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lunes, 28 de octubre de 2019

CUANDO DESTAPAS LA CAJA DE LOS TRUENOS

Estaban a punto de soltar la bomba, de dejarla caer como un pesado y gigante pedrusco sobre las cabezas de todos ellos, y Antonio, quien siempre estuvo al frente de todo desde el principio, sabía muy bien que pasa cuando destapas la caja de los truenos. Es justo lo que iban a hacer ahora, destaparla y dejar salir todos los truenos que había en ella, y con los truenos, sus consecuencias, que serían muchas e imprivisibles, consecuencias desde lo profesional, lo político e incluso lo personal, porque él y todo su equipo se movía en ese ambiente, entre políticos y gente poderosa que manipulaba y mentía si lo tenía que hacer, gente que daba y quitaba, que hacía favores y los pedía de vuelta, se nutría de todos ellos, y esa vez en la que en ese momento tan tenso iba a hacer tanto daño, había decidido, después de mucho debatir, que iría con todo. 

Su diario, era un diario pequeño y humilde, de barrio que se guisaba y se comía su propio trabajo porque no tenía los medios que tienen los grandes y poderosos para poderlo hacer, y aún así, con aquel plato tan gordo, había decidido jugársela y soltar todo lo que sabían y tenían, porque ese era su cometido, por eso llevaba tantos años contando a la gente la realidad de todo lo que a su pequeña redacción llegaba. 

Llevaban meses jugándosela con todo ese material, meses e incluso años con algunas de las personas que en él había implicadas. Era un pez pequeño peleando en el océano contra peces enormes que a veces se lo querían comer, y esa vez iba a ponerse en boca de algunos de ellos consciente del peligro real de que de un bocado, o algo peor, le hicieran desaparecer. Se la jugó y aquella madrugada, mientras buena parte de la ciudad dormía, soltó el bombazo, todos aquellos soñadores se encontrarían el petardazo a la mañana siguiente al ir a trabajar, y a partir de ahí, a aguantar el chaparrón, a aguantar todo el enorme ruido que iba a generar y que levantaría una enorme polvareda. Ese día sería lo más parecido a la caída de Pompeya, sería como si llovieran piedras sobre ellos, sabía que casi con toda seguridad acabaría con la carrera política de más de una y de uno, había mucha gente implicada, y no era una implicación menor, en esa caja de Pandora se hablaba de delitos graves, delitos que implicaban cárcel y en la que había vidas en juego, la suya y las de los suyos también, porque bien sabía que se movían entre una mafia oculta, bajo una nube tóxica muy grande, pero estaban todos dispuestos a dar la cara y afrontar el riesgo, aunque tampoco tenía mucho donde elegir, sus nombres iban en el bombazo, y todo el mundo sabían quienes estaban detrás de las páginas que leían cada día, ahí no valía el anonimato.

La tensión era palpable en él que apenas había dormido, en él y en todos sus compañeros de batalla, pero estaban convencidos de que eso era lo que tenían que hacer y en ningún momento, a pesar de la tensión y los muchísimos debates que habían tenido y discutido mil veces, se echaron para atrás, la conclusión al final siempre era la misma, y con ella tiraron para delante, hasta el final, y ese final había llegado ya, el punto y final a tanto trabajo, y a pesar de todo lo pasado y de todo lo que hubiera que pasar, estaba la satisfacción del deber cumplido, aún sabiendo que pasa cuando destapas la caja de los truenos


lunes, 21 de octubre de 2019

UN LUNES AL SOL DE OTOÑO

Lunes, jodido lunes, ese que viene después del plácido Domingo, y le tocaba madrugar. Se despertó temprano, más de lo habitual, y sin ganas, sin ninguna gana, sin las mismas con las que se arregló, se tomó su café sin prisa, sin mirar el tiempo, le daba igual. Al rato, teminó de coger sus cosas y salió de casa, a lo que fuera que tuviese que ser. 

