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lunes, 25 de noviembre de 2019

JOJO, MEMORIA PERDIDA, RECUERDOS OLVIDADOS

Como cualquier día desde hace no sabía cuantas décadas, JoJo se encontraba en el jardín de su casa arreglando sus flores y petunias a las que tanto mimaba, saludaba y sonreía a las mismas caras cada vez y seguía con su rutina, inmersa en sus pensamientos. 

Ese día, tras tomarse su té mañanero, había decido no leer el periódico, no tenía de seguir las mismas noticias de cada día, no quiso saber nada del politiqueo ni de cualquier mala noticia que en él pudiera leer, y perdida entre sus plantas, ignoraba que su pasado se le acercaba en un coche negro metalizado, guardado en una carpeta color canela, impoluta, como si fuese nueva. Cuando se percató de la cercanía del coche, este se detenía frente a su puerta suavemente, sin mucha estridencia. De él se bajó una mujer de pelo muy negro, y detrás de ella, un hombre de piel pálida, se notaba que no le daba mucho el sol, ambos no tendrían más de cuarenta o cuarenta y pocos años. La mujer, con la carpeta en la mano, se le acercó a ella y de manera educada pero firme, le preguntó si ella era Kelly Thompson, un nombre que hacía años que no escuchaba, un nombre por el que ya nadie la llamaba. 

Al principio quiso negarlo, negaba ser ella hasta que la mujer abrió la carpeta y sacó una foto en blanco y negro algo amarilleada por el tiempo de una muchacha que no tendría más de veintipocos años y media melena. Al verla, a JoJo le cambió la cara, era evidente que la mujer sabía que era ella, sabía muy bien a por quien iba, habían dado con ella. Asintió. 

Su pasado había vuelto a por ella como cincuenta años después, tal vez más, había pasado tanto tiempo que todas las imágenes y los recuerdos de esa generación que pudiera haber, eran en blanco y negro, y eso suponiendo que quedase alguno. Había llegado el momento en el que tenía que pagar las cuentas que creía haber dejado atrás, perdidas en el tiempo, como si el mar se las hubiese llevado, sin pensar ni contar con que ese mismo mar tarde o temprano te devuelve todo lo que en él arrojas. JoJo miró a su casa diciéndose a si misma que sabía que este día llegaría tarde o temprano, aunque con los años, a su avanzada edad, tal vez ya no le tocaría rendir cuentas ante nadie de su pasado, eso pensaba cada vez con más frecuencia y más convencida de ello, sin embargo no era así. Sus fantasmas, como los de cualquier otro habían vuelto a por ella, y por ellos ahora tenía que dar muchas explicaciones de cuanto había hecho en su momento, a espaldas de todo un país que apenas tenía conciencia de ella. 

Sin coger nada, nada más que con lo que llevaba puesto, acompañó a la pareja al coche sin poner resistencia alguna a su destino. Su vieja y arrugada cara había cambiado, ya no era JoJo, volvía a ser la joven Kelly Thompson de hace medio siglo que creía haber dejado perdida y olvidada en el tiempo. Se subió al coche, se abrochó el cinturón al tiempo que le cerraban la puerta, y en silencio, desapareciendo en aquel coche negro metalizado, calle arriba, se dejó llevar hasta su pasado perdido y olvidado.

lunes, 18 de noviembre de 2019

INOCENTES PECADOS DE PALACIO

Llegó a palacio de forma inesperada sin ser anunciado por nadie en ningún momento, acompañando a aquel con quien la obligaron a casarse casi siendo niña y sin tan siquiera haberle conocido, y así, de esa manera le idealizó a él y a eso que llamaban matrimonio, sin embargo nada fue como ella pensó, ni él, ni el matrimonio, sin embargo ese hombre que al llegar a penas la miró y ni tan siquiera, a pesar de ser entonces la reina, la saludó, acabó siendo todo lo que ella había imaginado que sería su propio esposo, era todo lo que pensaba que sería y debería de ser un hombre. 

El entonces desconocido, llegó para servir de manera personal y directa al rey y a nadie más aunque el juramento que había hecho y sus propias convicciones morales, le impedían dedicarse de forma exclusiva y única a él, así pues también lo hacía con quienes de una forma u otra le pudieran necesitar. Su forma de ser pronto llamó la atención de la reina hasta el punto de encandilarla como ni su infantil marido lo había hecho nunca. 

