La conocí en una noche de invierno, creo, iba disfrazada de dulce aunque cada uno de sus besos amargaba, rubia de abundante pecho pero frío y espumosa su pasión, y bebía mucho, bebía en lata, botella y vaso, bebiendo aguantaba largo rato.
Su llegada era siempre oportuna, convirtiendo los días feos y malos en días de fortuna. Era de apariencia helada, aunque a veces estaba caliente, de cualquier manera iba bien para una fiesta o después de la siesta.
Esa rubia me refrescaba y con el sabor de sus labios me embriagaba, y en los malos momentos me consolaba. Con ella engordaba y aún así me amaba.
Indigno soy de ella bebiendola en lata, pues el sabor de sus labios no es el mismos que el de las botellas o los vasos.
Le da igual si yo soy un cursi y ridículo burgués o un burdo obrero, sabe que yo la quiero. Sabe que la celo, y en ese celo con ganas la beso y la quiero. Me gusta cuando viste de dorado, y más aún con su color de piel tostado.
No me resisto a esa cerveza rubia que no me deja de mirar.
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