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martes, 28 de agosto de 2018

UNA CAMA, UN MASAJE Y ALGO MÁS

   Llamo, espero y después de unos segundos oigo pasos tras la puerta, y abre. No sabía quien sería mi cliente ni que me esperaba, y me la encuentro a ella, una mujer más que atractiva, esbelta y de gran presencia, de mirada dulce, tan dulce que parece que me quiera proteger. 

Con toda la confianza del mundo me toma de la mano y me hace pasar, cierra y me lleva con ella hasta su habitación, al entrar en ella, cierra la puerta como si quisiera que nadie nos molestase aún estando solos, ya dentro deja caer la bata dejando ante mis ojos su cuerpo desnudo, ¡y que cuerpo!, es perfecto, el cuerpo que todo hombre, y diría que mujer también, pueda desear. Es perfecto, líneas y curvas perfectas, una piel de aspecto suave, pechos grande y redondos, de pezones como garbanzos que te los quisieras comer, ¡y que culo!, redondo y grande, desearías tenerlo sentado sobre ti.

Sin dejar de alegrarme la vista con ella, se tumba en la cama, cerró los ojos y deja que yo me encargue de todo, empiezo por sus largas y finas piernas echando un suave aceite relajante que extiendo con mis manos muy suavemente, entrando en calor al tocar su piel, recorriéndolas desde los tobillos hasta sus suaves y firmes muslos y casi más allá, me excito, y noto que ella también, la veo mordiéndose los labios levemente, y casi puedo jurar que está medio húmeda. Subo por sus caderas, inesperadamente me coge de las manos y las lleva a su pelvis haciendo que la masajee, y con el masaje nos excitamos los dos, tanto que ella no puede reprimir un gemido, lo que provoca que yo tenga una fuerte erección que espero, no llegue a ver, pero es inútil, en su excitación su mano busca mi miembro y lo encuentra, y sobre los pantalones lo masajea como yo la masajeo a ella. 

En aquél masaje mutuo, ella se mueve cada vez más, tiene la respiración más agitada y eso hace que sus pechos no dejen de moverse arriba y abajo, lo que me hace sin poder evitarlo, que mis manos vaya a ellos y masajee suave pero intensamente, intensidad que acrecienta nuestra excitación.

Me mira, me mira con lujuria, con ganas de devorarme, las mismas ganas que tengo yo de ella. Se sienta mirándome como un tigre mira a su presa, sin darme tiempo a reaccionar me desabrocha el cinturón y el pantalón, lo baja haciendo mi erección todavía más evidente, y me termina de desnudar de cintura para abajo, haciendo que mi verga casi la de en la cara. Se da mi aceite en sus manos y la masajea junto a todo lo demás, y gimo de un placer infinito, sonríe divertida y acto seguido se pierde en su boca al tiempo que mis pelotas descansan en sus manos calientes y aceitosas. 

Me termino de quitar la ropa mientras ella sigue mamando mi verga y todo lo demás, estoy muy cachondo. Se levanta rozando nuestros cuerpos, nos comemos la boca, la penetro y gemimos a la par, creo que se ha oído en toda la casa, y no puedo parar, no quiero parar, pringamos la cama de aceite, la revolvemos en aquel revolcón caliente como la lava de un volcán. 

Lo hacemos de todas las maneras y posturas que puedas imaginar, es un chorreo de excitación y ganas que no podemos frenar. El masaje se ha convertido en un polvo que no queremos acabar, pero no podemos más, estamos apunto de corrernos, tanto que estamos a punto de explotar. 

Gemidos y temblores acaban con lo que iba a ser, y empezó siendo un masaje y nada más.

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