Dicen bocas lengüisueltas por ahí que el amor cervantino, a veces viejuno, sabe a buen vino, que aunque a veces quede o suene irónico o idílico, hila sutíl y bien fino; y si no os lo dicen a vos, ya os lo digo yo, que de esto sabe un rato mi quijotesco corazón que por días lucha contra molinos y contra el viento sin aparente razón.
Porque desde que os leí y sobre todo desde que os vi, ni siquiera puedo dormir, sin al menos una última vez antes de cerrar mis ojos, llegue a sonreír; y aún sabiendo que vuestro corazón no me está permitido porque es un amor para mi lejano y prohibido, lo degustaría como el mejor de los vinos, por más que no sea para este vulgar paladar que algún día en forma y verso y beso pueda saborear.
Y no es que os quiera liar ni más problemas a su excelentísima persona dar, pero ¿por qué mi corazón a de callar estos sentimientos con los que ha de bailar aún sin música que vaya a sonar?, nada malo lleva este amor cervantino que sabe a buen vino de este loco sin camino ni destino que a vuestro amor pueda llegar, por más que en sus sueños sin esperanza esté perdido sin voz ni ladrido.
Así pues de esta manera os escribo sin pluma sobre mi corazón y el de vuestra merced de un amor y en lenguaje cervantino, que se que os gusta y os deja sonriendo, por más que suena a filipino, y que no llego a merecer, aunque no por ello más voy a enloquecer, porque su negativa en mi alma herida no es la primera que llego a tener.
Y de esta manera por mi camino de piedra, me vuelvo y me pierdo en mi caballo rocinante más patizambo que caminante, sin Dulcinea que haga de acompañante, a un lugar donde no se si encuentre a alguien a quien mi corazón pueda entregar.
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