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viernes, 11 de mayo de 2018

DAHYANA, LA SIRENA DE COLOR TURQUESA

  
      Dicen que llegó como traída por el cielo o el mar, nadie lo sabe, solo saben o dicen, cuentan, que llegó sin esperar, y sin saber si se quedaría o algún día, tendría que marchar.

Dicen que quien la ve, ya no la puede olvidar, no la puede dejar de pensar e incluso de desear, dicen que no es una mujer, dicen que es una sirena de color turquesa, una princesa valiente, una princesa guerrera. Dicen que es un imán que hipnotiza y atrae sin poderlo, ni quererlo evitar.

Nadie se resiste a sus ojos, a su risa ni a su sonrisa, ni su piel porcelana, la cual, si la tocas, parece que se fuera a romper y con la que cualquiera se dejaría envolver, y se perdería en las olas de sus curvas interminables, y se dejaría acariciar por el mar de sus labios, que unos dicen que son dulces, y otros que son salados.

La llamaron Dahyana. Dahyana era de aroma fresco y cálido, un aroma entre licor y frutas que embriagaba y llevaba a sueños lejanos y que el cruel despertar arrebataba, por lo que volvían cerrar los ojos y volverlos a soñar y dibujar, sintiéndolos, casi viviéndolos y tocándolos, inundándoles un calor abrasador que les desboca el corazón hasta perder la razón, erizándoles la piel, imaginándola dulce como la miel.

Como dijo Calderón de la Barca, "Los sueños, sueños son", y que no lo dejen de ser, porque soñarla, desearla e imaginarla, de ella es lo máximo que podían tener.

Sueños y deseos, imaginación al poder, de una aventura en ese mar que no podía ser.

Dahyana, la sirena de color turquesa, tormenta que va pero que siempre regresa como la marea que no deja de subir y por la que se dejarían llevar.

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