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martes, 27 de agosto de 2019

KARLA: RETRATO DE UN CRIMEN

    Entró en la habitación como buenamente pudo, tambaleante, tanto que se tuvo que apoyar en el marco de la puerta para introducir la llave. Ya dentro cerró casi de un portazo al que, de la borrachera que llevaba, no puso atención, dejó la llave caer sin mirar donde y fue directo a la persiana, la bajaría para que por la mañana el sol no le despertase, quería dormir sin hora, necesitaba dormir la mona.

Tenía la cabeza muy pesada, abotargada, todo él se sentía pesado, había bebido más de lo que en él era habitual. Se dio la vuelta para sentarse en la cama cuando y a pesar de la caraja que llevaba encima, se percató de la sangre que había por toda la cama, por la colcha, las sábanas y hasta en la lamparilla de noche, y entonces, y sin saber que leches estaba pasando, la vio a ella, a Karla, Karla con K, como decía ella.

La vio tendida en la cama sobre su propia sangre, ya algo pálida, estaba como dormida, aunque evidentemente era un sueño del que no despertaría. Tampoco sabía de donde había salido tanta sangre, con la borrachera, estaba tan aturdido que no pensaba con claridad. Lo que estaba claro, o al menos lo parecía, es que cuando se descubriese todo, él tendría todas las papeletas para ser el culpable de aquello, y quien sabe si lo fuese, no tenía nada claro.

Karla era la chica con la que se llevaba viendo un tiempo en aquel hotel que ella misma le había recomendado, y aún con la tremenda borrachera, sabía que era ella, porque un buen rato antes, habían estado tomando una copa, o varias, en el bar del hotel. No sabía cuantas copas fueron, si fue una o fueron más, aunque por su estado, probablemente fueron más de una y más de dos, tampoco recordaba cuando se fue ella dejándole solo en el bar, no sabía nada, salvo que quería que todo aquello solo fuese una mala pesadilla provocada por el alcohol, solo sabía que quería despertar y estar muy, muy lejos de allí.

Él no era de mucho beber, alguna copa de tarde en tarde, en alguna celebración o en alguna comida familiar, raramente bebía en alguna otra ocasión más, y mucho menos era de irse con desconocidas, ni de serle infiel a su mujer, pero con Karla, todo fue diferente, tenía algo que le embriagaba más que las propias copas que se tomaba, tenía un magnetismo del que el primer día no supo escapar, y lo peor es que esa atracción le gustó tanto, que en ningún momento lo intentó, simplemente se dejó perder y llevar por él, por ella. Recordaba todo de ella, menos como acabó así en su habitación.

Bloqueado por la borrachera y la situación, solo pensaba en escapar de allí, y solo con ese pensamiento en su aturdida cabeza, buscó y cogió la llave de manera un tanto aparatosa, y salió de la habitación, arreglándose como pudo, aunque sin poder evitar la evidencia de su lamentable estado, solo quería irse de allí sin que nadie le viera, sin que nadie le pudiera relacionar con aquella escena cuando, por la mañana, encontrasen el cuerpo de Karla tendido en esa cama toda salpicada de sangre.

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