Estaba solo en su habitación con el ruido del cortacésped como único acompañamiento, se encontraba casi a oscuras, tan solo iluminado por la pantalla de su ordenador y la poca luz que le entraba de la calle a media mañana. Estaba nublado y hacía fresco, el verano ya se había ido y los primeros vientos de otoño se hacían notar levemente en sus heladas manos, siempre las tenía frías aunque no hiciese mucho frío, era como si la sangre se hubiese ido con aquel verano que todos los años se le hacía tan corto, muchos eran los meses que le esperaban de frío, lluvia y viento, y nieve tal vez, se le hacía demasiado largo.
Sentado frente a la hoja en blanco del ordenador, le daba mil vueltas a la cabeza intentando sacar una historia para su próxima publicación, pensaba en todo tipo de historias sin saber muy bien cual contar, no tenía decidido a que público dirigirse, sabía que en su mayoría sus lectores, eran lectoras, o al menos eso pensaba porque sus seguidores mayormenete eran seguidoras, y por los comentarios que otras veces había recibido en sus ya viejas publicaciones, pero también pensaba en aquellos que alguna vez le habían escrito, lo que a veces le había llevado a publicar algo quizá más masculino, y pensaba en historias más oscuras que las que había publicado, historias grises de suspense o de asesinato, misterios tal vez, historias que las visulizaba como si se dieran casi en los años 30, 40 o 50, aunque casi siempre ocurrían en la actualidad. Veía a sus personajes que muchas veces se basaban historias que había visto en películas o series de televisión. Sin embargo, esta vez no sabía o simplemente no tenía que escribir.
Tantas vueltas a la cabeza, le bloqueaban, no sabía como empezar o si empezaba, no sabía como seguir, apenas escribía un par de párrafos y no sabía como continuar, y el ruido de la máquina que cortaba el césped de su jardín no ayudaba a aclarar las ideas, más bien las llenaba de ruido, mientras la escuchaba ir de un lado a otro, ¿tanto tenía que cortar?, ¡si había estado allí mismo hace nada!, y el jardín era pequeño, apenas doblaba la esquina del bloque donde vivía, no era el jardín de una mansión que mantuviera al jardinero ocupado media mañana, aunque esa media allí se la pasara. Tal vez lo hacía para justificar el sueldo y el tiempo y no tener que ir a ningún otro sitio más. Se paraba y bostezaba y se volvía a parar, pensaba y pensaba sin saber con que más se podría enrollar, al final solo tenía palabrería para rellenar. Escribía, borraba y volvía sobre sus letras como quien vuelve sobre sus pasos y en teoría lo escrito era mejor que lo anterior, o no, pero ahí lo dejaba cansado de no escribir nada.
Las ideas ya no fluían como antes, serían los años o simplemente que ya no había inspiración, había querido hacer tanto que ya casi no hacía nada. Tal vez escribió tanto antes, que no se guardó nada y su cabeza, su corazón y hasta sus mismas entrañas eran como un cajón vacío que suena a hueco y huele a viejo y cerrado, y el único papel que ahora quiere guardar ahí es el que pueda acabar fumado. A veces se veía a si mismo en el espejo tocándose la barba de 3 días, como si de esta pudiera sacar las ideas y la inspiración que ahora le faltaban, y a veces, como si esta le hablara, sacaba al menos una frase o dos con las que continuar.
Cuando el jardinero y su cortacésped se habían ido, solo quedaba un vacío que se extendía a él, miraba a ese vacío en el que no veía nada, y nada le inspiraba para continuar, quizá ese ruido que iba de un lado a otro, si le ayudaba y cuando no estaba, no escribía nada. Y todo aquello, mientras el tiempo corría se le echaba encima, le ponía ciertamente nervioso, le cortaba la respiración en busca de inspiración y el estómago le arrugaba, le doblaba. Aquello no eran mariposas en el estómago ni en el corazón, sentía que esas cosas eran gusanos por mariposas.
Bueno, si son gusanos de seda no es tan malo.
ResponderEliminarPues que sean siempre de seda😄.
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