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miércoles, 10 de septiembre de 2025

El reloj marca la culpa





Parte I

Mi padre era un hombrecillo de aspecto muy normal, no destacaba por nada en especial. Apenas medía 1.60, pero su porte resultaba muy digno, su sola presencia le hacía ser respetado por todos. Su cabeza, siempre cubierta por un bombín, tenía la forma exacta de un huevo, y siempre la tenía un poco inclinada, como de lado, como si escuchara los secretos de los demás. Su bigote, que me recordaba a Charles Chaplin, era impecable, bien cuidado, curvado con precisión matemática, y su traje hecho a medida parecía desafiar las arrugas del tiempo con su habitual arrogancia. 

Aquella mañana, mientras el sol apenas asomaba entre las nubes de Londres, mi padre se encontraba en el vestíbulo del hotel en el que se hospedaba, observando con atención el ir y venir de los huéspedes. No buscaba nada en particular, pero su instinto de sabueso le decía que algo no encajaba. 

A un hombre de aspecto pasivo que estaba a su lado leyendo el periódico le preguntó, ¿ve a ese caballero junto al piano?.

El hombre que aún no había terminado de leer, siguió la mirada de mi padre. Un tipo alto, de barba desaliñada, parecía nervioso consultando su reloj de bolsillo cada pocos segundos. El hombre pasivo preguntó a mi padre si estaría esperando a alguien. 

Mi padre sonrió y dijo, 'Creo que está esperando que alguien, no llegue'.

Un grito rompió la calma casi silenciosa del vestíbulo. Una mujer, a la que mi padre había visto sentada en un lujoso sofá, había desaparecido. Su bolso estaba sobre el sofá, pero no había rastro de ella. Mi padre se acercó al reloj de bolsillo que el hombre de la barba desaliñada había dejado caer en su huida. Mi padre lo cogió y lo examinó con cuidado, y al abrirlo encontró una fotografía: la mujer del sofá, sonreía junto a él. El reloj no marca la hora, murmuró mi padre, marca la hora. 

Y con ese detalle, el caso comenzó a deshilacharse como una madeja de secretos bien hilados. 


Parte II

Mi padre sostenía el reloj con delicadeza, como si temiera que cualquier movimiento brusco pudiera borrar las pistas que contenía. El hombre aún de nombre desconocido, no se había despegado de su lado, perplejo, observaba cómo mi padre examinaba cada detalle: el grabado en la tapa, el desgaste en la cadena, incluso el leve aroma a lavanda que parecía emanar del metal. 'Este reloj no ha sido olvidado por accidente , dijo mi padre. Ha sido dejado como una firma.'

La policía llegó poco después. El inspector Jones, al frente de la investigación, se acercó a mi padre con una mezcla de respeto y resignación. ¿Sabe que ha pasado?, preguntó con una sonrisa torcida. Todavía no, pero el reloj habla. Solo hay que saber escucharlo.

Mi padre, más curioso y escurridizo que un gato, se coló en el acceso a las cámaras del hotel. En las imágenes, se veía claramente al hombre del reloj entrando con la mujer desaparecida. Pero lo curioso era que, al pasar por el vestíbulo, ella parecía mirar directamente a la cámara y dejar caer una nota en una maceta.

Mi padre, silencioso, fue al vestíbulo, y recuperó la nota. Estaba escrita con letra firme y elegante: 

“Si algo me ocurre, busquen a Edmond. Él no es quien dice ser.”

 Mi padre susurró el nombre para sí mismo, Edmond. Hastings, así se llamaba el hombre pasivo del periódico, ¿recuerdas al pianista que tocaba esta mañana?. Claro, el joven de cabello oscuro. Tocaba Clair de Lune. Mi padre buscando las imágenes del pianista en el vacío, dijo: Exactamente. Y lo hacía con la mano izquierda vendada. Curioso, ¿no?

Mi padre se dirigió al piano. Edmond ya no estaba. En su lugar, una partitura abierta mostraba una melodía distinta, en la esquina inferior, alguien había garabateado una palabra: “Perdón.”. El reloj marca la culpa, murmuró, pero la música... la música revela el arrepentimiento.

Parte III

Mi padre pidió que todos los implicados en la desaparición que reunieran en el salón del hotel: el inspector Jones, Hastings, el gerente del hotel, y por supuesto, Edmond, el pianista que fue localizado en una cafetería cercana, intentando huir discretamente. 

Señores, dijo mi padre de pie junto al piano, el misterio ha sido resuelto. Y como siempre, la verdad está en los detalles. 

Se dirigió a Edmond, y le dijo: Usted no es pianista. Al menos no uno profesional. Su vendaje en la mano izquierda era una farsa. Tocaba con torpeza, y la partitura que dejó no era más que una mera distracción. Edmond palideció. La mujer desaparecida, la señorita Clara Cabbage, no fue secuestrada. Ella huyó. Huyó con usted, Edmond, porque descubrió que usted no era quien decía ser. El reloj de bolsillo que dejó caer no era suyo, si no de ella. Usted lo usó como señal, como advertencia. Y dentro de él, la fotografía revelaba su vinculo, y también su miedo. 

Mi padre se acercó al inspector y le entregó los registros del hotel, que amablemente le había dado el gerente. Edmond, usted se registró bajo un nombre falso. Y lo más revelador fue que pagó en efectivo, sin dejar rastro. Pero olvidó algo esencial: el arte de la mentira requiere precisión, y usted dejó demasiadas pistas. 

Edmond intentó hablar, pero mi padre levantó la mano. La señorita Cabbage, se presentó esta mañana en Scotland Yard, tras saber que su nota había sido encontrada. Ha confirmado todo. Usted la siguió hasta Londres, intentando chantajearla por un asunto del pasado que no voy a desvelar. El inspector Jones asintió. Es increíble como a hilado todo, señor...

Poirot, Hércules Poirot, dijo mi padre presentándose a todos, y sonriendo con mas vergüenza que orgullo. No es magia, es orden y método. Y un poco de psicología. 

Mientras Edmond era escoltado fuera del hotel por dos agentes de Scotland Yard, mi padre se sentó junto al piano, tocó una nota y dijo: La música puede ocultar muchas cosas..., pero el corazón humano, cuando tiene miedo, siempre busca una salida. 


FIN

lunes, 8 de septiembre de 2025

Una taza de té y muerte para Clara



La merienda

Era una tarde cálida de septiembre en los últimos coletazos del verano, cuando Clara de la Vega, dama de sociedad y coleccionista de relojes antiguos, organizó una merienda en su piso señorial frente al Parque del Retiro. Entre los invitados: un coronel, Sebastián Llorente, una joven francesa, Élodie Moreau, su abogado, Arturo Belmonte, y una escritora de novelas policiacas, Teresa Salgado. 

