Ni siquiera amanece y las calles están aún sin poner, el sol aún no despierta y yo sin apenas dormir me dirijo a un mar de nubes que conscientes de mi ignorancia, saben que el cielo no es para mi y no me lo quieren decir.
Voy por caminos perdidos y vacíos que no me dicen donde ir pero que aún así, decido seguir, y sigo el camino que al principio parece infinito hasta llegar a esa tierra de nadie que despierta bajo el cielo que sin saberlo tocar no puedo.
Las primeras nubes van llegando, se hueco unas junto a otras y apenas se rozan, y crecen y toman forma bajo pequeñas olas de calor que le dan color hasta casi tocar el azul cielo casi a pelo. Majestuosas y orgullosas se pavonean ante mi las nubes, y yo pensando "en alguna te subes", ignorante como Dón Quijote en su caballo Rocinante, me ven y se ríen ellas de mi.
Espero paciente y no me desespero, dejo que pase el tiempo con el viento que parece no tener prisa y junto a mi se queda quieto, el mundo abre los ojos y despierta tras una noche de espera eterna, y llega mi nube esbelta y nada arrugada ya preparada que da pie a la aventura tan esperada y que solo ese cielo sabe que pronto se verá frustrada; por que esa nube resulta no ser mi nube, no es para mi por más que yo diga que si, y en ella no me puedo subir, por lo que me veré obligado a dejarla ir.
Así pues, ya ves, tras muchos intentos y movimientos inciertos, he de dejar que se la lleve el viento, la veo partir, sabiendo que el cielo no es para mi.
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