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lunes, 14 de octubre de 2019

LA MUERTE QUE VINO DEL MAR

Andaba por las calles de París, a casi mil kilómetros de su casa, inmersa en su trabajo, codeándose y retozando con la alta sociedad, con lo más granado del mundo del arte, ajena e ignorante de todo lo que ocurría en su querida cosa de Niza, ajena a lo que el mar, tanto tiempo después le devolvía. 

Le encontraron en la orilla, medio cubierto por el mar, envuelto con la vela de un barco, prácticamente irreconocible, tanto que lo único que pudo poner a la policía sobre su pista, fue un reloj que le regaló su madre hacía mucho tiempo. Apareció cuando nadie lo esperaba, cuando ella creía que había pasado todo, cuando pensaba que todo el mundo creía que de un momento a otro y sin dar ni encontrar explicación alguna, simplemente se había ido, había escapado de todo y de todos. Por que él era así, era el más débil de sus hermanos, o al menos y al contrario que ellos, no sabía o no tenía como escapar de las cosas, de toda la mierda que rodeaba a su flamante y rica familia. 

Su madre, gustosa de tener el poder y el control de todo, de saberse, y a ratos creerse más poderosa que nadie, escapa rodeándose de lujos y superficialidad, a la vez que se tiraba todo lo que respirase. Su hermana, con tendencias a la autolesión, retozaba con su mejor amiga, aunque él nunca tuvo claro de que palo iba; y su otro hermano, se metía en una habitación que pocos conocían para aparecer en los grandes eventos familiares, todo colocado. Por lo tanto ninguno le servía de apoyo ni escape de nada. 

Solo su madrastra, que no estaba contaminada por nada de todo aquello, y que para él supuso un poco de aire fresco, era la más cercana y por tanto, era quien mejor le podía dar un poco de aquello que buscaba, o al menos así lo pensaba, y tanto se acercó a ella que en no sabía que momento acabó distorsionando las cosas, confundiendo una mano tendida con otras cosas que ella no le ofrecía. Lo que terminó siendo locura y tragedia para ambos.

Tras la desaparición y con el tiempo, ella pasó de haberse sumado a la preocupación familiar por él, a intentar cobrar la normalidad en medio de todo aquello, y en la medida de lo posible, tratando de disimular, tratando de no pensar en él, y por eso volvió a su trabajo, al igual que tuvieron que hacer los demás, por eso se fue a París. Pero tenía que volver, y volvería sin saber que la muerte que le dio al mar para que se la tragara y se la llevase lejos, le sería devuelta.

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