A las 17:00, puntualidad británica, Clara se sirvió el té. A las 17:10 Élodie se excusó para ir al baño. A las 17:20 Arturo recibió una llamada urgente y salió al balcón. A las 17:30 Clara se desplomó sobre el diván, muerta. 

No había signos de violencia. Solo una taza de té medio vacía y un reloj de bolsillo sobre la mesa marcando las 17:25, aunque el resto de relojes marcaban las 17:30.


El inspector Valverde

Más tarde el inspector Valverde hombre de método y lector empedernido de Agatha Christie, llegó al señorial, observando los detalles con calma. El reloj detenido a las 17:25, la taza medio vacía, el balcón, el baño..., fotografiando en su mente cada detalle. 

Preguntó quien había hecho el té, a lo que Teresa, la escritora de novela policiaca, respondió que fue ella, por insistencia de la propia Clara, nadie más quería que lo hiciera. 


El reloj

También preguntó por el reloj, a lo que esta vez respondió el coronel diciendo que era el favorito de Clara y que ella misma lo revisaba. 

Valverde abrió el reloj, dentro encontró un pequeño papel en el que habían escrito "Le poison est dans le silence". El veneno está en el silencio. 

Élodie, según los testigos, había regresado justo después que Clara cayera en el diván. Nadie la vio tocar el té, ni el reloj, nadie excepto Arturo, el abogado de Clara, que en su llamada había mencionado algo curioso, según dijo el coronel, "la francesa ha vuelto a hacerlo". ¿Hacer qué?, ¿de qué conocía Arturo a Élodie?. Demasiadas preguntas sin respuesta. 

El inspector olió el reloj y sonrió. El veneno estaba en él, un olor a almendras amargas lo delataba. Clara lo había tocado antes de morir. Élodie lo había envenenado con una sustancia que reaccionaba al calor corporal. 


¿Por qué?

¿Por qué había envenenado Élodie a Clara de la Vega?, por venganza. Clara había arruinado la carrera de su madre, una joven relojera de París, acusándola de falsificar piezas. 

Así lo confesó, no la perdonaba. le tenía rabia y envidia por la vida que llevaba Clara, una vida que debió de ser la suya en París. El reloj volvió a marcar la hora, tic tac. Y Teresa fascinada por todo lo sucedido, ya tenía material para su novela. 

lunes, 1 de septiembre de 2025

El último trago amargo


El humo del cigarro flotaba como un espectro sobre la barra del Bar El Tugurio, donde los secretos se sirven con hielo y los pecados se pagan con sangre. Martín Rivas, ex inspector de homicidios, y detective privado con más cicatrices que clientes, apuraba su whisky barato mientras la lluvia golpeaba los cristales como queriendo llamar su atención.

Con la noche cerrada, ella cruzó la puerta. Gabriela Montenegro, labios rojos como crimen pasional y mirada que podía absolver o condenar a cualquiera. Llevaba un abrigo de terciopelo y un encargo: encontrar a su hermano, desaparecido desde hacía tres días. Lo último que se sabía de él es que trabajaba como contable para Elías “El Pastor” Vargas, un empresario mexicano con más cadáveres que contratos.

Martín aceptó. No solo por el dinero, sino por la intuición que le susurraba que detrás de esa desaparición había algo más turbio que el café del bar.

La investigación lo llevó por callejones de Madrid sin nombre, oficinas donde los papeles gritan más que las personas, y finalmente al Club Éter en la calle de la orina, un antro donde Vargas lavaba dinero y reputaciones. Allí encontró al hermano de Gabriela Montenegro… no respiraba. Estaba en el congelador del club, con una nota clavada al pecho: “Los números no mienten.”

Martín volvió al bar. Gabriela lo esperaba, con otro whisky y una sonrisa que no encajaba con la noticia. Cuando él le contó lo ocurrido, ella no lloró. Solo dijo: “Entonces ya no hay testigos.”

Fue entonces que Martín entendió. Gabriela no buscaba justicia. Buscaba cerrar cabos sueltos. El hermano había amenazado con delatarla. Ella solo necesitaba saber si estaba muerto.

Martín dejó el vaso sobre la barra, se levantó sin decir palabra y salió a la lluvia. No era la primera vez que ayudaba a un asesino. Pero sí la primera que lo hacía por amor, y no le importaba, él creía que quien la hace, la paga. Y así se fue de El Tugurio, con ganas de haber salido del brazo de Gabriela, pero sin mirar atrás, dejándose atrapar por la oscuridad de la noche, y con el último trago amargo en el gaznate. 

martes, 17 de septiembre de 2024

Por no ser

 




Por no ser la bombilla de tu mesilla

Por no ser la última en darte las buenas noches

Por no ser la primera en amanecer a tu lado cada día

Por no ser la almohada que acaricias entre tus brazos

Por no ser el colchón que sustenta tu cuerpo amoldándose a tu figura

Por no ser la sábana que recubre los deseos que tu presencia genera

Por no ser el aire que te rodea, inhalado y exhalado 
que por tu interior revolotea...

¡Muero de envidia!

lunes, 9 de septiembre de 2024

El camino


Volví a perderme en el camino. ¡Estaba tan animado de haberlo encontrado!. Entusiasmado y asustado a la vez, era casi pánico antes dar el primer paso. 

Al principio avancé  a paso firme sobre el sendero, sin importar los baches, sin mirar si estaba empedrado, barro y oscuridad me perseguían a paso lento, o quizás lo hacían más rápido de lo que quería ver. Intento recordar como me perdí, en que momento exacto sucedió, y como de repente me encontraba en medio de la nada, sin ánimo, con rabia, con miedo, perdido otra vez. 

Por primera había pensado que todo iría bien, y que si algún día iba mal, solo sería un día y pasaría pronto, pero, aquí estoy de nuevo, perdido, y la frustración de no encontrar el rumbo me bloquea, y sin motivación para moverme, me quedo quieto y agazapado como un niño aterrado. Me encontraba perdido otra vez, sin saber por qué.

sábado, 7 de septiembre de 2024

Olor a ti



No puedo quitarme ese olor a ti, 
y ese rico sabor de tus labios 
es algo que aún no puedo describir, 
sólo sé que sabe a ti. 

Agua fresca del manantial, 
desde la palma de mi mano, 
hasta la punta de los dedos huele a ti.

Entre mi espalda y tu pecho, 
guardaremos este secreto,
la pasión de aquella noche
entre los dos. 

No existe definición, 
de lo que es hacerte el amor.

Deseos de volverte a ver, 
mirarte a los ojos,
tocar tu cara, 
tu pelo y tu piel,
besarte suave,
otra vez. 

lunes, 2 de septiembre de 2024

Las horas



Tus horas y las mías,

entre pensamientos,

la llueva y el silencio

y nuestro reflejo en el espejo.



Rostros en silencio

Parecidos a ti

cuando te pregunto,

y callas.



