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viernes, 12 de octubre de 2018

NOCHE DE VINO, DÍA DE RESACA

    Desperté, creía que aún me duraba la borrachera, miré la hora y vi que era pronto, muy pronto aún para hacer nada, los efectos de aquellas copas de vino y algo más aún me invadían, era como si cada poro de mi piel aún estuviera bebiéndolo, dejándome sumido en la embriaguez, era como estar bañado en aquel vino, buen vino. 

Tras mirar la hora y ver que había dormido menos de cinco horas, caí en que no estaba borracho todavía, era resaca, ¿resaca yo?, casi nunca me pasa, de hecho esta es la segunda vez, habiéndome emborrachado muchas más de diez, el gusto a aquella segunda botella de vino aún me duraba, como si la hubiese estado bebiendo toda la noche con la sensación de borrachera permanente. 

Con la tensión probablemente disparada, no lo sé, el cuerpo me pedía mil cosas a la vez, quería agua, chorros de agua que se llevasen ese torrente de sensaciones embriagadas, me pedía dormir, dormir más, que con el despertar tan temprano, se acentuaba más, quería dormir hasta que el más profundo de los sueños, se llevase aquella maldita resaca; también y no sé por que, me pedía azúcar, ¿será que el azúcar puede batallar con la resaca y ganarla en la pelea?, quien sabe, igual es cuestión de probar, al fin y al cabo lo peor que me puede pasar es seguir en su compañía, dejando que cada una de mis células se conviertan en gotas de vino que me recorren y me emborrachan los sentidos.

En cualquier caso decido no dormir, eso lo dejo para más tarde, optando por hacer caso a la primera petición de mis neuronas, agua, mucha agua que sustituya a todo lo demás, y así paso el día, y con su paso, la resaca se va, dejándome solo ganas de dormir más que las mantas.

Y dormiré, dormiré hasta que me embriague otra vez y vuelva la resaca.

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