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martes, 21 de noviembre de 2017

MUERTO DE SED

 
   A Will Grames le encontraron de madrugada, casi sin amanecer en su majestuoso butacón retro en el que tantas veces se había sentado a beber y fumar a dos carrillos, haciendo notar y casi sin caber en él ese enorme globo que llaman barriga y que le colgaba mientras se arrastraba más que andaba; amanecía envuelto en su inmensa bata de seda fina de rojo sangre y oro, con uno de sus caros habanos, que algunos algunos envidiosos cuestionaban que fueran cubanos, a medio caer de sus labios y que se había apagado hacía horas. 

Estaba claro que había pasado una de sus noches de cine, puros y whisky en su inmenso salón de su no menos inmensa mansión de Carolina del Norte de finales del S.XIX, viendo una película de gangsters y mafiosos varios de los años 30, de su extensa y casi interminable colección que tanto le gustaba. 

También se sabía que había tenido una de esas noches, por el whisky que reposaba a su lado, en su antigua y fina mesa de caoba, limpia y pulcra que hacia brillar y lucir aún más su carísimo whisky no apto para cualquier bolsillo ni paladar. 

Lo que más llamaba la atención de aquella escena, era que la botella whisky estaba a más de medio beber, algo muy extraño y nada habitual, sobre teniendo en cuenta que todos los que habitaban la mansión sabían que hacía no mucho que la había adquirido y que él no bebía tanto en una noche, por más larga que fuera su noche de los años 30. Algunos de sus empleados cuchicheaban entre dientes, y decían y se preguntaban si habría muerto de sed, chiste algo macabro y malo, pero nada extraño entre quienes sabía que nunca había caído bien a la mayoría de sus empleado, e incluso a algunos miembros de su propia familia.

La verdad es que el viejo, aunque apenas era un cincuentón, era un millonario egocéntrico y altanero que a pesar de no ser especialmente alto, aunque si ancho, muy ancho, miraba a los demás por encima del hombro y hasta de sus cabezas jactándose de cuanto tenía, hasta el punto alardear de no conocer con exactitud toda su fortuna, y lo cierto es que en eso, era de las pocas cosas en las que no mentía, no tenía ni idea, todo lo dejaba en manos de sus asesores, los cuáles podrían hacer con ella lo que quisieran porque ni él ni nadie les cuestionaba.

Fuente de la imágen: Pixabay
Lo dejaba todo en manos de ellos, no permitiendo que nadie más metiera la mano en ella, especialmente su familia, de la que no se fiaba, sentimiento mutuo y familiar dentro de la mansión.

En especial no se fiaba de su mujer, quien no se casó con él por su amplio atractivo, por más amplio que fuera él, y lo era. No tenía reparos en hacer suya la fortuna y gastarla en todo antojo y capricho que tuviera, así como tampoco se esforzaba mucho en disimular la escasa fidelidad que le guardaba, bien era sabido por todos en el círculo de ególatras millonarios que se acostaba con cuanto a su sombra se le arrimaba. Aún siendo una cuarentona, todavía estaba de muy buen ver, y todo billete que gastaba también, llamando la atención todo aquél que se llamase o no Andrés, ¿me entendéis?.

Los hijos no se quedaban atrás, eran unos malcriados dejados en manos de las niñeras desde su infancia, que vieron como sus padres se centraban más en el verde y oro que en ellos mismos, que crecieron viendo como el diamante y la piel eran más importantes, así que no dudaron en sustituir a sus padres de la misma manera, creciendo más pendientes de la herencia material que de cualquier otra que les pudiera llegar. Así que todos ellos, podrían ser sospechosos si el fallecimiento se hubiera dado en extrañas circunstancias y no hubiese muerto de sed.

Sacaron su cuerpo del afortunadamente, amplio salón en el que se pudieron mover bien, una vez acabada la investigación en el, cuando ya empezaba a palidecer, para seguir indagando en él. Todos habían sido interrogados, cuestionados y avisados de que debían estar localizables en todo momento hasta que el caso estuviese cerrado, algo que les mantendría sin salir de la ciudad una temporadita que parecía no dejarles a algunos con muy buena cara.

La investigación que fue algo lenta, determinó que Will Grames falleció por la ingestión de un veneno hallado en su impagable whisky, que le provocó sequedad en la boca, además de  otros síntomas como hipertensión y sudores, lo que le provocaría un paro cardíaco fulminante, además la sequedad, probablemente le habría dado sed y le habría obligado a beber más, y como lo único que tenía a mano y no le hacía levantarse era aquella botella, bebió de ella más de lo habitual, de ahí que la botella estuviera a más de medio beber, así que sin pretender ser macabro ni tirar de humor negro, se puede decir que en cierta manera, habría muerto de sed.