Querer todos los días

y a todas horas

entre silencios

muertos.

miércoles, 28 de agosto de 2024

Tus ojos, tus labios, tu cuerpo



Tus ojos…
La delicadeza que emanan
cuando los miro,
cuando te acercas lo suficiente
para sumergirte en mi delirio.

Tus labios…
Si al besarlos consigo expresar
lo que con palabras no describo
comprendas lo que mi corazón
desea decirlo.

Tu cuerpo...
Sostenga el mío,
corteje mi alma y
resuenen los latidos
acunando mi corazón.

Y entonces…
Quedaré satisfecho
manteniendo blanco el papel
en el que escribo,
únicamente con mi voz
sumiré tus sentimientos
exacerbando tus sentidos.

viernes, 23 de agosto de 2024

OASIS


Sediento como estaba, de agua y de ella, le cedió el primer sorbo de agua, que casi exhausta bebió avidez y desesperación, olvidándose de sus buenas maneras y su educación. Cuando apagó su sed, le cedió su lugar en el único sitio con agua fresca. Llevaban dos días caminando entre piedras y caminos secos, él la llevaba a cuestas y se sentía en deuda con ella por tantas cosas que había hecho antes por él, así que le cedió el derecho al primer bocado de lo poco que les iba quedando en las mochilas. 

Cerca había unas palmeras con dátiles, ella se encargó de recolectar una buena provisión de ellos que se repartieron casi a partes iguales. El amor entre ellos fue creciendo, cada día se hacía más y más intenso, ninguno decía nada, aunque con la mirada se lo decían todo. El momento en el que tuvieron que abandonar el oasis, él cargó con su mochila, dejando que ella abriese paso en el camino, así el podría admirar su figura en silencio. 

Querían encontrar el camino de vuelta al pueblo, debían llegar a la carretera y conseguir quien les llevase. Debían decir adiós al oasis de las risas y las sonrisas, los roces de una mano con otra que no rehuían, el oasis de las miradas de quiero y deseo, debían decir adiós a su oasis de amor callado, su oasis. 

viernes, 26 de julio de 2024

LETRAS


 

Siempre que piense en ti,

compartiré unas letras contigo,

unas líneas que serán solo tuyas y mías,

de los dos, y de nadie más. 

Será nuestro momento,

nuestro rincón del silencio,

nuestro momento intimo.

Unas letras

solo para tí,

miércoles, 24 de julio de 2024

Deseo Reprimido

No sabes el deseo reprimido que tengo por tomarte por la espalda, rodear tu cintura y recorrerla 
lentamente con mis manos hasta llegar a tus latidos entre tus palpitantes pechos, suaves y cálidos, sudorosos entre mis manos sedientas de ti. Nuestros cuerpos desnudos, pegados, con ansía de tomarse mutuamente, erección latente entre mis piernas, rígida y caliente entre gemidos y sudor. Tu boca y la mía devorándose

Hambre de mi entre tus piernas, néctar de tu flor empapándolas entre mis dedos que te buscan. Tus pezones y mi lengua jugando, bailando, los chupo y bebo de ellos como un vampiro bebe de la sangre de su victima, te entregas a mi desatando tu deseo reprimido. Tus piernas y las mías, enlazadas, atrapadas entre sí, se buscan, se quieren. Tu territorio y el mío marcados el uno por el otro, mi polla entre tus bragas mojadas, deseo de sexo reprimido que se rompe, gemidos de liberación. 

Empotrados contra la pared, vaivén de sudor y abrazos, arriba y abajo, se desean más. No pueden parar. Respiración agitada, ardientes los dos, deseo reprimido de más, de mucho más. Tus manos entre mis piernas me atrapan, no me dejan escapar, tu boca me devora ahí abajo, mi polla hasta la garganta, mis dientes apretados reprimen un gemido que casi duele; tu lengua crece hasta mis pelotas, les da vida, arden en ella, quieres todo de mi. Follamos hasta sangrar, sin piedad, coito salvaje rompiendo el deseo hasta entonces reprimido. 




viernes, 19 de julio de 2024

Bosco Infante: Entre la luz y la sombra


El relato de Bosco Infante comienza en una tarde lluviosa en el centro de la ciudad, donde los adoquines brillaban bajo la luz de las farolas como espejos al cielo. 

Bosco era un hombre de contrastes, era la noche y el día, casi bipolar. Militar de carrera, había ascendido rápidamente en las filas gracias a su astucia y valentía, pero también a una herencia inesperada que lo convirtió en millonario de la noche a la mañana, su abuelo, un hombre tosco y casi maniático, le había nombrado heredero universal de toda su fortuna, que había amasado con trabajo, persistencia, y algunos amaños bajo cuerda. A pesar de su enorme fortuna, Nunca abandonó su amor por la adrenalina y el servicio. Bosco, ahora convertido en una especia de espía o agente doble por servicios secretos de varios países, caminaba por las calles encharcadas de su ciudad, su figura, se reflejaba imponente en las lagunas que formaba la lluvia, envuelta en una larga gabardina, ensimismado en sus propios pensamientos, sin apenas reparar por los sitios por los que pasaba o la gente con la que se cruzaba. Aunque su cuenta bancaria le permitía una vida de lujos, él elegía la adrenalina sobre el confort de los salones de alta sociedad, que tanta pereza le daban. 

Su abuelo quería que se hiciera cargo de todos sus negocios, tediosos negocios dirigidos al control de capitales. Todo aquello le aburría, todo eran números y matemáticas, todo dinero. Bosco no estaba hecho para eso, los números no eran lo suyo, y estar en un monótono y aburrido despacho de color marrón mierda, no era lo que más le apetecía del mundo. Aún así, era su herencia, era dueño de una fortuna que no podía dilapidar si no quería quedarse en la calle, así que para no tener que ocuparse él personalmente, tiraba de asesores y gente que hiciera el trabajo por él, aunque siempre bajo su supervisión, aunque estuviese a kilómetros de distancia. No es que no supiera hacerlo, Bosco tenía un coeficiente por encima de la media, aunque él no se consideraba un superdotado.

Una llamada interrumpió sus pensamientos. Era el Ministerio de Defensa, solicitando su presencia inmediata, en aquellas intempestivas horas de la noche. Al llegar, le informaron de una operación secreta: recuperar un maletín con unos códigos que activaban un programa militar que, a quien lo tuviera le permitiría hacerse con el control de armas nucleares, fue robado de unas instalaciones secretas. Recuperarlo, era vital para la seguridad nacional. Bosco aceptó sin dudarlo, sabiendo a las vicisitudes a las que se enfrentaba, todo aquello, siempre arriesgados a pesar de su experiencia, no le era desconocido.

