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jueves, 25 de marzo de 2021

SÉ QUIEN ERES

Salgo de la ducha casi como Dios me trajo al mundo, apenas tapado por una toalla, no necesito nada más, con la temperatura de estos días no tengo frío después de cada ducha, y con una camiseta y poca más estoy bien. Levanto la tapa del ordenador que dejé cargando sobre la cama, meto la contraseña, moviendo los dedos con fluidez sobre el teclado. Abro la ventana de mi correo electrónico, y esta muestra una clave y la demanda de un servicio, se trata de ti que vulevs a reclamar mi compañía y de paso sexo desenfrenado.

Sonrío, sabía que volverías a escribir, sabía que te habías quedado con ganas de más después de la primera sesión, querías más de lo uno y de lo otro, habías hecho realidad tu "fantasysex", o ese era tu sueño y no querías despertar. Aún no sé por que me elegiste a mi, de entre todos los que tenías, no sé que viste en mi, ni por que quieres que vuelva, pero aquí estás, o ahí, al otro lado del ordenador, pidiéndome otra cita. Y no sé por que ligas por internet, pudiéndo salir a tomar una copa y quien sabe que venga después. Eres guapa, simpática, extrovertida y sexy, bien podrías salir a conocer gente, o simplemente a cazar un polvo de una noche, y sin embargo estás aquí, eligiéndome a mi otra vez. 

Sé quien eres, te abriste mucho a mi la primera vez, y no solo físicamente. No sé si es porque de manera natural eres así, o es que cuando llegué y para romper el hielo del miedo a lo desconocido ya estabas un poco bebida, o simplemente, y sin yo proponermelo, te di confianza. Algo de todo eso debió de haber si hoy vuelves a mi y me quieres ver, o soy ese clavo que saca otro clavo. Lo sabré cuando llegue, por que iré, yo también me quedé con ganas de más, con ganas de lo bueno, porque lo bueno pasa rápido, demasiado rápido tal vez. Y espero que en esta ocasión, los dos, ahora que nos conocemos, podamos disfrutar más el uno del otro.

Me preparo adecuadamente para verte, después de nuestra primera vez en la no nos fue nada mal, esta tiene que ser igual o mejor que la anterior, sé que esta noche la disfrutaremos más, porque ya nos hemos visto y ya nos conocemos, al menos yo a ti si, sé quien eres. Hoy quiero despertar en ti tu fiera interior en lugar de esa gata mansa que demandaba mi compañía, hoy quiero que esa pasión que esconde tu piel te salga por los poros, y penetre en los míos, quiero que apenas nos guardemos algo para la próxima vez, porque imagino y casi deseo que haya una tercera vez, porque dicen que no hay dos sin tres. 

Todos tenemos un lado oculto en nuestra luna, y quizá, este sea el tuyo, el de solicitar la compañía de un desconocido, para engancharle a ti, y volverle a ver. Quizá, este sea mi lado oculto de la luna, la mía, ese lado en el que alguien, desconocido, quiere algo de mi, quiere que la acompañe y lo que surja, sin hacer muchos planes, o no, y tal vez lo tenga todo controlado. Tú eres de las primeras, de las que no hace planes y se deja llevar por el momento, y si te gusta, como nuestra primera vez, entonces, como hoy, quieras más, tal vez quieras repetir. O puede que yo sea ese "no tengo mejor plan", y después de que te haya fallado todo lo anterior, después de que se te haya caído tu mejor plan, hayas pensado en mi y sea tu premio de consolación, de cualquier manera, sé quien eres. Y no me importa si soy esto último, no me importa si soy el último de tus planes, si tengo que consolarte, te consolaré, y te haré olvidar todo lo anterior, te haré olvidar esa tarde que tenías planeada, y esa noche que ibas a pasar con quien fuere, da igual si la ibas a pasar con otro, esta noche será conmigo.