Conociendo la causa del fallecimiento, había que averiguar quien podría tener motivos para provocarla, por lo que se investigó a todos aquellos que formaban parte de la vida y mundo de un millonario que provocaba envidia y codicia a partes igual aquí y allá, y no eran pocos los que ambicionaban, disfrutaban y gorronoeban de su enorme fortuna, aunque parecía bastante probable que el culpable del mismo fuese de su círculo más íntimo y cercano.

Las pesquísas duraron algunas semanas, ya que hubo que conocer cada detalle de todos aquellos pudieran tener motivo y oportunidad de envenenar a Will Grames, y por descarte, el círculo de posibles envenadores se fue estrechando hasta reducirlo a la mansión de la familia de nuestro altanero millonario, el o la culpable, si es que sentía culpa, estaba entre esas más de cuatro paredes.

En unas primeras investigaciones de todos los miembros, aún más incisivas que las primeras, se descartó a los empleados, que si bien no le tenían mucho aprecio al señor, tampoco eran los peor parados con el carácter, ínfulas y manías que se gastaba, por tanto todo quedaba en familia.

A todos ellos se les investigó de manera más exhaustiva si cabe, también se les interrogó nuevamente, casi arrinconándoles en sus propias respuestas, y con ellas, igualmente se fue descartándoles hasta llegar al único miembro que tuvo motivo y oportunidad de envenenarle. Los descartes llevaron a la policía a la única hija que tuvo Will Grames, Fabiola.

Fabiola era la única chica de los tres descendientes y herederos del sin igual millonario, aunque no por ello la más consentida, y a modo de cotilleo os diré que decían que la llamaron Fabiola, por expreso deseo de él, en recuerdo de una amante o viejo amor de juventud que tuvo en uno de sus muchos viajes a La Toscana.

Lo importante en este lo que se refiere a la hija de Will, es que no por ser tenerlo todo, dejó de estudiar y se dedicó a la medicina, estudiaba sobre venenos y vacunas, incluso trabajaba en un laboratorio, por lo que tenía acceso a ambas y bien pudo sacar el veneno sin que nadie se percatara de ello, y así lo hizo. ¿Por qué  y como lo hizo?, esa es otra cuestión.

Había días y noches en que ella se tomaba una copa con su padre, era lo que más y probablemente lo único que le unía a él, y ambos se sentaban a beber de vez en cuando codo con codo, aunque no bebían mucho, no más de dos copas cada vez, y no siempre era así; también sabía que botellas tenía abiertas su padre, de cuales bebía más y cuales tenía reservadas para ocasiones especiales. También sabía que aquella noche bebería de la botella de whisky porque él había dicho:
-esta noche estaremos solos mi colección de cine años 30, mis puros, mi whisky y yo.
Ella reaccionó rapidamente y le echó el ojo a la botella para tenerla bien localizada.

Aquella noche después de la cena, Fabiola, muy extrañamente, se ofreció a dejarle el whisky a su padre en el salón, para que pudiera disfrutar de su noche de cine, fue en ese momento que aprovechó para administrarle el veneno en la botella que días atrás ya se había abierto, fue rápido y fácil, nadie la vio, nadie sospechó nada, nadie sabía que la suerte del excéntrico millonario estaba echada.

¿Que motivos tenía la hija de Will Grames para matar a su padre?. La policía descubrió de boca de Fabiola el resentimiento que le guardaba desde hacía tiempo, por el comportamiento de él hacia ella, siempre se sintió menospreciada y en un segundo plano, y es que su padre, dentro de toda esa bravuconería que gastaba, también tenía cierto grado de machismo y a veces no se molestaba en ocultar, haciendo de menos a las mujeres en general y a las de su familia en particular. Siempre decía que ella nunca llegaría a nada, que menos mal que estaban sus hermanos para cuidarla cuando él no estuviera, algo que la tenía profundamente irritada y que en su momento la hizo explotar.

Así un día decidió que no lo toleraría más, que no volvería dejar que él la hiciera de menos ni la insultara nunca más; pensó que el veneno era la mejor manera de acabar con todo aquello, la forma más rápida y limpia de hacerlo, que nadie se enteraría ni sospecharía, pensó que todo el mundo lo achacaría a su mala y azarosa vida llena de opíparas comidas, tabaco y alcohol, ya que además aquel veneno se eliminaba rápidamente, pero no tanto como ella imaginó.

Aquél viejo pedante todavía le tenía una jugada guardada que ella no esperó, retuvo la prueba del delito en su interior, al final logró que ella no dependiera de si misma ni decidiera su futuro, futuro que la esperaba en la cárcel sin herencia ni salvación, aunque a él le dejara sin una de sus noches y muerto de sed.

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