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domingo, 7 de enero de 2018

MAS QUE UN BESO

  
     Mi querido y fiel diario, abro tus páginas para decirte a ti y solo a ti, como fue ese momento que he de confesar tanto ansiaba, aunque francamente no pensaba que tan pronto podía llegar. Te lo cuento a ti porque se que el secreto me guardarás, se que a nadie se lo contarás.

Estábamos solo nosotros dos, cruzando palabras en voz baja, sonrisas nerviosas y miradas inquietas en compañía de la noche y sus estrellas que mas que ninguna otra noche, nos iluminaban, y la luna era nuestro testigo para quien no nos quiera creer.

Entrelazados de las manos, sin dejar de mirarnos y con todas las ganas del mundo de besarnos en medio de aquél silencio solo roto por el palpitar de nuestros corazones acelerados, nuestras sonrisas casi pegadas sin apartar la mirada el uno del otro, tocándonos con las puntas de los pies, buscándonos la piel. Su boca y la mía buscándose, encontrándose y sin separarse, en medio de caricias que se llenan de calor y piel. Manos que cubren su rostro y el mío, mi piel y su piel mientras se acelera la respiración, tiembla el pulso y las piernas también.

Mis dedos dibujan mariposas que erizan su piel, bajan por su pecho cálido y suave y llenándose de él, contemplando su cálida desnudez, explorados por mi boca hasta encontrar su flor rezumando miel, con mis dedos medio torpes e inquietos paseando y dibujando como si fueran pincel, en sus pétalos ardientes y latentes, llenando mi lengua de su dulce nectar que más la calienta. Mordiscos suyos y míos entre jadeos y gemidos que fluyen como de entre sus piernas el río.

Pálpitos inhalados en el recorrido de su humedad y la mía entre las ganas y la timidez. Intercambio de sonrisas y pupilas que más que las estrellas brillan, manos en la cintura que baila al ritmo de la penetración ardiente de pasión, mis labios que susurran a su cuello cuanto la deseo, deseo tierno y lleno de movimiento lento. Y besos, más besos al compás en el que no la dejo de penetrar, al tiempo que no me deja de tocar y acariciar y en la que me pide más y más sin dejar de gemir y jadear excitándonos cada vez más.

Me dejo llevar, me pierdo y me entrego a su juego cuando ella baja por mi ombligo haciéndome perder los sentidos en el silencio de un os gemidos hasta ahora para mi desconocidos, llegando sus labios hasta dondee quemo a fuego lento, dejando que juegue con su lengua, llevándolo bien adentro. Sonríe y amaga con volver hacerlo, a la vez que de él sale un rocío nada frío.

Buscan sus labios como bailar con mi sexo, acariciándolo lento y en silencio.

Respiración y voracidad sin prisa pero sin parar, queriendo más y más, estremecidos de pasión rozando la perfección cuando sus pechos bailan al ritmo ansioso de mi locura dentro de su caliente flor.

Así fue, querido diario, aquél beso, que más que un beso.

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