Hacía buena tarde, tan buena que decidió que era el momento perfecto que tanto tiempo había estado esperando, era el momento en el que contaría todo lo que tenía en su cabeza y a lo que tantas vueltas le había dado.
Había pensado en todo mil veces, en cuando contarlo, como hacerlo, y donde. Sabía a donde tenía o al menos donde quería hacerlo llegar, solo le faltaba decidir como, aunque eso casi lo tenía decidido también, como casi todo lo demás. No tenía del todo claro si hacerlo con su nombre real o con un pseudónimo, como tantos otros escritores habían hecho a lo largo de la historia, no sabía si ser uno más, aunque eso no era lo más importante, lo que importaba, si lo sabía. Tenía todos los detalles de principio a fin, tantos que no sabía cuantas páginas pudiera ocupar, y más o menos, sabía en el orden en que los quería contar, lo tenía todo, solo le quedaba hacerlo realidad.
Así, con todo decidido y, digamos que sobre la mesa, cogió su chaqueta, la cartera, él móvil que no pretendía mirar, un bolígrafo, y un cuaderno casi sin usar y en el que alguna vez tomó notas. Con todo ello salió de casa y bajó hasta la terraza de un bar situada bajo unos soportales, algo retirada de la carretera, allí, en la primera mesa que vio, se sentó de cara a la calle y la vida del barrio, y sin perder de vista a los camareros. Abrió el cuaderno, y sin ponerle título aún, aunque practicamente lo sabía, empezó a escribir, sabiendo como quería dar a conocer su historia; lo haría desde la raíz, desde el principio, empezando por los antecedentes, básicamente, y como si de una serie se tratase, se podría decir que era el capítulo piloto, lo cual daría más sentido a todo lo que vendría después, o al menos así lo veía él.
A medida que lo hacía, pensaba en como lo mostraría al mundo, a ese mundo desconocido que no le había leído aún y que nada sabía, pensaba en ese pseudónimo que le daría misterio y tal vez suspense a todo, y le hacía sonreír, y sonriendo le pilló la camarera al preguntarle que iba a tomar. Casi no se percató de la vuelta de la camarera cuando le traía su copa, un brandy que le daría otro color y otro aroma a esa tarde medio bohemia y misteriosa en el que las primeras líneas del borrador empezaban a tomar forma.
Según escribía, pensaba en que en ese momento era como si fuese invisible, y se imaginaba como sería todo, en como les hablaría de sonrisas de mentira, les hablaría de complices y de victimas, y en que respuesta tendría todo aquello, pensaba hasta donde llegaría, si es que llegaba a algún lugar, al fin y al cabo, casi ni se le podía considerar escritor novel, pues nadie le conocía, pero como todo, la cuestión era empezar, y él empezó, aunque para el mundo pudiera ser, si le leían, La Novela Fantasma De Un Autor Invisible.
Según escribía, pensaba en que en ese momento era como si fuese invisible, y se imaginaba como sería todo, en como les hablaría de sonrisas de mentira, les hablaría de complices y de victimas, y en que respuesta tendría todo aquello, pensaba hasta donde llegaría, si es que llegaba a algún lugar, al fin y al cabo, casi ni se le podía considerar escritor novel, pues nadie le conocía, pero como todo, la cuestión era empezar, y él empezó, aunque para el mundo pudiera ser, si le leían, La Novela Fantasma De Un Autor Invisible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario