Desperté, cogí el móvil entre sueños, intentando que no se me cayera, miré la hora, eran más de las 5 de la mañana, no sabía muy bien que pasaba, que coño, no tenían ni idea de que pasaba, el desague sonaba como si en cualquier momento, fruto de la presión, fuera a salir disparado, llovía a mares, parecía un castigo bíblico, como si certificase que este año apocalíptico y extraño, realmente fuese el fin del mundo.
Ahora, recordando ese momento en el que el sueño se me rompió, literalmente de golpe, me viene a la memoria la fotografía que horas antes me mandaron con el cielo encapotado y encendido como si se fuera a romper en cualquier instante y un enorme rayo de luz fuera a caer sobre nosotros.
No sé si este sea un fin del mundo o un fin de ciclo, o el principio de algo, no sé si haya una alineación interplanetaria que no sepamos y en la que el universo juegue con nosotros como un niño juega con una pelota en sus manos, no sé si antaño Nostradamus o cualquier otro iluminado tenía este año entre sus vaticinios y estos se estén, ahora si, cumpliendo como si se tratase de una maldición de siglos atrás, o simplemente, y sin haberme metido nada, ni haber bebido, esté flipando.
Y ahora, vuelve a tronar.
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