Paradójica e inexplicablemente no dejamos de buscar a esa persona, la ideal, la media naranja que muy posiblemente y sin darnos cuenta tengamos a un paso. Y con media naranja, no me refiero a algo sentimental, me refiero a ese alguien que nos complementa de alguna manera, un amigo, un compañero de trabajo, todo vale.
Al mismo tiempo no dejamos de buscar ni de anhelar ese mundo perfecto que gire a nuestro alrededor, en nuestra órbita en un infinito inconformismo. Un inconformismo que probablemente, que nos lleve sin darnos cuenta, a no valorar lo suficiente todas aquellas cosas buenas que tenemos en nuestra vida, y que en esa ceguera que nosotros mismos nos ponemos, no llegamos a disfrutar.
Pero están ahí, están esas personas y esas cosas, esos pequeños detalles que le dan sentido al camino que andamos cada día, al igual que estamos nosotros en el de otras. Solo tenemos que querer abrir los ojos, hacer el esfuerzo, menor de lo que nos suponemos, y verlo.
Al mismo tiempo no dejamos de buscar ni de anhelar ese mundo perfecto que gire a nuestro alrededor, en nuestra órbita en un infinito inconformismo. Un inconformismo que probablemente, que nos lleve sin darnos cuenta, a no valorar lo suficiente todas aquellas cosas buenas que tenemos en nuestra vida, y que en esa ceguera que nosotros mismos nos ponemos, no llegamos a disfrutar.
Pero están ahí, están esas personas y esas cosas, esos pequeños detalles que le dan sentido al camino que andamos cada día, al igual que estamos nosotros en el de otras. Solo tenemos que querer abrir los ojos, hacer el esfuerzo, menor de lo que nos suponemos, y verlo.
Al final estamos dentro de un círculo o de una cadena que nos une, nos conecta unos con otros de manera directa o indirecta.
Todos somos el día de alguien, el sol y el confort que necesitamos y buscamos. Estamos ahí.