El nuevo servicio del rey era un hombre sencillo y muy cabal que sabía cuando callar y sobre todo escuchar, sabía aconsejar muy bien a los demás cuando le contaban sus problemas o simplemente sus pensamientos, en seguida sabía que le convenía o que necesitaba cada cual, y así fue con ella, de quien más pronto que tarde le atrajo su juventud y al mismo tiempo su madurez y valentía para afrontar el mundo que le había tocado a pesar de su temprana edad, a la cual ya era madre de un niño al que le tocaría en un futuro heredar el país a modo de corona sobre su cabeza. 

Ambos, reina y el servicio del rey, conectaron bien pronto el uno con el otro, tanto que practicamente era uno de los confidentes de ella en asuntos tan personales que nada tenían que ver con ese mundo que la rodeaba, y no solo intercambiaban confidencias, ambos tenían gustos similares como la literatura, y compartían pareceres respecto a los asuntos del país y la política, tanto así que se podía decir que gobernaban a la sombra de un rey vacío que hacía lo cualquier otro dijera que tenía que hacer. 

Más allá de eso, reina y servil intimaron tanto que llegaron a compartir el lecho en el que el rey no dormía cuando este pasaba la noche en casas de mujeres de vida alegre, emborrachándose sin preocuparse de nada más. Los dos eran la mano derecha e izquierda del rey y ambas se estrechaban y enlazaban de cuerpo entero cada noche entre los enormes y altos muros que callaban y guardaban el secreto de aquellos inocentes pecados de palacio.

lunes, 11 de noviembre de 2019

ESA RUBIA QUE NO ME DEJA DE MIRAR

La conocí en una noche de invierno, creo, iba disfrazada de dulce aunque cada uno de sus besos amargaba, rubia de abundante pecho pero frío y espumosa su pasión, y bebía mucho, bebía en lata, botella y vaso, bebiendo aguantaba largo rato.

Su llegada era siempre oportuna, convirtiendo los días feos y malos en días de fortuna. Era de apariencia helada, aunque a veces estaba caliente, de cualquier manera iba bien para una fiesta o después de la siesta.

Esa rubia me refrescaba y con el sabor de sus labios me embriagaba, y en los malos momentos me consolaba. Con ella engordaba y aún así me amaba.

Indigno soy de ella bebiendola en lata, pues el sabor de sus labios no es el mismos que el de las botellas o los vasos. 

Le da igual si yo soy un cursi y ridículo burgués o un burdo obrero, sabe que yo la quiero. Sabe que la celo, y en ese celo con ganas la beso y la quiero. Me gusta cuando viste de dorado, y más aún con su color de piel tostado. 

No me resisto a esa cerveza rubia que no me deja de mirar.

lunes, 4 de noviembre de 2019

MADRID, SON LAS 18 H Y ES DE NOCHE

Madrid, son las 18 h, seis de la tarde para los milenials, y es ¡de noche!. Muy lejos queda ya el verano, estar a plena luz del sol a estas horas, e incluso más tarde, muy lejos quedan ya las terrazas de los bares, el calor y el sudor, el poder ir en manga corta y sin los consabidos tres kilos de ropa que toca ya llevar. 

Ya nada es igual, la cerveza fría ya no sabe igual, ya no son tarde de helado ni agua fría, por las calles ya no se va igual. Ahora capas y capas de ropa como si fuéramos cebollas, nos envuelven hasta convertirnos en muñecos de nieve andante, apretados con nosotros mismos hasta que nos recogemos en casa hechos un ovillo con un café o un té hirviendo entre las manos. Las luces de la noche nos mal alumbran en las calles oscuras mientras la pagamos a millón sin que Madrid sea la jodida Las Vegas. 

Y por delante nos queda aún más frío en noches más largas, más capas de ropa nos queda por poner, más cafés, más tés, más estrés, más coches, más de todo, y el moco colgando como adorno de árbol de Navidad hasta que ya bien entrado el año próximo, el sol, que no el calor, por más tiempo nos quiera acompañar. 

Y aquí me quedo, al calor de mi habitación oscura en esta noche de otoño que aunque fría, por suerte no es lluviosa, aquí en Madrid, son las 18 h y es de noche.