Sentada frente al espejo estaba mientras se quitaba el maquillaje, al tiempo que recordaba la opípara y abundante cena que acaba de dar entre risas y brindis por un pasado que gustaba recordar. Un pasado que compartía con sus invitados y amigos entre los que estaba algún que otro esporádico y viejo amor de juventud de un tiempo que ahora le parece mejor. Ahí frente al espejo parada, se miraba su cara arrugada, intentando encontrar a aquella muchacha bella, loca y esbelta que un día comía el mundo y se lo ponía por montera.
Y se veía, se veía en aquellos ojos azules y brillantes aunque arrugados, llenos aún de alegría, se veía en esa sonrisa hoy arrugada pero que el paso de los años no borraba. Se veía en el reflejo de aquel espejo de la que hoy es abuela, esperando que este le devolviera a aquellos días hoy en blanco y negro pero llenos de vida, llenos de luz y de color que ahora solo tenía gracias a aquellas viejas fotos, algunas amarilleadas por ese ser implacable llamado tiempo, y que guardaba en el álbum de un viejo pero bien cuidado cajón.
El espíritu de aquella chiquilla estaba dentro, seguía ahí, un espíritu que le decía que todavía tenía muchas cosas que hacer, mil!, y con la mente en el futuro y el corazón en el pasado, se iba, ya bien entrada la madrugada, a dormir, esperando que saliera el sol para ponerse nuevamente en pie, dispuesta para todo lo que tenía que hacer.
Y se veía, se veía en aquellos ojos azules y brillantes aunque arrugados, llenos aún de alegría, se veía en esa sonrisa hoy arrugada pero que el paso de los años no borraba. Se veía en el reflejo de aquel espejo de la que hoy es abuela, esperando que este le devolviera a aquellos días hoy en blanco y negro pero llenos de vida, llenos de luz y de color que ahora solo tenía gracias a aquellas viejas fotos, algunas amarilleadas por ese ser implacable llamado tiempo, y que guardaba en el álbum de un viejo pero bien cuidado cajón.
El espíritu de aquella chiquilla estaba dentro, seguía ahí, un espíritu que le decía que todavía tenía muchas cosas que hacer, mil!, y con la mente en el futuro y el corazón en el pasado, se iba, ya bien entrada la madrugada, a dormir, esperando que saliera el sol para ponerse nuevamente en pie, dispuesta para todo lo que tenía que hacer.
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