Caminaba al borde del abismo, en la cuerda floja, y aunque por un lado no podía evitar sentir cierto miedo o vértigo al hacerlo, por otro lado le gustaba esa sensación de estar ahí, apunto de resbalar y caer, y quien sabe si en la caída, dejarse llevar, le gustaba ese subidón de adrenalina que le recorría todo el cuerpo y le hacía querer más. Eran dos lados totalmente opuestos, y eso es lo que le gustaba, lo que le ponía, le gustaba ese lado salvaje y desatado que había descubierto de si mismo.
Por un lado estaba ella, la esposa, con la que llevaba tanto tiempo y que le daba estabilidad y equilibrio a su vida, aunque tales cosas en ese tiempo, se habían vuelto algo rutinarias y repetitivas, tal vez monótonas, y por ello le gustaba tanto ese otro lado en el que no hacía tanto que se había adentrado, y por ese lado, estaba la otra, la amante que le daba todo lo contrario, le desequilibraba y le desestabilizaba, y eso, ciertamente lejos de repelerle y hacerle huir, le atraía cada vez más y más.
Con el tiempo, necesitaba con más frecuencia ese lado prohibido y que ocultaba a los demás, que tenía solo para si mismo, necesitaba estar ahí, sin ataduras de ningún tipo, sentirse libre como solo ella le hacía sentir, sin etiquetas, sin razones ni porqués, sin horas, ni días.
Tal vez era lo que había estado buscando toda la vida, tal vez ese era su verdadero ser, el que había ocultado toda la vida por hacer lo correcto, lo que querían y hacían los demás, pero ya no, ya no lo haría más, al menos no del todo, porque ya no sentía ser así, ni quería serlo, solo quería ser libre, poder volar a donde quisiera, sin fronteras, ni peajes, y allí, con ella, con su amante salvaje y libre, podía hacerlo, podía ser todo eso que siempre quiso y reprimió ser y hacer, aunque para ello tuviera que andar en ciertos momentos en el abismo, entre la esposa y la amante.
Por un lado estaba ella, la esposa, con la que llevaba tanto tiempo y que le daba estabilidad y equilibrio a su vida, aunque tales cosas en ese tiempo, se habían vuelto algo rutinarias y repetitivas, tal vez monótonas, y por ello le gustaba tanto ese otro lado en el que no hacía tanto que se había adentrado, y por ese lado, estaba la otra, la amante que le daba todo lo contrario, le desequilibraba y le desestabilizaba, y eso, ciertamente lejos de repelerle y hacerle huir, le atraía cada vez más y más.
Con el tiempo, necesitaba con más frecuencia ese lado prohibido y que ocultaba a los demás, que tenía solo para si mismo, necesitaba estar ahí, sin ataduras de ningún tipo, sentirse libre como solo ella le hacía sentir, sin etiquetas, sin razones ni porqués, sin horas, ni días.
Tal vez era lo que había estado buscando toda la vida, tal vez ese era su verdadero ser, el que había ocultado toda la vida por hacer lo correcto, lo que querían y hacían los demás, pero ya no, ya no lo haría más, al menos no del todo, porque ya no sentía ser así, ni quería serlo, solo quería ser libre, poder volar a donde quisiera, sin fronteras, ni peajes, y allí, con ella, con su amante salvaje y libre, podía hacerlo, podía ser todo eso que siempre quiso y reprimió ser y hacer, aunque para ello tuviera que andar en ciertos momentos en el abismo, entre la esposa y la amante.
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