Sé lo que te gusta, y por eso no te llevo flores, ni te llevo vino, tampoco te llevo una caja de bombones, porque todo eso te parece demasiado cursi. Tampoco llevo demasiada ropa puesta, sé que cuando nos acaramelemos, no querrás que algo así te corte el rollo y nos arruine nuestra segunda vez, yo tampoco lo quiero, lo sé. Y tú tampoco llevarás demasiado, aunque no vayas demasiado corta, irás con lo justo para provocar y hacerte desear como te gusta que te deseen, desnudándote con la mirada. Iré con tiempo y seré puntual, porque no te gusta esperar, ni dejaré que me esperes, al menos no tanto como para que al final no quieras verme, y si me hago esperar, será solo lo necesario como para que ansies que llegue ya, ni un minuto màs. Todo esto lo sé, porque sé quien eres.

jueves, 18 de marzo de 2021

DESPERTAR EN OTRO TIEMPO


Lo primero que vi al despertar de la criogenización fueron las caras envejecidas de los doctores que me congelaron hasta dar con la cura de aquella enfermedad rara y desconocida, una enfermedad sin nombre que me consumía por dentro, dejándome sin fuerza y provocándome pequeños fallos multiorgánicos, difíciles de controlar. ¿Cuánto tiempo había permanecido en ese estado?, no les recordaba así de viejos, y no es que tuvieran aspecto de jubilarse, pero claramente se veían más mayores de lo que les recordaba. Algunos ya echaban canas y alguna arruguilla, y tenían la cara más regordeta, propia de haber cumplido unos cuantos años desde la última vez que los vi, aunque me costó verles bien, pues al despertar lo veía todo borroso y francamente, en un principio ni siquiera sabía donde estaba, era como despertar de una borrachera. Lo primero que sintí fueron las típicas náuseas, el dolor de cabeza y la debilidad física, probablemente de haber estado tanto tiempo inmovil, y lo primero que hice en cuanto pude andar, más o menos fue vomitar en una pila cercana, era como estar de resaca.

- ¿Qué hora es?, pregunté. - ¿Y qué día?. Eran más de las 12 del mediodia, pero eso no era lo importante, ni siquiera el día en el que nos encontrabamos, 18 de Enero, lo importante era el año. Era el año 2040, habían pasado casi ¡20 años! desde la congelación, por eso los médicos se veían más viejos, alguno ya sería cincuentón. Había perdido casi 20 años de mi vida, o quizá simplemente quedaron congelados para no perder la vida, eran casi dos décadasapartado del mundo, de la familia y amigos. Me bebí de un trago el zumo de naranja que siempre daban a los descriogenizados, un zumo nada currado, de cartón o bote, daba igual, tenían el mismo sabor a químico que cualquier medicina que me podían dar, me vestí con el pijama de la clínica. Me dieron malas noticias, muertes de familiares y conocidos, algo normal si tenía en cuenta el tiempo que había permanecido en ese estado, la vida continuó sin mi todo ese tiempo. 

La clínica contaba con varias secciones y departamentos de invesitgación repartidos en los 4 bloques de planta baja y 3 torres bastante imponentes. En todos ellos había especialistas de todo tipo y todos los lugares del mundo. Todo ello pertenecía a un proyecto experimental del gobierno sobre enfermedades raras y pandemias. Entre esos proyectos, estaba yo, un proyecto bajo invesitgación durante casi 20 años, y que ahora, si me habían despertado, parecía haber encontrado una posible cura. Imagino que no sería el único individuo en esas lides, aunque allí, de momento, no conocía a nadie más.

Aunque tenían mi nombre en mi historial, hablando entre ellos se referían a mi como el paciente número 03-21, un paciente o cliente que más bien parecía un habitante empadronado en aquel lugar. Las enfermeras me hablaban como si me conocieran de toda la vida, bueno, la verdad es que casi se podía considerar así, dadas las circunstancias. Los celadores habían oído hablar mucho de mi, como de algo había de que hablar y yo llevaba tanto tiempo en aquel lugar, en más de una ocasión había sido tema de conversación. Ellos estaban muy habituados a mi, pero yo me sentía un raro en ese sitio desconocido y entre extraños.

