¿Y si el cuento no acabó como nos lo contaron?, ¿y si el lobo no cayó al
arroyo y murió allí?. No todo es como lo cuentan...
Porque
cuentan, dicen por ahí que Caperucita, tras su episodio con el malvado
lobo, enloqueció, perdió la razón, e iba de casa en casa asustando y
comiendo niños y abuelos, pero ¡no!, ¡no era Caperucita!, era el lobo
disfrazado de ella, oculto bajo su caperuza roja, que logro sobrevivir y
continuaba con sus fechorías, engañándolos con fingida voz de niña para
atraparlos.
Cansados del lobo, todos los leñadores del bosque, se
reunieron y armaron con cuanto les pudiera servir de arma, y decidieron
no quitarle ojo al lobo, y seguirle a donde fuera para poder atraparle. Y
así lo hicieron, turnándose, le seguían a todas partes, hasta que un
buen día le rodearon bosque adentro, y justo y por pura casualidad, al
borde de un arroyo, otra vez.
El lobo al verse atrapado y descubierto
otra vez, se quitó la caperuza, y para ocultar el miedo que le atenazaba
por verse nuevamente en aquella situación, se mostró más feroz y más
hostil que nunca, aunque de poco o nada le sirvió.
Asustado y sin
pensarlo, dio la vuelta adentrándose sin darse cuenta, en el arroyo.
Aquello lo aprovecharon los leñadores amenazantes con sus armas, para
acabar con él, haciéndole quedar atrapado en sus aguas, de las que esta
vez, se asegurarían de que no saliera con vida.
Y así fue, el lobo
pereció en el aquel implacable ataque, haciendo que tras tanto tiempo de
tropelías, volviera la calma al bosque y a la vida de los leñadores.
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