Llegó allí sin pensar en aquel lugar, sin planear que aquel fuera su destino, casi sin saber como. Se despertó en la arena, casi húmedo y con olor a mar, y sin poder explicárselo, desnudo, no veía su ropa, ni sus cosas por ningún lugar.
Se sentía aletargado, resacoso y con sabor a agrio coñac, estaba claro que había bebido, y mucho, se sentía aún en estado de embriaguez. Hacía ya algunas horas que había amanecido y no sabía muy bien que había pasado esa noche, ni que había hecho, se sentía perdido, allí sentado y desnudo en medio de ningún lugar.
Se levantó como si pesara tres veces más de lo normal, lento y casi torpe, respiró y tapándose sus partes, casi escondidas por el frío de la noche y el amanecer, como buenamente podía, echó a andar a ninguna parte, sin saber muy bien a donde ir, y en ese caminar a ningún lugar, se fue acercando un coche, le oía, pero no se atrevía a mirar, se debatía consiguió mismo, porque una parte de él quería que parase y le ayudara, la otra quería pasara de largo como si no le hubiese visto, al tiempo que se decía "tierra trágame", pero le vio, y no solo le vio, sino que según se le acercaba, aminoró la marcha hasta estar a su altura.
Él continuó caminando, sin mirar, abochornado y casi colorado por la situación, y con él continuó aquel coche a marcha lenta. No quería mirar, temía que fuera la guardia civil y se lo llevaran esposado y desnudo por quien sabe que cargos; o peor aún, que fuera algún conocido que quien sabe porque maldita razón, se encontrase, precisamente allí, y de todas las situaciones imaginables, y que se pudieran dar, se dio una que si bien no era la peor, tampoco llegaba a ser la mejor, en aquel coche, y casi parada a su lado, se encontraba una mujer, sonriendo divertida, por lo cómico de la situación. Al final se rindió y paró, y ella también, y evidentemente se tuvo que explicar, si es que era posible explicarlo, ni siquiera sabía muy bien como, lo cual para él hacía que todo aquello fuera mucho más bochornoso, y para ella más divertido aún.
Con ambos parados, ella se bajó, y le ayudó, le cubrió con una manta, que si bien, con aquel calor no era lo mejor, fue una buena solución, y ya cubierto, se lo llevó a su casa, que a buen seguro quedaría más cerca que de donde él estuviera o pudiera ir. Y allí, pasó unos días, o unas semanas que le parecieron días, hasta que, gracias a ella, pudo ponerlo todo más o menos en orden y recuperar su vida, aunque desde entonces, y desde aquel lugar, ya no sería igual, porque se había enamorado de ella, y de aquel paisaje perdido en medio de ningún lugar que jamás podría olvidar.