Lunes, jodido lunes, ese que viene después del plácido Domingo, y le tocaba madrugar. Se despertó temprano, más de lo habitual, y sin ganas, sin ninguna gana, sin las mismas con las que se arregló, se tomó su café sin prisa, sin mirar el tiempo, le daba igual. Al rato, teminó de coger sus cosas y salió de casa, a lo que fuera que tuviese que ser.
Hacía fresco, ese verano que se le hizo tan corto ese año, se fue hace mucho, ahora ya solo habría frío y lluvia, la misma que le hacía pensar en mandarlo todo a la porra volver a su casa aunque el fresco de la mañana apenas le molestaba, había un vocecilla que le hacía quitara importancia a ese día, a ir o no ir, daba igual; sin embargo se quedó, y esperó a que pasara un taxi al que parar, y no tardó en para uno.
Se subió a él sin pensar en nada más, simplemente en subir y tirar p´adelante, y a partir de ahí, desde que arrancó, sin darse cuenta ni saber como, todo cambió, aquel lunes ya no era tan jodido, desde ese momento todo fue rodado, rápido y sin muchas vueltas, al fin y al cabo pensó, "bueno, que pase pronto lo que tenga que pasar".
No tardó en llegar a su destino más de lo habitual, solía ir con cierta frecuencia, ni pagó la carrera más cara de lo que la solía pagar, su bolsillo lo agradecía, y todo se dio sin mucha espera, sin mucho pensar. La mañana pasó rápida, sin pesares ni excesivos fríos para las temperaturas que se anunciaban. Se mezcló entre toda la gente que le rodeaba, todo ese calor infernal que proyectaban, los miraba yendo de un lado a otro, decenas y decenas de mundos cruzándose unos con otros casi sin mirarse. Y al acabar, tan pronto como pude se fue, salió de ese calor asfixiante, de ese ir venir intenso como si llegaran o se fueran tarde. Se subió a otro taxi, parecía que ese día todos estuviesen cerca, esperando su llamada e ir en su busqueda con tan solo doblar la esquina, y se fue sin mirar atras.
Al final, sin esperarlo ni buscarlo, ese fue un buen lunes al sol de otoño.
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