Suenan pajarillos en mi teléfono, lo miro, un mensaje me pregunta si bajo y me animo a unas cañas en la terraza del bar; ella está, así que ¡claro que me animo!, me arreglo, me perfumo sutilmente y bajo con celeridad. Llego y rápido la veo, no la dejo de mirar, no lo puedo evitar; un saludo a todos en plan colegueo, a ella un beso y -¿qué tal estás?-, me siento casi en el lado opuesto de donde está, hablando de todo, intentando disimular.
Tras un par de cervezas algunos se van, otros ocupan sus puestos en la mesa, y otros se van a la barra del bar a pedir más, ella se levanta, la vuelvo a mirar, se sienta a mi lado, me llega el olor de su perfume, casi la puedo rozar. Después de la tercera caña no quiero beber más, me levanto, digo que se me hace tarde, que mañana tengo que trabajar, despedidas de colegueo, otro beso y nada más, cuando me voy, a unos metros del bar oigo unos zapatos que corren tras de mi, y su voz, su voz que me dice -¡espera!-, me detengo, me doy la vuelta y llega ella, la miro y no veo nada más, solo a ella, ella y su melena suelta que baila junto a su blusa holgada que me da mucho que imaginar. Me pregunta si la puedo acompañar, y la acompaño, ¿cómo no?.
Llegamos hasta la puerta de su portal, me sonríe y me da las gracias por haberla acompañado, y me dice que se lo ha pasado genial, le devuelvo la sonrisa y le contesto que -yo igual-, respuesta que inmediatamente encuentro absurda pero que ya no la puedo borrar ni cambiar, posa su mano en mi brazo, y yo hago lo propio en el suyo, dos besos más, pero no, en ese instante nuestros labios se encuentran, se rozan y se besan, un beso corto que en el fondo quiere más, y da más enlazados los dos en un abrazo. Se da la vuelta para abrir y me dice -ven-, la acompaño detrás, apenas a un metro de ella, subimos en el ascensor cogidos de la mano, estamos en su casa.
Cierra la puerta tras de mi, deja caer el bolso y nos volvemos a besar, fundidos en labios y lenguas que se devoran y buscan más; siento calor, se acelera la respiración y me provoca una erección, quiero más.
Nos desnudamos con ansia, casi arrancándonos la ropa, dejándola en cualquier lugar. Estamos cuerpo a cuerpo, piel con piel y mucho calor, besos y caricias y la erección cada vez mayor, penetración, y gemidos que piden más, sus piernas me atrapan y me abrazan, no me dejan escapar, el sabor de sus pechos con sus pezones duros y erectos, no podemos parar.
Mi boca camina por su cuerpo dibujando caminos con la lengua hasta saborear el néctar de su dulce flor que engullo con ansia, gime y se contonea con pasión; se levanta y ahora es ella quien me dibuja con sus labios y sus manos hasta devorar mi erección, me gusta, no, no me gusta, me apasiona y me excita mucho más, no me deja devorar, me hace cosas que me hacen sudar.
El calor me quema mientras me devora y me masturba, y más me hace sudar, se levanta y nos comemos a besos y la penetro tanto que creo que me pierdo en su interior, la casa se llena de gemidos tan intensos que pienso que se oyen en el exterior. Nos corremos, nos corremos tanto que rebosamos de calor y pasión.
Es tan intenso que no quiero parar, no quiero terminar, pero sé que me tengo que marchar, y sé que este momento impensable hace un par de horas, ha sido unas cervezas, un polvo y nada más.