Con un reducido equipo de élite, con el que ya había trabajado antes, Bosco viajó a lo más profundo de Europa del Este, enfrentándose a situaciones que pondrían a prueba no solo su entrenamiento militar, sino también su ingenio como estratega. Pasó la noche en vela, escondiéndose con su equipo de quienes posiblemente, les estaban esperando, y no dudarían en hacerles presos o algo peor. Serían perseguidos si eran advertidos de su presencia en el lugar, mientras la búsqueda del artefacto los llevaba a rincones que el común de los mortales ignoraba que existiese, era uno de esos lugares que cualquier gobierno ocultaría y negaría su existencia, públicamente en cualquier momento.

Bosco y su equipo encontraron el artefacto, saltándose protocolos, contraseñas y cortafuegos que no cualquiera se pudiera saltar sin ser pillado. Tenían que sacarlo y asegurarlo sin hacer saltar ninguna alarma, sin saberlo, la hicieron saltar, les habían pillado y rodeado, aquel frío lugar se había convertido en una jaula para ellos. Sin modo alguno de poder salir de allí con el maletín, decidieron ocultarlo. Fue arrestado con todo su equipo, encerrados en una fría celda de la segunda guerra mundial que olía a humedad. Fueron interrogados día y noche, aunque allí no tenían noción alguna del tiempo. No dijeron palabra, de echo ni siquiera hablaban entre ellos, quien sabe quien les pudiera entender si les escuchaban.

Pasaron semanas o meses allí, hasta que fueron objeto de intercambio entre gobiernos, unos presos por otros. El maletín jamás apareció, jamás dijeron donde lo habían ocultado. Regresaron sabiendo que en algún momento tenían que volver porque solo ellos sabían donde estaba, y aunque bien oculto, sabían que en cualquier instante lo podrían encontrar, y de ser así, desatarse una guerra nunca vivida antes. Y así, Bosco Infante continuó su vida, entre la sombra y la luz.

lunes, 11 de diciembre de 2023

Reseña de 'La Cara Norte del Corazón'

Hace tiempo que tengo como objetivo leer la conocida Trilogía del Baztán, de la autora Dolores Redondo tras haber visto sus películas, y aunque es un objetivo algo lento de cumplir por circunstancias ajenas a mi, hoy por fin puedo compartiros el primero de sus libros 'La Cara Norte del Corazón', que si bien, es el último de la trilogía, es el primero con el que quiero comenzar, para empezar por el principio de las aventuras de Amaia Salazar. 

Argumento: 'La Cara Norte del Corazón' nos trae a una joven Amaia Salazar, subinspectora de la Policía Foral, que participa en un curso de intercambio para policías de la Europol en la Academia del FBI, en Estados Unidos, que imparte Aloisius Dupree, el jefe de la unidad de investigación, y la postre mentor de Amaia. Una de las pruebas a la que tiene que hacer frente nuestra protagonista, es estudiar un caso real de un asesino en serie a quien llaman «el compositor», que siempre actúa durante grandes desastres naturales atacando a familias enteras y siguiendo el mismo ritual en todas ellas. Amaia será parte del equipo de investigación que les llevará hasta Nueva Orleans, en vísperas del peor huracán de su historia, para intentar adelantarse al asesino...


Personajes principales:
  • Amaia Salazar: Es el personaje principal de la trilogía sobre el que gira toda la historia, con viajes a su pasado y quien será puesta a prueba mental y emocionalmente. 
  • Aloisius Dupree: Es el jefe de la unidad de investigación y mentor de Amaia, que con el tiempo se convierte casi en un amigo. Él verá en Amaia un potencial que ni ella misma conoce, y depositará en ella una confianza que antes no había tenido. 
  • Tía Engrasi: Tía de Amaia, realizará una llamada a su sobrina, que la hará recordar episodios oscuros de su pasado familiar, en Elizondo. 
  • El compositor: Asesino en serie, metódico y objetivo de Aloisius Dupree, Amaia y todo el equipo de investigación y que siempre parecerá ir un paso por delante. 
Género: Thriller / Novela Negra.

Formato: PDF / Entre 500 y 600 páginas, dependiendo de la fuente de descarga. 

Sin duda, 'La Cara Norte del Corazón' es una lectura muy recomendable, tanto si eres fan de su autora, como si lo eres de las películas de la Trilogía del Baztán. Siguiente libro de la trilogía, El guardián invisible. 

viernes, 10 de noviembre de 2023

Soledad




Soledad, 

mi amiga,

mi confidente, 

mi silencio,

mi paz y armonía,

mi libertad,

y mi tranquilidad.


Contigo disfruto

de la música del viento,

y de los sonidos

de la vida

sin las voces

que la gritan.


No te vayas soledad,

y si te vas,

no me dejes sin abrigo,

llévame contigo, 

soledad.

miércoles, 26 de abril de 2023

Caperucita: Cazadora de lobos

La cabaña.

Todo en mi vida era normal y monótono hasta que llegó uno de esos días en los que fui a visitar a mi abuela, la abuelita, como la llamaban todos, y todo dio un giro de 180º. Todo empezó al adentrarme en el sendero salpicado de piedras que lleva directo a su cabaña, el camino nevado que lleva a su puerta estaba inundado de un extraño olor, un olor como a hierro o a acero, olor a sangre. No era un olor normal, no era el de la sangre de un animal muerto, ese ya lo había olido antes y no era así, este olor era diferente, y a medida que me acercaba, era más intenso. Al llegar me encontré la puerta entreabierta, ella nunca la dejaba así, siempre estaba cerrada, ese día no. Entré, el olor a sangre casi no me dejaba respirar, era nauseabundo, me ahogaba. 

Todo estaba casi ordenado salvo por unos viejos libros y una silla que encontré en el suelo, algo nada habitual en la abuela. La llamé, —¿abuela? —, no respondía, el silencio, acompañado de un frío tétrico que penetraba hasta los huesos lo envolvía todo. La busqué, llegué hasta su habitación y la vi. La escena que me encontré era tan difícil de creer que no sabía lo que veía. Estaba en la cama bañada en su propia sangre, desgarrada y casi despedazada, como si un enorme animal salvaje la hubiese atacado con saña. ¡Grité!, —¡abuela! —. Quise despertarla, la moví sin pensar en nada, y nada podía hacer, mis manos se bañaron con su sangre, volví a gritar, y la abracé, abracé su cuerpo desgarrado, aún estaba caliente, su sangre estaba caliente, sangre que me bañó, sangre que llenaba mis labios, y lloré y grité a partes iguales, era un llanto como ni de niña había tenido, di un grito sordo que probablemente nadie me habría escuchado. Me quedé alli un buen rato, ni sé cuanto, en silencio, entre lagrimas, ni siquiera podía pensar, no quería que pasara nada, ni siquiera el tiempo. De pronto, de algún modo pensé que tenía que buscar ayuda, como un zombi salí de la cabaña. 

