Dicen que los ángeles de la guarda no mienten, pero ella sentía que en aquél momento, el suyo si le había mentido, le había fallado cuando le había prometido que nunca lo fallaría, y que siempre la protegería, pero ahí estaba, sola, fría en aquella carpa improvisada, entre todas esas caras desconocidas que la miraban y la preguntaban a la vez que ella daba vueltas a su cabeza pensando rápido que hacer y que decir. Y su ángel guardián, su protector sin aparecer, sin sacarla de allí.
Aquél que con cara de no haber roto un plato en su vida, aquél que con su voz suave y protectora le dijo que nada la iba a pasar, que todo estaría bien, que siempre estaría ahí, no estaba, no la socorría, estaba sola.
Lo había arriesgado y abandonado todo y a todos por él, lo había dejado todo para jugársela por quien ahora parecía que la dejaba sola y abandonada a una suerte que bien podría haber sido peor que si en ese momento le alcanza la muerte, por alguien que apenas hace unos días no conocía, ni sabía quien era él.
Le conoció cerca de donde vivía ella, frente al parque donde jugaba con su padre, él llegó en su viejo coche ochentero que aún le traía y le llevaba, paró junto a ella, iba vestido con un traje que le había hecho o regalado su abuela, con su cara de universitario empollón y como si no quisiera que su madre le escuchara, la invitó a subir al coche, y ella después de unos momentos de duda pensó: -¡que coño!-, y se subió sin vacilar más, y ahí mismo, sin arrancar empezaron a conocerse, empezaron a hablar cada día más, a veces con dudas, con discrepancias y moviendo las distancias, pero el uno en el otro empezaron a creer y confiar.
Confiar, ciegamente como hizo con él, sin pestañear, hasta ese día en que ella no se imaginaba ni por lo más remoto que la podría abandonar, pero no llegaba ese ángel que la fuera ni la pudiera rescatar, viendo como su vida estaba al borde del precipicio que la haría añicos como el cristal, perdería su juventud en la que no volvería a follar, su futuro donde se veía comiéndose el mundo, un mundo que ahora se la comía a ella, un mundo en el que donde dicen que los ángeles de la guarda no mienten, la mintió y la dejó.
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