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martes, 31 de enero de 2017

CARTA AL TIEMPO

       En medio de su silencio y de su soledad, en ese momento de paz y tranquilidad, empezó a escribir sin pensar. A escribir al tiempo, a ese tiempo que un día se fue y no volverá, a ese tiempo que vivió, ese tiempo en el que unas veces se equivocó y en el que otras acertó. Quería contarle sus recuerdos, sus olvidos, y sus arrepentimientos.

Le contaría que haría, y que no, si pudiera volver atrás, hablaría de esas cosas que reviviría de aquellos días de felicidad que en su cara aún se podían dibujar. Quería pedirle perdón por sus errores, por su tiempo perdido y sus días ya olvidados de los que no  siempre aprendió.

Al mismo tiempo quería reprocharle por los malos días y momentos de nubes negras y tormento, y por aquellos otros, buenos, muy buenos, que se llevó tan rápido y con tanta celeridad que apenas les supo a felicidad; tiempo al  que no podía desagradecer por esa gente que conoció y de la que aprendió, y por esa otra que el camino, por suerte, separó y olvidó.

A su vez quería también, hablarle a ese tiempo presente, tras un largo pasado, para no sólo reprocharle, sino agradecerle por todo lo que en ese momento había vivido, por todo lo que le ha traído, y por todo lo que se había llevado para quedar lejos en el olvido.

Con su mente en paz, por ese pasado aún presente y por ese presente que un día será pasado, solo le quedaba hablarle al tiempo que está por venir y vivir momentos en lugares inolvidables que algún día tal vez queden olvidados.