Una vez que estuve aceptablemente espabilado y centrado, me llevaron por un frío y pálido pasillo, sentado en una silla de ruedas, a una sala bastante grande que parecía separada por sectores. Por un lado parecía ser una consulta en la que de hecho me esperaban un par de médicos, por otros lados, parecía una sala de pruebas o curas, donde en cada lugar, me esperaban para hacerme algo. Al entrar en la sala, que no era más cálida que el pasillo, me dejaron en lo que parecía ser la consulta, frente a los médicos que parecían leer mi historial y chismorrear sobre él, me miraron y uno de ellos se dirigió a mi, preguntandome que tal estaba. ¿Cómo podía estar?, - raro, no sé muy bien que está pasando,- respondí.- Lo que pasa es que hemos encontrado un posible cura para ti, un tratamiento que podría funcionar -. Al rato me encontraba en una mesa camilla, enganchado a una máquina por vía intravenosa que me sacaba la sangre, la limpiaba y volvía a mis venas, tras esa parte que duraba un buen rato, por la misma vía me metían una especie de suero que se supone que mataría al bicho que me consumía por dentro. No sé si era cosa mía pero con ese liquido en mis venas me parecía notar un sabor extraño en la boca, un sabor entre dulce y ácido, a saber que mejunje me estaban metiendo casi literalmente entre pecho y espalda.

El tratamiento estaba en fase experimental aquí, en Suiza parecía haber funcionado o al menos haber dado ya buenos resultados en casos similares o parecidos al mío, así que tras varios ensayos, decidieron probar conmigo como si fuera un ratón. Bueno, no tenía nada que perder y si mucho que ganar, ¿no?. Me dejé hacer y llevar como un muñeco en sus manos, durante semanas, y funcionase o no, yo me sentía mejor, eso creía, y durante el tratamiento me ponía, más o menos al día de como estaba el mundo, ese nuevo mundo para mi, era todo tan raro que casi me sentía en una película futurista, tanto que a veces me parecía irreal. Parecía un extraterrestre venido de otro planeta, y en cierto modo lo era, me había dormido en un mundo diferente al que desperté. Al menos, con el tiempo, no me sentía un extraño allí, ni entre la gente a la que fui conociendo y casi intimando. Todo era raro, casi de fantasía, digno de un libro de ciencia ficción, fue como despertar en otro tiempo.

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domingo, 14 de marzo de 2021

UN DIA GRIS PLOMIZO

El día era gris plomizo y algo frío, de su boca salía aquel vapor producido por el intenso frío que hacía ahí fuera y que apenas llegaba a los cinco grados, aunque la sensación era de bastante menos. Las calles que debía recorrer hasta llegar a su casa aún hacían parecer ese cielo, aún más frío y gris. Estas eran estrechas, con unas aceras aún más estrechas y ridículas por las que apenas si podía caminar una persona sin salirse de ellas, con unos edificios de más de siete pisos que se imponían en el espacio, algunos con mas de cien años sobre sus cimientos, y de los cuales, sobresalían aproximadamente un  metro de la fachada, unos pequeños balcones con barandillas de hierro carcomidas por el oxido y un suelo nada fiable. Todo ese conjunto viejo, contribuía, a que no entrará apenas un resquicio de luz en sus calles, aunque en el cielo luciese un sol radiante. No era ese el caso, ese día el sol decidió tomarse un descanso y no regalarle ni uno solo de sus rayos que aliviasen aunque solo fuese un poco, tan gélido día. Solo dos farolas, con aquelllas pantallas que debían aumentar la luminosidad de las lamparas, harto desgastadas, iluminaban en parte algunas zonas, mientras que en otras contribuían a alargar las sombras dándoles un aspecto fantasmagórico a sus calles.

