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sábado, 19 de octubre de 2019

CAMINANDO ENTRE LAS LLAMAS DE LA OSCURIDAD

Aquel caos le despertó de su larga paz,  para acabar volviendo a la oscuridad, y ahora camina por ella, entre sus llamas, en esa ciudad de locos. Caminar por sus calles era peor que caminar por las calles de la última película de El Corredor del Laberinto, como si un virus hubiese contagiado a toda la ciudad y los hubiese vuelto locos a todos. 

La ciudad entraba en un estado apocalíptico al llegar la noche, alteraba a todos, igual que lo hace la luna con el hombre y lo convierte en lobo. Los enfurecía y sacaba de ellos su yo más agresivo. Todo lo que uno se encontraba a su alrededor servía de arma arrojadiza contra cualquiera y en cualquier parte, todo servía de barricada y lo hacían arder, tanto que casi se queman así mismos en el intento. Las llamas y el humo negro y denso subían tan alto que se colaba en el hogar de todo aquél que se intentaba refugiar de aquella barbarie. 

¿Y la policía?, ellos hacían lo que podían en medio de aquella locura irracional que llenaba periódicos y minutos en los telediarios, cortaban cualquier programación para hablar de ellos, de la ciudad, de nosotros. Las imágenes que se podían ver eran alarmantes, era como estar en plena guerra, entre calles arrasadas y destrozadas, como si las hubiesen bombardeado y luego un enorme tanque las hubiese pasado por encima. 

Las noches se hacían eternas en la ciudad, cada noche la misma pesadilla, desde cualquier punto la veías arder tanto que bien la podías llamar La Ciudad Infierno o Pandemónium, la capital del infierno. Caminar por sus calles, entre su gente psicótica, era caminar entre las llamas de la oscuridad.

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