Salí de la cabaña y no recuerdo en que dirección, en shock solo sabía que tenía que buscar ayuda, y caminé, caminé sin rumbo, seguramente dejando un rastro de sangre tras de mi, su sangre, sangre que me había cubierto de rojo casi toda la ropa, sangre que no podía dejar de oler y que penetraba en mi boca constantemente. No sabía cuanto había caminado, no sabía cuan lejos podría estar de la cabaña y de todo, cuando sentí que todo daba vueltas, como si el mundo entero hubiese girase y diese vueltas en todas las direcciones, caí. Debi caer por un barranco, apenas lo noté, no sentía nada, no podía reaccionar, solo dejarme caer, no sabía donde estaba, quizá en medio de ningún lugar, a merced de cualquier animal salvaje, puede que el mismo animal que medio devoró a la abuelita, y podría hacer lo mismo conmigo, el camino de sangre que dejé le llevaría a mi. Creí dormir. 

lunes, 31 de octubre de 2022

Noche de Halloween, víspera de todos los Santos...

 

Noche de Halloween, víspera de todos los Santos... Mis colmillos aparecen solo una vez al año... Cuando el anochecer y las niebla fría y sin aliento revelan la oscuridad más profunda de la noche y de mi alma... La luna llena parece más llena que nunca, más grande y teñida de rojo sangre, sangre de los espiritus que esta noche despiertan... Los corazones laten más fuertes, los puedo oir, siento su latido, huelo su sangre en cada uno de ellos, despertando en mi, mis sentidos más primarios... Mis instintos más oscuros me ganan a medida que el cielo de la tarde desaparece bajo el negro manto del frío otoño... Gente vestida de seres oscuros llenan las calles poco a poco, ríen pensando que aquellos que visten son felices, ríen ignorando que los auténticos seres oscuros despiertan y les vigilan en esta noche de muerte, cuervos, arañas, murciélagos, todos los seres de la noche les marcan el camino a su frágil humanidad que hoy les será arrebatada sin permiso ni perdón... La sed, esa sensación tan humana y tan diabólica se apodera de mi, quiere estos corazones alegres e inocentes llenos de vida, tengo que buscar un alma generosa que en su ingenuidad me dé su torrente de vida y sacie mi sed... La encuentro, es un noche en la que estas almas ebrias se abren a la vida y socializan con cualquiera, ni siquiera me ven llegar y cuando me ven, soy una más entre ellos, una máscara más; les atrapo como si de la mismísima oscuridad se tratara, como si fuera su propia sombra pegada a ellos... Me pierdo entre ellos, entre sus calles horrendamente engalanadas de calabazas de papel y de cartón, entre fantasmas hechos con muy poca mano, fantasmas que no sabes si ríen, lloran o simplemente quieren salir corriendo como yo lo haría... Finjo dejarme llevar hasta que tomo su mano y entre la algarabía pre-cena de halloween desaparecemos sin hacer ruido como el aire se cuela entre nosotros y se va sin despedirse... El ser que ha despertado en mi necesita beber de su fuente de vida, aún con alcohol y todo, no lo notaré, la bestia que llevo dentro solo quiere sangre, su sangre y la de tantos como pueda tomar esta noche, solo esta noche, después no tendré ninguna más hasta el próximo año en que la luna llena, la luna de sangre, la luna de todos los muertos, suene como un despertador en mí y poseída por ella, me deje llevar y arrastras hasta esas almas ignorantes de mi, sean mías como lo serán esta noche... Noto la fragilidad de este ser entre mis colmillos, noto como su vida emerge de él igual que si el agua saliera de la tierra rota, y aunque quiere e intenta zafarse de mi, no puede, su estado y el monstruo que lo posee entre mis brazos, no le dejan, y no sabe que pasa, no sabe que en esta su última noche de miedo, se le va la vida... El calor de su sangre, su sabor, todo llena mis entrañas, me inunda las pupilas encendidas de sangre... Su vida es mía, ya no le pertenece, mañana su piel pálida y seca se confundirá con el maquillaje de esta noche, y ya será tarde cuando alguien se fije en él, mañana será otro santo entre los santos que venerarémos, él y unos cuantos más em esta noche de halloween, vispera de todos los santos...

miércoles, 14 de septiembre de 2022

En memoria de Javier Marías. (1951-2022)

Javier Marías Franco (1951-2022), ​fue un escritor, traductor y editorespañol. El 29 de junio de 2006 fue elegido miembro de la Real Academia Española —tomó posesión el 27 de abril de 2008—,34​ en la que ocupaba el sillón R, que quedó vacante tras la muerte de Fernando Lázaro Carreter. Anteriormente, en 1994, había declinado pertenecer a la institución porque su padre ya ocupaba una plaza.

 


 Primeras publicaciones. 

  • En 1970 escribió su primera novela, Los dominios del lobo, que saldría al año siguiente. 
  • En 1972 publicó Travesía del horizonte, y en 1978 El monarca del tiempo. Ese mismo año apareció su traducción de la novela de Laurence Sterne La vida y opiniones del caballero Tristram Shandy, por la que le fue concedido al año siguiente el Premio de traducción Fray Luis de León.​ 
  • En 1983 salió su cuarta novela, El siglo. El hombre sentimental aparece en 1986 y, dos años más tarde, Todas las almas, obra esta última que narra la historia de un profesor español que imparte clases en Oxford, lo que dio lugar a que el narrador fuera identificado como Marías.
  • En 1990 salió su primera recopilación de relatos breves, Mientras ellas duermen, y en 1991, la primera de artículos periodísticos, Pasiones pasadas. En años sucesivos aparecieron nuevos volúmenes recopilando su obra publicada en prensa y revistas.

Consagración. 

  • Corazón tan blanco (1992), en la que se mezclan novela y ensayo, tuvo un gran éxito tanto de público como de crítica, supuso su consagración como escritor. Fue traducida a decenas de lenguas, y el crítico alemán Marcel Reich-Ranicki mencionó a Marías como uno de los más importantes autores vivos de todo el mundo.
  • Su siguiente novela, publicada en 1994, Mañana en la batalla piensa en mí (título tomado de un verso de Shakespeare, al igual que Corazón tan blanco), recibió importantes premios en Europa y América, como el Rómulo Gallegos (fue la primera vez que este galardón fue otorgado a un español)​ y el Fastenrath, de la Real Academia Española.
  • En 1998 apareció Negra espalda del tiempo.
  • En 2002 comenzó a publicar la que podría calificarse como su novela más ambiciosa, Tu rostro mañana. Aunque de lectura independiente, continúa con algunos de los personajes (en particular, el narrador) de Todas las almas. Debido a su extensión, más de 1500 páginas, el autor decidió publicarla en tres tomos (Fiebre y lanza, 2002; Baile y sueño, 2004; y Veneno y sombra y adiós, 2007).
  • En 2011 publicó Los enamoramientos, de abril, a octubre de 2011 la novela había sido traducida ya a 18 idiomas y la edición de Alfaguara había vendido más de 100.000 ejemplares. Fue elegida libro del año 2011 por el suplemento cultural Babelia de El País.