El día no había sido muy bueno, aunque la rutina de su trabajo casi nunca le permitía que lo fuese. A pesar de ello intentaba poner buena cara a todo y a todos, procuraba no quejarse, al menos no abiertamente, al fin y al cabo todos en su trabajo pasaban por la misma rutina infumable casi cada día, todos estaban en el mismo entorno gris y cargado de todo lo negativo que pudiera haber, y por eso, que llegase la hora de salir y poder respirar un poco de aire, aunque no fuese puro, era todo un alivio para cualquiera de ellos, y agradecían al menos un rayo de sol les diese en los ojos, después de tanta oscuridad y luz artificial. Aquel no era el mejor día para eso, y se tuvo que conformar con poder respirar el aire que enfríaba sus fosas nasales, aún así no protestaba ni para sí mismo, agradecíaa poder respirar un aire diferente, estar en otro ambiente y escuchar el ruido de la calle, los coches que iban y venían con las mismas ganas que él de llegar a su casa, o al menos eso suponía. Agradecía escuchar a la chavalería que salía un rato a jugar y respirar después de las clases, disfrutaba viendo a la gente que se daba un respiro tomando un café en las terrazas y en los bares, aunque le ignorasen y siguieran hablando de sus cosas. Veía como algunos comercios y negocios echaban el cierre o daban las últimas pinceladas a su día de trabajo antes de salir, todo lo hacía en un recorrido que hacía sin prisa, caminando tomando con gusto cada sorbo de cuanto le rodeaba. Casi se olvidaba del resto del día que había tenido, y eso le relajaba lo suficiente para sentirse moderadamente descansado. 

Saludaba y sonreía a cuanto conocido se encontraba, con alguno charlaba un rato, y evitando hablar sobre él y su día gris, preguntaba - ¿como te va?,  o decía, - a ver si un día tomamos un café. Aquello a veces le permitía hablar de otros temas y casi no hablar de sí mismo y sus cosas, y no lo hacía porque le molestase hablar de él, lo hacía por no contagiar a los demás de la nube gris que a veces le acompañaba suspendida sobre su cabeza, y si lo hacía, no daba muchos detalles, o al menos procuraba no hacerlo, aunque a veces, y sin pretenderlo, la perspectiva de otra persona, la visión que tenían otros desde fuera sobre esto o aquello, le venía bien para ver las cosas con más claridad, a veces era ese rayo de sol que tanto buscaba y que ese día no tenía. Seguía su camino y en lo que lo recorría, pensaba esas cosas que se encontraba yendo a casa, en lo que le contaban y se distraía con eso, apaciguaba su espiritu y en ocasiones casia le hacían sonreír. Con todo ello parecía liberarse de una carga o de un peso, era como quitarse una mochila o un pesado abrigo, y casi sentía llegar más ligero a su casa y descansar mejor. 

Ya en su casa, se relajaba, se olvidaba de cuanto pasaba en el exterior y se entregaba a disfrutar de una buena y apacible cena, antes de relajarse en su viejo pero calentito butacón donde a veces se quedaba dormido con la televisión puesta. Podía despertarse a media noche, pero no le importaba, aún era de noche, no tenía que ir a trabajar, todavía no, y por ello se sentía en paz, se iba a la cama y en cuanto allí entraba de nuevo en calor, se dormía profundamente, se entregaba a sus sueños como un niño, y dejaba atrás un día gris, casi gris oscuro.

jueves, 4 de marzo de 2021

LA HABITACIÓN Nº 9

En la habitación nº 9 del hotel, habitaba desde hacía un par de noches una misteriosa y desconocida mujer que sin casi haberse dejado ver ante los demás clientes y personal del mismo, no había pasado inadvertida para nadie. Mientras Oscar, camarero del restaurante del hotel, le subía un café a la habitación, pensaba en ella y en los comentarios que le había escuchado a sus compañeros. Comentaban que "la dama", como la habían apodado, era rara, decían que estaba loca, casi les daba miedo. Decían que rara vez salía de la habitación, apenas se dejaba ver en la barra del bar, o saliendo del hotel para ir a alguna parte que nadie sabía. 

