Éramos un laboratorio no muy grande, más bien se podía decir que estábamos en familia, y con unos medios muy limitados, casi precarios si los comparamos con los grandes laboratorios multinacionales, mi pequeño equipo y yo, que constaba de apenas media docena de profesionales, un poco locos, logramos en una fría noche de invierno, lo que hasta entonces se
consideraba un sueño científico, o casi una quimera, algo que para muchos de nuestros colegas se lograría, o no, en no menos unas decenas de años. La unión de genes humanos y, por increible que parezca, un ser de otro planeta, un gen cruzado que había dado como resultado un pequeño ser con vida al que de inicio, y sin rompernos mucho la sesera, habíamos llamado PACIENTE X. Lo que buscábamos con
este experimento era crear un ser con apariencia y expresiones humanas, con la inteligencia, que siempre se presupone más avanzada que la nuestra, de otro planeta. Y todo de manera natural, sin artificios.
- El PACIENTE X parece ser apto doctor, las constantes son estables -. Me dijo Elisa, una de mis mejores asistentes, con una emoción que no podía ocultar, con todo el esfuerzo que puso en ser profesional en su afirmación.
- No nos confiemos, aun no sabemos las reacciones que puede
tener, y si sobrevivirá -, resoplé cruzando los dedos, y aunque parezca extraño, pidiendo a Dios que fuera fuerte y aguantase. Tantos años de
trabajo
y finalmente parecía que lo habiamos logrado
.
- Deberíamos avisar de esto a toda la comunidad, la unión parece ser viable... ¡Por esto nos darán el Nobel! -.
- Tranquilo Javier, lo mejor es esperar unas semanas para comprobar si
hay reacciones en el paciente, si vemos que todo va bien, os podréis
considerar ricos -. La satisfacción era clara en las caras de todos, ni
siquiera yo en mi intento por parecer serio, consiguí reprimir una
sonrisa, aunque ésta apenas fue perceptible. No quería que la euforía se descontrolase en el equipo, el éxito aún era pequeño, no teníamos todas las cartas a nuestro favor.
Lo que era seguro es
que esto no le sentaría nada bien a ese tal Gideon-Hung, un cientifico de Chicago con ascendencia coreana, obsesionado con el cruce de genes, que había experimentado muchas veces con el cruce de razas y crear una nueva. Nosotros habíamos ido más lejos que él, cruzandonos con un ser de otro planeta, algo que evidentemente no vería con buenos ojos si se llegase a enterar. Y no se enteraría hasta estar seguros de que el experimento era un éxito rotundo, sin posibilidad de fallo.
Gideon-Hung era un tipo de fuertes convicciones, que en el fondo despreciaba a buena parte de la comunidad cientifica por no considerar que estuviera a su altura, y a España la veía como un país menos en el campo cientifico.
Los meses pasaron muy despacio, o a nosotros nos parecían interminables, todos mirabamos con lupa el
desarrollo del feto, todo iba bien, y si seguía así, pronto podríamos anunciar nuestro logro a toda la comunidad cientifica, lo anunciaríamos a todo el mundo, aunque el anuncio teníamos que planearlo bien, pues contar algo así al mundo, supondría muchas preguntas que tendríamos que responder, muchas explicaciones que dar a mucha gente y en muchas partes, muchas instituciones requerirían nuestra presencia, y probablemente no para darno la enhorabuena sin más. Ni siquiera teníamos nombre para nuestro pequeño ser de laboratorio, todos le llamabamos PACIENTE X.