Entonces, uno de ellos, el más mayor de los tres, con su pelo plateado y su poblada barba cana, miró desesperado al cielo infinito y suplicó a Dios por una señal que les indicase hacia donde ir... Sus amigos se quedaron más fríos que la propia noche con aquella suplica de quien jamás habían visto así, y el silencio, más ensordecedor que nunca en ese lugar, se hizo dueños de ellos. Vieron a su amigo mirar al cielo en busca de respuesta, en busca de la señal, y ellos miraron también... Al principio no vieron nada, solo una inmensa oscuridad que se perdía más allá de donde ellos mismos lograban ver, hasta que uno de los tres, casi en frente de él, en el cielo, vio una luz entre dos dunas, tintineante como una llama, y avisó a los otros dos, que tardaron un poco en ver la misma luz en el cielo, era una estrella que se encontraba tan alta que parecía inalcanzable hasta para los mismísimos dioses... Sonrieron aliviados de ver algo en medio de tanta oscuridad, era la señal por la que el más longevo de ellos había clamado y suplicado...
Como refortalecidos y llenos de energía por el avistamiento de la estrella, cargaron de nuevo sus bartulos y decidieron seguir la dirección en la que se encontraba la estrella, sin tan siquiera saber si esta era realmente la señal que habían pedido o simplemente una casualidad del destino... No sabían si llegarían a su destino, ni a donde irían a para, pero reanudaron el camino tras la estrella del cielo, perdiéndose con ella en la oscuridad del desierto...
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