Era 24 de Diciembre cuando me quedé solo en casa. Ella se fue a hacer las clásicas compras de última hora para la cena de Nochebuena y tardaría en volver, los niños tampoco estaban, ya que estaban de vacaciones, querían estar a sus anchas, sin cole ni profesores, y tampoco querían padres durante un rato, bastante familia tendrían que aguantar ya esa noche. La cuestión es que, aprovechando esa soledad y que tenía la casa para mi, me abrí una cerveza bien fría y aproveché para llamarte, hacía tiempo que no hablabamos y como siempre dices que no te llamo, decidí hacerlo entonces. Me abrí la cerveza, me la serví en el vaso dejándola bien espumosa, demasiado tal vez, y busqué tu última llamada, hacía ya mucho desde entonces; fue en mi cumpleaños, y desde entonces no volvimos a hablar, ni siquiera a escribirnos. Tú siempre andas muy liada y cuando llamas o escribes tienes que hacerlo a escondidas para que ni te oigan ni te lean, y cuando te escribo yo, porque reconozco que llamar no te llamo nunca, no me lees, es como si nunca mirases el teléfono. En cualquier caso quería oír tu voz y contarnos nuestras banalidades de siempre.
Era la una de la tarde cuando descolgué y dejé que sonase la llamada. Tardó un rato hasta que te llegó la señal, y entonces sonó y sonó, y esperé, esperé y esperé, pero no lo cogías, no estabas o quizá no querías estar, o tal vez no podías. Tu voz estaba muda al otro lado del teléfono, quizás era mala hora para hablar contigo, colgué. Le dí un largo trago a la cerveza esperando y casi dando por echo que esa misma tarde me llamarías, sin embargo no fue así, no me devolviste la llamada esa tarde, ni a la siguiente tampoco, no hubo feliz navidad. Tampoco en los días sucesivos, algo extraño en tí, aunque era posible que te hubiese ocurrido algo y no pudieras. Pasaron los días y llegó el 31 de Diciembre, una cena más, más compras de última hora..., y ninguna llamada, ni tan siquiera un mensaje de feliz año, bla bla..., nada. Decidí escribirte para felicitarte yo aún sabiendo que siendo por mensaje me podrías leer el año que viene, y pasaron las horas entre otras felicitaciones, llamadas..., llamadas de todos menos de ti, y así me dormí.
1 de Enero.
Amaneció el 1 de Enero, año nuevo, misma vida. Me costó despertar, de echo no quería despertar, solo quería dormir más, amaneció demasiado pronto, como siempre. Cuando estuve lo suficientemente espabilado, miré el móvil, entre los varios mensajes de whatsapp que tenía, había uno tuyo que no oí. Me escribiste de madrugada, más allá de las 3, y aunque lo normal a esa hora es que estuviese de fiesta y borrachera, lo cierto es que ya estaba dormido como una marmota, será la edad. Tu mensaje fue el primero que leí, en él tal vez explicases, como otras veces por qué no me habías llamado, como estabas..., etc, pero no. El mensaje para felicitarme el año era más escueto de lo normal, en él me felicitabas el año, me decías "querido amigo", y poco más. En eso se quedó todo, ni una llamada de vuelta, ni más mensajes ni por tu parte ni por la mía.
Hoy, varios días después sigo sin saber más de ti y no sé por que. Y aunque contigo aprendí que siempre puede haber una buena razón de fondo para todo, y por tanto puede ser que no puedas decir más, tampoco dejo de pensar que pueda haber algún problema que no me hayas contado, aunque en ese aspecto mi conciencia está tranquila, sé que no hice nada que te haya podido molestar ni causar problema alguno. Y si lo hay, tienes dos opciones, hablarlo o quedártelo para ti, porque desde luego, mío no es. Dejo el teléfono a mano por si llamas o escribes, y si lo haces, ahí estaré, al otro lado de la línea, esperándote. Solo quería decirte que te llamé por navidad.
Que no llame más. Hay todo un mundo ahí afuera con gente que vale la pena. Son aquellas que devuelven las llamadas.
ResponderEliminarCreo que no llamará más.
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