, me pedía azúcar, ¿será que el azúcar puede batallar con la resaca y ganarla en la pelea?, quien sabe, igual es cuestión de probar, al fin y al cabo lo peor que me puede pasar es seguir en su compañía, dejando que cada una de mis células se conviertan en gotas de vino que me recorren y me emborrachan los sentidos.

En cualquier caso decido no dormir, eso lo dejo para más tarde, optando por hacer caso a la primera petición de mis neuronas, agua, mucha agua que sustituya a todo lo demás, y así paso el día, y con su paso, la resaca se va, dejándome solo ganas de dormir más que las mantas.

Y dormiré, dormiré hasta que me embriague otra vez y vuelva la resaca.

viernes, 5 de octubre de 2018

BURBUJA

      Unos lo llamarán química, otros milagro de la vida o de la naturaleza, en cualquier caso, lo cierto es que difícil imaginar como empieza todo, como llegas casi de la nada, ni como te sientes ahí dentro. 

Es difícil imaginar si oyes y sientes todo lo que pasa aquí afuera, mientras estás ahí en tu burbuja de paz, es difícil imaginar si entiendes lo que pasa o te preguntas donde estás, es difícil si quieres estar ahí dentro, donde nadie te molesta, o quieres salir ya, es dificil imaginar si compartes sensaciones, dolores y angustias, alegrías y tristezas, es difícil imaginar si ríes o lloras al mismo tiempo que lo hace ella?. 

Es difícil imaginar a que juegas, es difícil imaginar si ahi dentro tienes hambre o pasas sed, o si ves algo ahi dentro o todo es oscuridad, es dificil imaginar que vida te pueda esperar.

Das patadas, te mueves de aquí para allá en esa burbuja que con el paso de los meses en los que te alimentas y creces, se va achicando sin que seas consciente de lo que ella contigo en cada momento siente. Siente tanto que sin tú saberlo le provocas risa y le provocas llanto.

Eres vida, vida dentro de otra,  vida que viéndote tan pequeña, eres una gran gota, vida que tanto alborota, dentro de esa burbuja que con el tiempo cae como una hoja, hoja que de las entrañas nace y brota, nace y florece, florece y crece.