Hacía fresco, ese verano que se le hizo tan corto ese año, se fue hace mucho, ahora ya solo habría frío y lluvia, la misma que le hacía pensar en mandarlo todo a la porra volver a su casa aunque el fresco de la mañana apenas le molestaba, había un vocecilla que le hacía quitara importancia a ese día, a ir o no ir, daba igual; sin embargo se quedó, y esperó a que pasara un taxi al que parar, y no tardó en para uno. 

Se subió a él sin pensar en nada más, simplemente en subir y tirar p´adelante, y a partir de ahí, desde que arrancó, sin darse cuenta ni saber como, todo cambió, aquel lunes ya no era tan jodido, desde ese momento todo fue rodado, rápido y sin muchas vueltas, al fin y al cabo pensó, "bueno, que pase pronto lo que tenga que pasar". 

No tardó en llegar a su destino más de lo habitual, solía ir con cierta frecuencia, ni pagó la carrera más cara de lo que la solía pagar, su bolsillo lo agradecía, y todo se dio sin mucha espera, sin mucho pensar. La mañana pasó rápida, sin pesares ni excesivos fríos para las temperaturas que se anunciaban. Se mezcló entre toda la gente que le rodeaba, todo ese calor infernal que proyectaban, los miraba yendo de un lado a otro, decenas y decenas de mundos cruzándose unos con otros casi sin mirarse. Y al acabar, tan pronto como pude se fue, salió de ese calor asfixiante, de ese ir venir intenso como si llegaran o se fueran tarde. Se subió a otro taxi, parecía que ese día todos estuviesen cerca, esperando su llamada e ir en su busqueda con tan solo doblar la esquina, y se fue sin mirar atras.

Al final, sin esperarlo ni buscarlo, ese fue un buen lunes al sol de otoño.

sábado, 19 de octubre de 2019

CAMINANDO ENTRE LAS LLAMAS DE LA OSCURIDAD

Aquel caos le despertó de su larga paz,  para acabar volviendo a la oscuridad, y ahora camina por ella, entre sus llamas, en esa ciudad de locos. Caminar por sus calles era peor que caminar por las calles de la última película de El Corredor del Laberinto, como si un virus hubiese contagiado a toda la ciudad y los hubiese vuelto locos a todos. 

La ciudad entraba en un estado apocalíptico al llegar la noche, alteraba a todos, igual que lo hace la luna con el hombre y lo convierte en lobo. Los enfurecía y sacaba de ellos su yo más agresivo. Todo lo que uno se encontraba a su alrededor servía de arma arrojadiza contra cualquiera y en cualquier parte, todo servía de barricada y lo hacían arder, tanto que casi se queman así mismos en el intento. Las llamas y el humo negro y denso subían tan alto que se colaba en el hogar de todo aquél que se intentaba refugiar de aquella barbarie. 

¿Y la policía?, ellos hacían lo que podían en medio de aquella locura irracional que llenaba periódicos y minutos en los telediarios, cortaban cualquier programación para hablar de ellos, de la ciudad, de nosotros. Las imágenes que se podían ver eran alarmantes, era como estar en plena guerra, entre calles arrasadas y destrozadas, como si las hubiesen bombardeado y luego un enorme tanque las hubiese pasado por encima. 

Las noches se hacían eternas en la ciudad, cada noche la misma pesadilla, desde cualquier punto la veías arder tanto que bien la podías llamar La Ciudad Infierno o Pandemónium, la capital del infierno. Caminar por sus calles, entre su gente psicótica, era caminar entre las llamas de la oscuridad.

lunes, 14 de octubre de 2019

LA MUERTE QUE VINO DEL MAR

Andaba por las calles de París, a casi mil kilómetros de su casa, inmersa en su trabajo, codeándose y retozando con la alta sociedad, con lo más granado del mundo del arte, ajena e ignorante de todo lo que ocurría en su querida cosa de Niza, ajena a lo que el mar, tanto tiempo después le devolvía. 

