El abrazo con el que la tenía atrapada sobre mi, era un abrazo firme y suave a la vez, un abrazo con todo mi ser. Y en el abrazo, silenciosamente se despertó, y me miró, me miró y me sonrió sin decir nada, y sin decir nada se apretó más a mi, y era ella quien, con su cuerpo desnudo no me dejaba escapar, era ella la serpiente que me envolvía, y yo era su presa. Me besó.
Su boca sabía a mar, a mar y a estrellas, a las estrellas de la noche, quizá estuviera soñando con ellas. Sus ojos, a la luz de la luna que entraba por la ventana, se veían azules como el agua. Se veían profundos y penetrantes como el cielo y océano, inundándome con su mirada, como cataratas que se desbordan bajo una tormenta perfecta, dejándolo todo bajo el agua.
Así era aquella luna azul que me atrapó entre las sábanas, mi luna azul.
Me besó en silencio, y me acarició con sus labios suaves como la seda, y me arropó con el calor de su cuerpo desnudo, me embriagó con el sabor su néctar. Quería más de ese nectar que me regalaba sin pedir nada a cambio. Me susurró y me cantó al oido, me hechizó y me atrapó bajo la atenta mirada de la luna azul que no nos quitaba ojo desde la ventana, me pintó un cuadro de saliva en el pecho, y lo pintó en su piel, éramos dos lienzos en blanco pintando nuestra obra maestra...
Hizo todo cuanto quiso conmigo. Y yo la dejé; me dejé llevar por el poder y la fuerza la luna azul, que hizo conmigo cuanto quiso, sin poner la menor resistencia.
Cielos, yo en ella solo veo blancos y grises. Voy a pedir cita al oftalmólogo.
ResponderEliminarIgual hay que mirar con algo más que los ojos.
EliminarQue bonito cuando uno ve lunas azules, se despierta y las sigue viendo. Saludos.
ResponderEliminarMístico y romántico a la vez. 💙⚘
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