Aquella noche que aparentaba ser tranquila, de un momento a otro, el cielo se volvió azul cianótico, casi morado, aquella noche el cielo no respiraba, se ahogaba entre bocanadas de desesperación por coger un poco de aire.
Luces naranjas asomban bailando y repicando en el silencio de la noche rompiendo la tranquilidad que había reinado hasta entonces, como la marea sube engullendo la playa, al tiempo que las olas embravecidas rompen el mar.
Tronaba el cielo como queriéndose romper en mil pedazos sobre nuestras cabezas dejando entrever tímidos relámpagos lejanos envueltos en oscuridad. Avanzaba la noche insomne bajo el cielo ahogado, perdiendo en su oscuridad las luces naranjas que volvían a bailar y cantar en el silencio roto de nuestros sueños, dejándonos espectantes ante lo que nos pudieran deparar los días siguientes, sin saber bajo que cielo estaríamos.
Pasó tranquila la tormenta después de la calma, llevándose con ella la noche y su agonía, dejándo ver los desperfectos de su paso, como cuando baja la marea, dejándo sus restos en la arena. Ahora bajo el frío sol de invierno, esperan poder recomponer sus trozos esparcidos, y recuperar la forma ahora perdida en aquella noche de cielo cianótico.
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