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lunes, 11 de noviembre de 2019

ESA RUBIA QUE NO ME DEJA DE MIRAR

La conocí en una noche de invierno, creo, iba disfrazada de dulce aunque cada uno de sus besos amargaba, rubia de abundante pecho pero frío y espumosa su pasión, y bebía mucho, bebía en lata, botella y vaso, bebiendo aguantaba largo rato.

Su llegada era siempre oportuna, convirtiendo los días feos y malos en días de fortuna. Era de apariencia helada, aunque a veces estaba caliente, de cualquier manera iba bien para una fiesta o después de la siesta.

Esa rubia me refrescaba y con el sabor de sus labios me embriagaba, y en los malos momentos me consolaba. Con ella engordaba y aún así me amaba.

Indigno soy de ella bebiendola en lata, pues el sabor de sus labios no es el mismos que el de las botellas o los vasos. 

Le da igual si yo soy un cursi y ridículo burgués o un burdo obrero, sabe que yo la quiero. Sabe que la celo, y en ese celo con ganas la beso y la quiero. Me gusta cuando viste de dorado, y más aún con su color de piel tostado. 

No me resisto a esa cerveza rubia que no me deja de mirar.

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