Novelas

  • Los dominios del lobo (Edhasa, 1971)
  • Travesía del horizonte (La Gaya Ciencia, 1973)
  • El monarca del tiempo (Alfaguara, 1978)
  • El siglo (Seix Barral, 1983)
  • El hombre sentimental (Anagrama, 1986)
  • Todas las almas (Anagrama, 1989)
  • Corazón tan blanco (Anagrama, 1992)
  • Mañana en la batalla piensa en mí (Anagrama, 1994)
  • Negra espalda del tiempo (Alfaguara, 1998)
  • Tu rostro mañana (Alfaguara, 2009)
  • Los enamoramientos (Alfaguara, 2011)
  • Así empieza lo malo (Alfaguara, 2014)
  • Berta Isla (Alfaguara, 2017)
  • Tomás Nevinson (Alfaguara, 2021)

Cuentos

  • Mientras ellas duermen (Anagrama, 1990)
  • Cuando fui mortal (Alfaguara, 1996)
  • Mala índole (Plaza & Janés, 1998)46
  • Mala índole. Cuentos aceptados y aceptables (Alfaguara, 2012)

Ensayos

  • Cuentos únicos (Siruela, 1989)
  • Vidas escritas (Siruela, 1992)
  • El hombre que parecía no querer nada (Espasa, 1996)
  • Miramientos (Alfaguara, 1997)
  • Faulkner y Nabokov: dos maestros (Debolsillo, 2009)
  • Las huellas dispersas (Contemporánea, 2013)
  • El Quijote de Wellesley: notas para un curso en 1984 (Alfaguara, 2016)
  • Entre eternidades y otros escritos (2018)

Recopilación de artículos

  • Pasiones pasadas (Anagrama, 1991)
  • Literatura y fantasma (Siruela, 1993)
  • Vida del fantasma (Aguilar, 1995)
  • Mano de sombra (Alfaguara, 1997)
  • Seré amado cuando falte (Alfaguara, 1999)
  • Salvajes y sentimentales. Letras de fútbol (Aguilar, 2000)
  • A veces un caballero (Alfaguara, 2001)
  • Harán de mí un criminal (Alfaguara, 2003)
  • El oficio de oír llover (Alfaguara, 2005)
  • Donde todo ha sucedido. Al salir del cine (Galaxia Gutenberg, 2005)
  • Demasiada nieve alrededor (Alfaguara, 2007)
  • Aquella mitad de mi tiempo. Al mirar atrás (Galaxia Gutenberg, 2008)
  • Lo que no vengo a decir (Alfaguara, 2009)
  • Los villanos de la nación. Letras de política y sociedad (Libros del Lince, 2010)
  • Ni se les ocurra disparar (Alfaguara, 2011)
  • Lección pasada de moda. Letras de lengua (Galaxia Gutenberg, 2012)
  • Tiempos ridículos (Alfaguara, 2013)
  • Juro no decir nunca la verdad (Alfaguara, 2015)
  • Cuando los tontos mandan (Alfaguara, 2018)
  • Cuando la sociedad es el tirano (Alfaguara, 2019)
  • ¿Será buena persona el cocinero? (Alfaguara, 2022)

Literatura infantil

  • Ven a buscarme (Alfaguara, 2011)

Traducciones


Galardones

Adaptaciones cinematográficas

 
 
Sus obras han sido traducidas a 40 idiomas y publicadas en 50 países.
 

viernes, 5 de agosto de 2022

Julia

JULIA

Julia, una chica de ciudad con raices provincianas, acaba de llegar de la ciudad donde todo se volvió tedioso y gris a la casa de campo familiar que apenas recordaba, una casa vieja y pequeña que ya probablemente sería de sus abuelos o incluso alguna generación anterior. La casa apenas tenía unos muebles viejos de hierro y madera, y olía a humedad y cerrado, hacía muchos años que nadie iba a ella, casi no recordaba nada de lo que se encontró. Lo que más fresco tenía en su cabeza era el vergel que la rodeaba, aunque no de manera muy nitida, pero si recordaba todo un entorno verde intenso que no había cambiado, salvo en que ahora era aún más frondoso que cuando iba de niña. 

Julia llegó a media mañana en su pequeño coche al calor del campo, un calor ya notable, el verano estaba cerca y parecía que allí ya había llegado, estaba todo en silencio salvo por el sonido casi musical de la naturaleza que la rodeaba, y por ella misma. Tras inspeccionar más o menos cuanto la rodeaba y después de medio instalarse en la vieja casa, recordó que cerca de ella había un lago en al que solía ir toda la familia en las vacaciones veraniegas, recordaba el olor a tierra mojada tras la lluvia y que su madre no la dejaba ir sola o no la debaja bañarse en según que momentos. Abrazada por el calor del campo, cogió una toalla de playa y se encaminó al lago. Al llegar no encontró a nadie, ni a nada, parecía un lugar abandonado, solo cuidado por el entorno que lo acompañaba. En soledad, Julia extendió la toalla a unos pasos del agua y se quitó la ropa, se quedó totalmente desnuda bañada por el sol y el calor que se hacían con cada rincón de su cuerpo, y así, medio sudorosa, se metió en el agua. Primero la tanteo con la punta de los pies, sus largos dedos la permitían mantener cierta distancia con el agua; estaba fría, pero no mucho, seguro que con el tiempo su cuerpo se adaptaría a la temperatura y ya no notaría el frío. Se metió casi hasta los hombros, el agua le cubría la mitad de su larga melena negra.