Le encontraron en la orilla, medio cubierto por el mar, envuelto con la vela de un barco, prácticamente irreconocible, tanto que lo único que pudo poner a la policía sobre su pista, fue un reloj que le regaló su madre hacía mucho tiempo. Apareció cuando nadie lo esperaba, cuando ella creía que había pasado todo, cuando pensaba que todo el mundo creía que de un momento a otro y sin dar ni encontrar explicación alguna, simplemente se había ido, había escapado de todo y de todos. Por que él era así, era el más débil de sus hermanos, o al menos y al contrario que ellos, no sabía o no tenía como escapar de las cosas, de toda la mierda que rodeaba a su flamante y rica familia. 

Su madre, gustosa de tener el poder y el control de todo, de saberse, y a ratos creerse más poderosa que nadie, escapa rodeándose de lujos y superficialidad, a la vez que se tiraba todo lo que respirase. Su hermana, con tendencias a la autolesión, retozaba con su mejor amiga, aunque él nunca tuvo claro de que palo iba; y su otro hermano, se metía en una habitación que pocos conocían para aparecer en los grandes eventos familiares, todo colocado. Por lo tanto ninguno le servía de apoyo ni escape de nada. 

Solo su madrastra, que no estaba contaminada por nada de todo aquello, y que para él supuso un poco de aire fresco, era la más cercana y por tanto, era quien mejor le podía dar un poco de aquello que buscaba, o al menos así lo pensaba, y tanto se acercó a ella que en no sabía que momento acabó distorsionando las cosas, confundiendo una mano tendida con otras cosas que ella no le ofrecía. Lo que terminó siendo locura y tragedia para ambos.

Tras la desaparición y con el tiempo, ella pasó de haberse sumado a la preocupación familiar por él, a intentar cobrar la normalidad en medio de todo aquello, y en la medida de lo posible, tratando de disimular, tratando de no pensar en él, y por eso volvió a su trabajo, al igual que tuvieron que hacer los demás, por eso se fue a París. Pero tenía que volver, y volvería sin saber que la muerte que le dio al mar para que se la tragara y se la llevase lejos, le sería devuelta.

lunes, 7 de octubre de 2019

UNA LARGA DESPEDIDA PARA NO DECIR ADIÓS

En sueños estaba ahí, contigo, con todos, una vez más. Sin embargo no era un día más, no era un día para soñar, y aún así lo soñé. 

Soñé que aunque estábamos en el mismo sitio, aquel era otro lugar, nada era lo mismo, era todo más grande, había más pasillos, pasillos más largos, y tantas habitaciones que entre todas ellas, perdí la mía y me equivoqué, y me equivoqué tanto que de repente nos vimos todos en otra habitación, en la misma habitación, todos haciendo la maleta, la maleta que indica que era el punto final, la maleta en la que sin querer, nos debíamos decir adiós. 

Y no queríamos, nos resistiamos a despedirnos, a no vernos más, y por ello lo alargabamos y retasábamos sin para de hablar, conversaciones banales para hacer de aquella, una larga despedida para no decir adiós

Maleta en mano me fui, no quería pero me tuve que ir, y otra vez entre tanta salida y tanto pasillo, me perdí, salí por donde no debí, por la salida más lejana que había, por la que no iba a ningún lugar, más que a quedarme allí, en ese sitio perdido del que ni siquiera sabía exactamente donde estaba, pero tuve que volver por donde llegué. Me di la vuelta a ese laberinto de pasillos para ir a donde me esperaban, para ir por donde no quería salir, y francamente, jamás supe si lo logré o me quedé para siempre en medio de ninguna parte. 

Me desperté sin saber que pasó, sin ver a nadie más, solo, desandando el camino que mil veces volvería a andar. Así que es posible que si nos dormimos, en uno de esos pasillos, en alguna habitación, tú y yo, todos nosotros, nos veamos un día más, o al menos, un momento más.