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martes, 20 de noviembre de 2018

EL TIEMPO EN SUS MANOS

       El tiempo en sus manos, ese eras su sueño, poder dominar el tiempo, hacer con él cuanto quisiera, soñaba con adelantarlo o atrasarlo a voluntad, cada vez que le diera la gana. 

Podría ir hacia al futuro y al pasada cuanto quisiese, podría cambiar esas cagadas del pasado que todos tenemos, borraría casi de un plumazo todas esas cosas que hizo o simplemente le salieron mal, todo aquello que en su día no quiso pero tuvo que hacer, regresaría una y otra vez. 

Reviviría todos los buenos momentos que vivió, e incluso serían mejores, el primer beso, el primer amor, aquél concierto al que fue a escondidas, su primera borrachera, o la última tal vez, o simplemente esa cervecita fresquita que entraba tan bien. 

Deseaba conocer el futuro, quería saber, saber que le pasaría esa semana, y a la siguiente también, o lo que ocurriría en un año o no yendo tan lejos, en un mes. Así se mentalizaría, e incluso se anticiparía a él. Sería como Marti McFly viviendo su propio Regreso Al Futuro, controlaría el tiempo a placer. 

Poder, a eso se reducía todo, a tener poder, el poder de manejar el tiempo como un títere maneja a su marioneta, moviendo las agujas del reloj, adelante y atrás. Saldría el sol, y se pondría la luna cuando le diese la gana, sin que nadie le dijera cuando tener que acostarse o levantarse, dominaría el día y la noche, jugando con ellos como un niño que juega con su pelota.

Tendría el tiempo en sus manos.

martes, 6 de noviembre de 2018

LOBORUCITA

  ¿Y si el cuento no acabó como nos lo contaron?, ¿y si el lobo no cayó al arroyo y murió allí?. No todo es como lo cuentan...

Porque cuentan, dicen por ahí que Caperucita, tras su episodio con el malvado lobo, enloqueció, perdió la razón, e iba de casa en casa asustando y comiendo niños y abuelos, pero ¡no!, ¡no era Caperucita!, era el lobo disfrazado de ella, oculto bajo su caperuza roja, que logro sobrevivir y continuaba con sus fechorías, engañándolos con fingida voz de niña para atraparlos. 

Cansados del lobo, todos los leñadores del bosque, se reunieron y armaron con cuanto les pudiera servir de arma, y decidieron no quitarle ojo al lobo, y seguirle a donde fuera para poder atraparle. Y así lo hicieron, turnándose, le seguían a todas partes, hasta que un buen día le rodearon bosque adentro, y justo y por pura casualidad, al borde de un arroyo, otra vez. 

El lobo al verse atrapado y descubierto otra vez, se quitó la caperuza, y para ocultar el miedo que le atenazaba por verse nuevamente en aquella situación, se mostró más feroz y más hostil que nunca, aunque de poco o nada le sirvió. 

Asustado y sin pensarlo, dio la vuelta adentrándose sin darse cuenta, en el arroyo. Aquello lo aprovecharon los leñadores amenazantes con sus armas, para acabar con él, haciéndole quedar atrapado en sus aguas, de las que esta vez, se asegurarían de que no saliera con vida. 

Y así fue, el lobo pereció en el aquel implacable ataque, haciendo que tras tanto tiempo de tropelías, volviera la calma al bosque y a la vida de los leñadores.

domingo, 4 de noviembre de 2018

CIEN RELATOS CONTIGO

           Hace ya más de seis meses cumplíamos 50 Relatos Juntos, hoy, tanto tiempo después, y más de tres años también, cumplo, Cien Relatos Contigo, cien relatos, miles de líneas y de palabras, en otros tantos pensamientos y sentimientos compartidos solo contigo. Lo más intimo y profundo de mi, escrito solo para ti. 

De los cien, unos te habrán llegado más, te habrán hecho sentir y reir, o llorar y temblar, otros no, en cualquier caso, espero y deseo que en ninguno o casi ninguno, dejaras de sentir frío o calor, de ser así, logré mi propósito, el cual extiendo a los próximos cincuenta y cien más que pueda escribir. 

Estos como aquellos, no sé como saldrán, no sé si serán buenos o malos, oscuros o no, pero si sé que como entonces, saldrán unos del alma, del corazón, y por supuesto, de la imaginación, de la fantasía, esa fantasía que no dejará de tener un toque de realidad. 

No serán relatos perfectos, ni de esos grandes escritores que los medios adulan a voces, pero serán honestos, y serán nuestros, míos y tuyos, contados desde mi verdad, a mi manera, que es como creo que mejor te los puedo relatar. 

Y como entonces, no me quiero despedir sin antes poderte decir, que te estoy muy agradecido por este tiempo que me has dado, en el que me has comentado, y en el que me has leído.

Así pues nos leemos en los siguientes cincuenta y cien. Cien relatos contigo.