Pasado un rato en el que había nadado e incluso buceado hasta el fondo del lago, Julia se quedó en el lugar donde dejó su toalla, era un lugar donde hacía pie, un lugar donde no le cubría ni la mitad del cuerpo y el agua apenas le llegaba por debajo de las caderas, envuelta en el silencio del lago, a su espalda escuchó una pequeña tos nerviosa de hombre, era una tos como de disculpa que rompía la paz de la que había disfrutado hasta ahora. La molestó un poco pero decidió ignorarla y se quedó donde estaba. La tos se convirtió en voz, una voz joven, no de hombre maduro, de hecho y a juzgar por sus palabras, era más bien un joven aún muy verde. Él se disculpó timida y tartamudamente diciendo: —perdón, no sabía que había nadie aquí —, Julia mirando hacia atrás pero sin verle, le dijo que no pasaba nada, que podía quedarse, y se quedó donde estaba, delante de él sin inmutarse, con casi todo su cuerpo desnudo a la vista de él. Él, timido, no dejaba de mirarla, no podía apartar la vista de su desnudez hasta que un nudo en la garganta y el sudor del cuello le hicieron ir unos pasos atras más allá de la toalla de Julia, había notado que aquella imagen en el lago le estaba provocando sensaciones que no había tenido antes. Por su parte, Julia se perdió en el agua, de un momento a otro, aquel chaval que la sorprendió, la perdió de vista, apenas le dio tiempo a ver su cuerpo desnudo tragado por el lago. Al cabo de unos segundos que se hicieron minutos, Julia emergió en medio del lago y por un breve instante, él le vio sus pechos empapados hasta que bajo la cabeza por no parecer un descarado, y porque no sabía que más hacer, mil pensamientos le asaltaban, la sudoración y una extraña tensión en la entrepierna hacían visible su tensión, sopló. De repente escuchó como ella salía del agua, y no pudo evitar verla salir, desnuda y chorreando agua como una cascada. El agua resbalaba por su cuerpo, goteando como lluvia. No podia dejar de mirar su generoso pecho desnudo, ni su frondosa entrepierna perlada por el agua. Julia por su parte, le miró divertida y como si no pasara nada. De camino a la toalla le preguntó: —¿nunca has visto a una chica desnuda? —. Él respondió que no, que allí apenas había gente, y mucho menos chicas que se bañasen desnudas, Julia rió casi compadeciéndose de él al tiempo que se tumbaba cara al sol sabiendo que él aún la miraba, miraba sus pechos que casi caían a cada lado del cuerpo, brillantes por el sol y el agua, miraba su peluda entrepierna de la que él pensaba que tenía que hacerle cosquillas en los muslos de sus largas piernas, eso le excitaba aún más. Esos pensamientos acentuaban el calor y la erección, la respiración era más pronunciada aunque él procuraba silenciarla. Incómodo y excitado pensó en decir que se iba, ese pensamiento fue interrumpido por Julia que en ese instante se levantó y dijo que se iba a dar otro baño, y se fue ante la atónita mirada de su acompañante que no medió palabra. Julia nadó y se sumergió en el lago, y volvió a aparecer de nuevo diciendo: —¡meteté, el agua está muy buena —, 'buena estás tú', pensó él que no sabía que decir, ella le animó con un "no me dejes sola". Él, tembloroso, aceptó y se desvistió hasta quedarse en ropa interior, le daba mucho corte quedarse a la par que ella, se le notaba la erección que parecía haberle bajado con los nervios. 

LEO

—¿Cómo te llamas? —le preguntó Julia al tiempo que se metía en el agua. 

—Leo —le respondió distanciado de ella, solo ante el peligro de su desnudez y Julia en aquel lago solitario. 

—¿Sólo Leo? —volvió a preguntar ella quedándose de cara al cielo, dejando asomar sus pechos y su frondosa entrepierna entre el agua; Leonardo, respondió él tartamudo y sin dejar de mirarla. 'Yo soy Julia' le dijo ella al tiempo que volvía a ponerse de pie en el agua. Julia, que disfrutaba con todo aquello, apremió a Leo a acercarse con un —¡ven, no te voy a morder! —, 'o si', pensó ella. Leo se acercó más, apenas había un metro entre los dos. Julia rió, y Leo preguntó que de qué se reía, un 'de nada' fue su respuesta cuando sin esperarlo, se vio con los calzoncillos abajo, descubriendo sus vergüenzas que para Julia no lo eran tanto. Leo, un joven de apenas veinte años, era delgado pero fuerte, estaba bien dotado entre sus piernas, de eso Julia daba fé, tenía tanto pelo ahí como en su rizada cabeza castaña, parecía un arbusto arriba y abajo, algo que a Julia le hacía gracia. Leo enseguida se llevó las manos para taparse, rojo de vergüenza y casi enfadado por aquel atropello. Julia le dijo: —no te tapes, ¡no pasa nada!, además me lo debes, tú me has visto desnuda —. Leo le dijo que ella se dejó mirar, y Julia le contestó que ahora él debia de dejarse ver también. Estaban empatados. Leo apartó las manos diciéndo: —bueno, ya da igual —, porque muy en el fondo de sí mismo él quería eso. ¿Y ahora qué?, preguntó Julia divertida mientras se acercaba a Leo hasta casi juntar sus cuerpos, ambas entrepiernas se rozaban en un cosquilleo excitante. ¿Qué de qué?, preguntó él que se mordía el labio, nervioso. Julia acarició con los dedos su vello púbico ante la ruborización de un Leo excitado y sin contención. —Te gusta —dijo Julia que notaba cada vez más el miembro empalmado de Leo, se mordió el labio y casi en un susurro añadió: —a mi también —. 

Sin poder ni querer evitarlo se besaron ávidamente juntando plenamente sus cuerpos desnudos. Julia notó rápidamente que Leo no tenía experiencia en el sexo, ni siquiera besando, era torpe en sus besos y con las manos tocando la suave y resbalosa piel de Julia, seguramente en aquel paraje tan solitario no había visto ni estado con una chica en su vida. Dejó de besarle y le dijo: —dejate llevar —, Julia bajó su mano por su pecho suavemente hasta su frondosa erección, jugueteó con su vello provocándole un cosquilleo de placer que le excitaba más y más, sacándole un gemido que Leo nunca pensó que podría pronunciar. Le llevó a la orilla del lago donde le apoyó mientras ella acariciaba y jugaba con su sexo latente y duro, la firme erección casi le tiraba, no había sentido nada igual nunca, era una mezcla de dolor y placer. Leo, con los ojos entrecerrados de placer notó como los labios de Julia jugaban con su verga, sentía su lengua mojada como el lago, sentía como su miembro desparecía por completo en la boca de Julia en un baile de placer donde sus vergüenzas bailaban adelante y atras, las notaba también entre sus labios y su lengua que jugaba justo en el límite entre estas y su erección, Leo apretaba y se mordía los labios entre jadeos. Julia sabía muy bien lo que hacía, ya lo había heche antes, le tenía en el culmén de un estado placentero que no había sentido jamás. Volvió a masturbarle hasta que su erección entró en erupción como un volcán y empapó su mano de semen. Julia rió divertida por el cambio que había provocado en aquel chico timido, había sacado al hombre que habitaba en él.

Dejó a Leo extenuado sobre la orilla del lago. Se le acerco a la cara, y en otro susurro le dijo: —te ha encatado —, al tiempo que le apretaba suave pero firmemente los testiculos, provocándole un gemido de dolor. Julia pasó por encima de Leo al salir del agua, mojándole la cara; a él le daba igual, no tenía fuerzas para nada, le había exprimido como a un limón. Ella se secó y se vistió mientras Leo aún seguía en la orilla, Julia se fue a su casa no sin antes despedirse de él, que a duras penas se giró para verla. 

— Mañana más, ¡adiós! —fue lo último que le dijo Julia antes de perderse en el camino, Leo se quedó recuperando fuerzas y procesando todo aquello que ya no sabía ni en que momento empezó. Fue una experiencia que jamás pensó que se pudiera dar en un lugar como ese, y solo tenía una cosa en la cabeza, Julia.

