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lunes, 3 de junio de 2019

UN BAILE SOLO PARA DOS

       La noche iba bien, unas risas, unas copas con las amigas, la música se les metía en el cuerpo, bailaban y se dejaban llevar. 

De repente, mirando a la pista, les vio, al fondo, entre la gente, les vio bailar, bailar y algo más. No era un simple baile, era mucho más, había miradas, había gestos, había complicidad. Se notaba que entre los dos había mucho más, ella lo vio enseguida, de golpe, como si le hubiesen dado un mazazo. De un momento a otro las luces se volvieron oscuras, y la música, sorda, como si hubiese quedado atrapada en una burbuja, y fuera de ella, ellos, juntos, abrazados, dando vueltas sin dejar de mirarse, eran miradas intensas, cargadas de deseos e intenciones, ella lo vio, y lo sintió como si se lo contasen en la distancia. 

Sabía que ese baile, era un baile solo para dos, que ella no tenía sitio ahí, no podía decir, ni hacer nada, porque él no era nada suyo, él no sabía cuanto le gustaba, cuanto sentía ella, solo era una más entre tanta gente a la que no veía. 

La copa se volvió amarga, casi ni la quería, aquel fin de semana que pintaba tan bien, se volvió gris casi negro, solo quería dejar de mirar y olvidar, ya no reía. Se la tomó de un trago, y pidió otra más, más fuerte, no quería mirar, no quería pensar, solo emborracharse y olvidar, porque sentía que cuanto más mirase, y más pensase, antes se podría derrumbar. 

Quería pensar que solo era un tío que le gustaba, que tíos, había mil, pero no era así, no solo era un tío que le gustaba, era él tío que le gustaba, y mucho, y como él, no había mil, al menos ella no los veía, solo a él, y él estaba con otra, otra que no era ella, y eso la cargaba más que la copa. 

Necesitaba salir de ahí, salir y caminar a cualquier lugar, y perderse en el olvido de esa imagen que no quería recordar, ese baile en el que no quería pensar. Porque como ella misma se decía, en ese baile no tenía espacio ni lugar, ese era un baile solo para dos.

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