No respondes, no dices nada, solo me miras con sonrisa pícara y cara de deseo malicioso, cerrando la puerta a tu espalda, dirigíendote silenciosamente a mi mesa, todo, sin dejar de mirarme fijamente a los ojos y moviendo tus caderas a cada paso de la forma más provocadora que sabes y que me pone a mil. Llegas mi lado, quedándote tan cerca de mi que debes de notar el calor que sudan mis poros, y me miras con cara de "de aquí no te escapas". Giras el sillón colocándome frente a tí, cara a cara, quieres que te mire, así, de frente y sin perder detalle, y sin poder ni querer evitarlo, veo como lentamente te desabrochabas los botones del largo abrigo que traes y que te tapa más allá de las rodillas, le dejas caer al suelo tras de tí, sin importarte nada, y ahi estás, quieta frente a mi, sin dejar de mirarnos, y sin apartar tu mirada lasciva, completamente desnuda ante mi atónita y estupida mirada.
- ¡Cielo!, ¿qué haces? -, balbuceo estupidamente. ¿Pues que ibas a hacer ahí, frente a mi, completamente desnuda?.
Silencio, tu silencio me pone un poco nervioso, el resto de mi estado alterado viene provocado por tu completa desnudez. No respondes, solo te pasas la lengua por los labios provocadoramente pintados para el deseo y el pecado,
humedeciéndolos.
Llevas mis manos a tus caderas, comenzando a moverte sensualmente
y haciéndo que me excite aun más, aumentando mi calor y mi respiración. - ¡Cariño
! te digo con falsas ganas de que te detengas - ¡Puede entrar alguien
!.
Otra vez el silencio, me tienes en tus manos, y mis manos en tus caderas que no dejan de moverse, haces conmigo lo que quieres, y lo sabes. Echas mano del tarro de caramelos que hay
sobre la mesa y elijo uno, es de menta, menta extra-fuerte
, de los que pican. Lo abres y lo te metes en la boca, lo chupas con cara de pícara y niña traviesa mientras me sonríes, acercas tu cara a la mía, agarrándote de los brazos del sillón, noto tu aliento a mente, y me besas. Lo haces suave y
apasionadamente a la vez, y con todo el descaro y picardía que traes contigo... completamente desnuda sin
importarte que alguien pueda entrar y sorprendernos. Enseguida noto el
frescor de tu boca, y
el picante de tu lengua en la mía. Tu boca sabe a menta. No sé
de qué va todo aquello, pero tampoco importa, me dejo llevar, quiero más. Sonríes, pasando tu cuerpo desnudo sobre el mío trajeado,
te arrodillas entre mis
piernas. Estás juguetona, y juegas conmigo, un juego picante y peligroso por el lugar en el que has elegido jugar, pero no importa, ni siquiera puedo pensar, solo dejarme llevar por ti. ¡Estás loca!, pienso y sonrío, y yo también debo de estar loco por seguirte el juego.
Con tu sabor a menta en mi boca, sonrío mientrás juegas y haces conmigo lo que quieres, todo esto es una locura, y lo más loco es que no me importa, no quiero que termine este juego. - ¡Dios! - es lo único que alcanzo a decir en el momento en que me das un breve respiro.
Me conoces bien, sabías que ese juego tan loco me gustaría. Tu boca y tus manos siguen jugando conmigo, un juego de deseo y pecado por el que me tendré que confesar, un juego loco e intenso al que le pusiste picante con ese caramelo de menta que despertó mis más inconfesables deseos en mi boca, y millones de sensaciones por todo mi cuerpo que tiembla entre tus manos, en tu boca y entre tus piernas, tiembla como una hoja, irradiando calor y sudor, llenando el silencio con tu respiración y la mía.
Mezcla de frescor salvaje de la menta, en tu boca y la mía que provocan sensaciones y momentos que se apaga dulcemente en tu garganta, en una mezcla de sabores que nunca antes habías contado y que sabes que ¡me encantan!
Me levanto y casi como sin esfuerzo, como un rayo, te siento sobre la
mesa del despacho, apartando papeles y carpetas a no sé donde, ni siquiera sé cuales son. Con tu acostumbrado silencio, me besas. Tu boca y tu lengua me roban el sabor a menta. Te tomo y hago que toda tú sepas y huelas a menta, llevándote a la misma locura a la que me has llevado a mi desde que entraste por la puerta. Pronto notas ese sabor a menta, que como a mi, te excita, te dejas llevar por él, y el silencio del deseo se apaga en tu boca, agitándote, con respiración estremecida
sintiendo como un intenso placer te invade y te llena, tu boca sabe a menta.
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