 

sábado, 26 de marzo de 2022

No me llame Mr. Bond

Mi vecino Tracy, un hombre con nombre de mujer y que en la primera impresión cuando le conocí, me pareció un tanto afeminado a la par que un ególatra de mierda sin razón alguna, invitó a mi mujer a una pseudo-fiesta en su casa de campo a las afueras de Nueva York, para celebrar que por fin una pequeña editorial de la ciudad que subsistía con pequeños escritores como él, le había publicado uno de sus bodrios novelescos infumables a modo de libro, que probablemente ni la mitad de los neoyorkinos llegaría a leer. Tracy era un intento de escritor pretencioso que se creía el Agatha Christie del lado masculino de los escritores, aunque en su caso el único misterio era saber qué o quien le había dado pie a creer semejante cosa. No es que escribiese mal, le ponía voluntad, pero francamente, no veía una de sus "novelas" llevadas a la gran pantalla. Era frecuente en él que a los amigos o conocidos les diese un puñado de folios manuscritos con las historias que se le ocurrían para que los leyeran y dieran su opinión; a mi mujer, Anna, a quien conocía desde hacía un tiempo, le daba de vez en cuando uno de esos bocetos de novela, ella con una sonrisa de oreja a oreja se los aceptaba y leía como si fuera una fan de sus novelas, yo en cambio jamás mostré interés en ellos aunque ella me intentaba animar a leerlos. La cuestión de todo esto es que al estar Anna invitada, tuve que ir yo también a la dichosa fiesta, y aunque normalmente intentaría por cualquier medio escaquearme de ella, en esa ocasión tenía un interés especial en ir. 

Aunque estabamos citados en su casa a las 7 de la tarde, el ansia de Anna por llegar, nos hizo adelantarnos a la hora, llegando casi media hora antes. El camino hasta allí se me hizo un poco largo porque para llegar tuvimos que ir por carreteras secundarias un tanto incómodas y que te limitan la velocidad y te retrasan, eso hacía que mis ganas por ir y ver a Tracy fuesen menos. La casa, aunque era grande y probablemente un derroche de dinero innecesario para impresionar a propios y extraños, no me pareció gran cosa, seguramente no era muy diferente a otras de las afueras de la ciudad. Al llegar, Tracy, que nos había visto por una ventana salió a recibirnos con una sonrisa y un efusivo abrazo a Anna. Ella nos presentó, y él me dió un apretón a dos manos y su eterna sonrisa, a la que respondí con otro apretón y una leve sonrisa sin mucho interés. 

—¡Caray Anna, no sabía que estabas casada con James Bond! —dijo él al verme, supongo que impresionado por ser más alto de lo que pudo suponer e ir bien vestido para la ocasión.

Ella le rió la gracia, como si la tuviera. Entramos en su casa precedidos por él; era una casa acogedora, bien iluminada, aunque algo recargada de todo para mi gusto. Nos presentó a su mujer y a su hija pre-adolescente, de las cuales yo no sabía nada, Anna nunca las menciona, como si Tracy viviese solo. Nos invitaron al salón donde tomámos café en lo que venían los demás invitados. No tardaron en llegar los primeros invitados, lo cual me alivió, ya no eramos el centro de atención del estúpìdo y soporífero Tracy, por lo que la atención se fue desviando y repartiendo, aunque no dejaba de acaparar la de Anna, ella tampoco la rehuía, más bien la buscaba, iba detrás de Tracy todo el tiempo, de echo no creo que hubiesen estado separados más de dos metros en casi ningún momento. 

Aprovechando uno de esos momentos en los que si parecían no estar en el mismo espacio, y notando la ausencia de Tracy y la distracción del resto de los invitados, husmeé un poco por la casa, cotilleaba por ella a la par que miraba donde andaba el pedorro de Tracy. Estaba en una especie de despacho que se había montado en un pequeño cubículo de la casa bien iluminado, donde escribía sus pseudo-novelas. Le encontré solo entre folios manuscritos, supuse que sería otra novela más, tampoco pregunté. 

¡Mr. Bond! —dijó él en tono de broma por mi lustroso aspecto. Ya me tenía bajo el mote nada gracioso de Bond, James Bond entre los invitados, como si realmente esa gilipollez fuera graciosa. 

No me llame Mr. Bond, no soy James Bond. —dije tratándole en ese instante de usted, sin disimular que sus gracietas no me hacían ni puta gracia. —Ni siquiera soy inglés y mucho menos espía de su majestad la reina de Inglaterra, y disculpe que haya traído mi pequeña pistola, es una Walther PPK alemana. Es ligera y precisa.

Tracy se quedó blanco al verme allí parado frente a él sin atisbo de sonrisa y con una pistola en la mano. Se sentó o más bien se dejó caer sobre su butacón de despacho sin dejar de mirar la pistola, no acertaba a articular palabra entre los mil pensamientos que le estarían pasando por la cabeza, mientras de fondo se escuchaban las voces y risas de los invitados. Apostaría lo que fuese a que en ese momento a Tracy le recorría un sudor frío por todo el cuerpo, como si la temperatura hubiese bajado diez grados o más. 

¡Oh!, y por el silenciador de la pistola, no se preocupe, es que no quiero alarmar a los invitados y aguarles la fiesta. Acepté venir a su estupida fiesta por no dejar solo a Anna y porque quería verle cara a cara y decirle o más bien pedirle por las buenas que la deje en paz, que deje de verla y de tirarsela. Es una falta de respeto hacia mi y hacia su propia esposa, quien seguramente no se merece que un capullo como usted le ponga los cuernos sistemáticamente. Sé que esta aventurilla a Anna le hace gracia, busca el riesgo de que la pillen con otro hombre en cualquier lugar, y en esta ocasión le ha elegido a usted para ello, aunque no es el primero ni el único en este juego, pero no sé por que, en esta ocasión me molesta especialmente, así que le ruego que termine con esto y le preste más atención en su mujer. —le dije sin dejar de mover la pistola que tenía en mi mano derecha para no dejar de captar su atención. 

Continuando con la conversación le dije —no querrá que yo haga lo propio con su esposa, es guapa, muy atractiva y puede atraer la atención de cualquier hombre, y no me ha quitado ojo en toda la tarde, por lo que, humildemente creo que no me costaría acercarme más a ella. 

Tracy apenas balbuceaba temblando, no sé si de miedo o de frío, o quizá de las dos cosas. Apenas llegó a decir un "no". Le agradecí su tiempo y tras guardarme mi Walther PPK, salí con los demás invitados. El resto de la velada estuvo como ausente y más serio de lo normal en él, lo que no pasó desapercibido para Anna. Creo que después de aquello, apenas se volvieron a ver, lo que tenía a Anna más sería de lo que solía ser ella, estaba pensativa y desconcertada. Por su parte Tracy, no volvió a llamarme Mr. Bond.