Algunos clientes de habitaciones contiguas, decían que de su habitación salían ruidos extraños, que oían voces que no eran la suya, decían que incluso escuchaban conversaciones y discusiones, peleas de pareja. Pero ninguno se quejó al hotel por todo ello, unos porque sencillamente no les molestaba, e incluso casi les parecía divertido, le entretenía; los otros no se quejaban porque, pensando que no estaba muy en sus cabales, les daba miedo lo que la dama, les pudiera hacer.

Oscar salió del ascensor con el café que dejaba olor a tostado allá por donde pasaba, avanzó por el pasillo en el que apenas se veía a alguna persona que bajaba ya a última hora a desayunar. Llegó a la puerta de la habitación número 9, se paró delante de ella y respiró. No podía evitar cierta tensión por los comentarios que había oido de la dama, no sabía que se encontraría al abrir la puerta. Se decía a sí mismo que sería lo más amable posible con ella y a su vez, lo más breve que esta le dejase ser, y saldría de la habitación lo más rapida y silenciosamente que pudiera, no la quería alterar más de lo que pudiera estar. Llamó con los nudillos, golpeando suavemente la puerta dos o tres veces, una voz ligeramente aguda pero firme y que se dejaba oir bien, preguntó -¿quién es?, Oscar respondió que era el servicio de habitaciones, intentando mostrar la misma firmeza que había escuchado al otro lado de la puerta. Inmediatamente la dama abrió y se apartó para dejarle pasar. Oscar entró saludando lo más amablemente que supo y siendo lo más servicial posible, todo ello sin perder mucho detalle de cuanto veía. La dama le impresionó, era más joven de lo que se había imaginado, y guapa, tanto que pensó que estaba buena. 

La misteriosa mujer de la que tanto hablaban, era más bien alta, buena figura, de buen porte y elegante pero sencilla, tenía buena presencia, o más bien, mucha presencia, no pasaba desapercibida. Era de pelo negro, muy negro, y labios gruesos pintados de rojo intenso que destacaban mucho en su blanca piel. Estaba descalza, con unos zapatos tan rojos como sus labios, al pie de su cama. Sonreía educadamente aunque parecía notarsele que deseaba estar sola, por lo que Oscar le dejó el café en el mueble de la televisión, donde había un ordenador portátil medio cerrado pero del que se veía perfectamente que estaba encendido, aunque no pudo ver que era lo que hacía o véía, en la cama había folios sueltos en los que no quiso fijarse para dejar notar su curiosidad por todo; también había lo que parecía ser un cuchillo de pega, como salido de una novela de suspense, y frascos pequeños que parecían querer simular veneno. No tenía claro si aquella mujer estaba loca, o si podía ser una actriz que él desconociera y que estuviese preparando un papel; también podía tratarse de una escritora concienzuda y que estuviera escribiendo con todo lujo de detalle su próxima novela policiaca, realmente en aquella habitación todo era muy raro, más de lo que la gente llegase a comentar. Sin ninguna duda ya tenía una anécdota que comentar. Salió con una sonrisa y un "buenos días" de la habitación, no sin antes echarle un último vistazo a la dama a la que de buena gana no quitaría ojo. Cerró la puerta suavemente, y se fue sin saber si esa mujer estaba tan loca como todos decían o estaba en sus cabales.

Oscar se metió en el ascensor y antes de que se cerrasen las puertas, echó un último y rápido vistazo a la puerta de la habitación nº 9, y resopló quitándose la tensión  y un gran peso de encima. Sabía que al volver a su puesto de trabajo, los compañeros, como pirañas, le preguntarían por ella, por como era, y la verdad es que no sabía muy bien que responder. Era evidente que no se podía juzgar a nadie con un vistazo y un momento tan breve como el que él había tenido con ella, y francamente le tenía confundido. No sabía que pensar de la dama de la habitación nº 9.